El descubrimiento de Eris en 2005, un cuerpo celeste de un tamaño similar al de Plutón, despertó la polémica planetaria: ¿debía ampliarse la lista de planetas del sistema solar o bien eliminar a Plutón? Sea como sea, el debate en torno al diminuto y gélido planeta es fruto de un gran avance en exploración espacial.
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GuardarEl reputado astrónomo estadounidense Percival Lowell predijo la existencia del Planeta X más allá de la órbita de Neptuno, pero murió sin encontrarlo. Años después, el 18 de febrero de 1930, un joven astrónomo llamado Clyde Tombaugh advirtió un punto luminoso en la región espacial vaticinada, que, al contrario que las estrellas, cambiaba de posición al comparar las placas fotográficas tomadas en distintos días. Tombaugh habíadescubierto el noveno planeta del sistema solar. Lo denominaron Plutón por corresponderse con las iniciales de Percival Lowell y en referencia al dios romano del inframundo, capaz de volverse invisible.
No obstante, su estatus planetario tardó poco en cuestionarse. En los años noventa los astrónomos empezaron a hallar otros cuerpos celestes orbitando en la misma región del espacio que Plutón y constataron la existencia predicha del cinturón de Kuiper, un disco circunestelar repleto de objetos transneptunianos que hoy en día se cree que alberga cientos de miles de rocas heladas de más de 100 kilómetros de ancho y más de un billón de cometas.
Sin embargo, el cuerpo celeste que desató la discordia –como sugiere su nombre, que toma de la diosa griega– fue Eris, descubierto en 2005 en el cinturón de Kuiper. Con un tamaño similar a Plutón, fue presentado como el décimo planeta, pero pronto surgió la duda en la comunidad científica: ¿debían ampliar la lista de planetas del sistema solar o eliminar a Plutón? En 2006, la Unión Astronómica Internacional se inclinó por la segunda opción tras redefinir el concepto de planeta según tres criterios: primero, debe orbitar el Sol; segundo, debe ser suficientemente masivo como para que su propia gravedad le confiera una forma esférica, y tercero, su fuerza gravitatoria debe ser tal que despeje el entorno de su órbita de otros cuerpos celestes. Al no cumplir con el último requisito, Plutón, Eris y otros fueron incluidos dentro de una nueva categoría, la de los planetas enanos. A pesar del consenso, algunos astrónomos, como Alan Stern, de la misión New Horizons de la NASA, opinan que «esta definición crea un algoritmo impracticable para decidir qué es un planeta y qué no lo es», en parte porque el tercer criterio establece diferentes estándares a diferentes distancias del Sol: cuanto más lejos, más grande debe ser el planeta para despejar su zona.
Sea cual fuere la categoría –planeta o planeta enano–, el debate en torno al diminuto, lejano y gélido Plutón es fruto de un gran avance en la exploración espacial, que en menos de un siglo ha cambiado la concepción de nuestro vecindario cósmico y que denota el empeño del ser humano por entender el universo.
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