- La caliza se forma a partir del fango marino calizo. Su composición es a base de calcita o carbonato de calcio (CaC03).
- Los depósitos arenosos se transforman en piedra arenisca; los huesos, por lo general, se silicifican, lo que significa que se componen de ácido silícico parecido al cuarzo (SiO2).
- El fango arcilloso se transforma en esquisto o pizarra. Aquí también se pueden calcificar los huesos.
miércoles, 28 de mayo de 2014
¿Que es un Fósil?
Fósiles de 2.500 millones de años explican un avance crucial en la historia de la vida
Cuando apareció la vida, la atmósfera de la Tierra era
irrespirable. Monóxido de carbono, hidrógeno, metano... una mezcla mortal para
cualquiera de las criaturas actuales. Sin oxígeno, la vida iba al ralentí:
seres vivos formados por una sola célula se dividían haciendo copias de sí
mismos, nada más. Hasta el día que llegaron las cianobacterias y, en uno de los
hechos más importantes en toda la historia de la Tierra, inventaron la
fotosíntesis y llenaron la atmósfera de oxígeno. Nunca nada volvió a ser igual.
La mayoría de los seres vivos murieron envenenados por el oxígeno. Pero los
pocos que sobrevivieron empezaron a evolucionar más rápidamente, hasta unirse
en organismos de varias células, formar animales e inventar el cerebro.
¿Pero cuándo ocurrió este cambio fundamental del que desciende la humanidad? Científicos de la Organización para la Investigación Geológica de Australia y de la NASA han descubierto lo que ocurrió hace por lo menos 2.500 millones de años; es decir, cuando la vida - que apareció hace unos 3.800 millones de años- tenía aproximadamente un tercio de su edad actual.
Lo que han descubierto los científicos, que presentan hoy sus resultados en la revista científica “Nature”, son los residuos más antiguos de cianobacterias hallados hasta la fecha. “No significa que las cianobacterias aparecieran hace exactamente 2.500 millones de años, pero son las pruebas directas más antiguas de su existencia”, declaró ayer Donald Canfield, experto en origen de la vida de la Universidad de Odense (Dinamarca).
El hallazgo se ha realizado en rocas de 2.500 millones de años de antigüedad de Australia occidental. Los investigadores no han detectado directamente las cianobacterias, que desaparecieron hace eones, sino unas moléculas orgánicas complejas que sólo pueden proceder de la degradación de la membrana de cianobacterias. Este tipo de estudios, afirma Canfield, son importantes “para aclarar cuándo ocurrieron los grandes hitos de la evolución y para deducir la estructura de los ecosistemas antiguos”.
¿Pero cuándo ocurrió este cambio fundamental del que desciende la humanidad? Científicos de la Organización para la Investigación Geológica de Australia y de la NASA han descubierto lo que ocurrió hace por lo menos 2.500 millones de años; es decir, cuando la vida - que apareció hace unos 3.800 millones de años- tenía aproximadamente un tercio de su edad actual.
Lo que han descubierto los científicos, que presentan hoy sus resultados en la revista científica “Nature”, son los residuos más antiguos de cianobacterias hallados hasta la fecha. “No significa que las cianobacterias aparecieran hace exactamente 2.500 millones de años, pero son las pruebas directas más antiguas de su existencia”, declaró ayer Donald Canfield, experto en origen de la vida de la Universidad de Odense (Dinamarca).
El hallazgo se ha realizado en rocas de 2.500 millones de años de antigüedad de Australia occidental. Los investigadores no han detectado directamente las cianobacterias, que desaparecieron hace eones, sino unas moléculas orgánicas complejas que sólo pueden proceder de la degradación de la membrana de cianobacterias. Este tipo de estudios, afirma Canfield, son importantes “para aclarar cuándo ocurrieron los grandes hitos de la evolución y para deducir la estructura de los ecosistemas antiguos”.
domingo, 25 de mayo de 2014
Fisuras en la tabla periódica
El
descubrimiento del elemento 117 en 2010 completó por primera vez la tabla
periódica tal como la conocemos, al menos hasta que nuevos descubrimientos
obliguen a añadirle una nueva fila.
Sin
embargo, la química de algunos elementos de incorporación reciente puede
diferir de la de los elementos de la misma columna, rompiendo la regla
periódica que había caracterizado la tabla durante un siglo y medio.
Este
sorprendente comportamiento puede derivar de los efectos descritos por la
teoría de la relatividad especial, que hacen que ciertos electrones orbiten de
forma más compactada.
Los
físicos nucleares siguen en su empeño por sintetizar nuevos elementos, que
tendrán nuevos tipos de orbitales electrónicos, y por comprender su química
mediante el estudio de un puñado de átomos efímeros.
Investigadores
rusos anunciaron en 2010 que habían sintetizado por primera vez unos pocos
núcleos del elemento 117. Este nuevo tipo de átomo no tenía todavía nombre,
porque tradicionalmente la comunidad científica espera a tener una confirmación
independiente antes de bautizar un nuevo elemento. Pero, salvo sorpresas, el
117 ocupa ya una plaza permanente en la tabla periódica de los elementos.
Todos los
elementos hasta el 116, y el 118, habían sido previamente encontrados; el 117
llenó el último hueco que quedaba en la fila inferior. Este logro marca un hito
en la historia. Cuando Dimitri Mendeléiev —también ruso— y otros científicos
crearon la tabla periódica en los años sesenta del siglo XIX, generaron el
primer gran esquema para organizar todos los elementos conocidos en aquel
momento. Mendeléiev dejó algunos espacios en blanco en su tabla y formuló la
audaz suposición de que algún día se descubrirían nuevos elementos que
llenarían aquellos vacíos. Se han elaborado incontables revisiones de la tabla,
pero nunca se había podido prescindir de los huecos... hasta ahora. Con el
elemento 117 la tabla periódica de los elementos se ha completado por primera
vez.
El
espíritu de Mendeléiev probablemente saboreará el triunfo de su visión, por lo
menos por un tiempo, hasta que los químicos y los físicos nucleares sinteticen
nuevos elementos, que requerirán la adición de nuevas filas y posiblemente
dejarán nuevos huecos.
Sin
embargo, en el momento en que encajaban las últimas piezas del rompecabezas,
empezó a sospecharse que algo fundamental fallaba. Algo que podría minar la
misma base de la existencia de la tabla periódica: los patrones recurrentes que
le dan nombre.
miércoles, 21 de mayo de 2014
Falsos fósiles
En el
paso de la vida a la fosilización, las alas de un escarabajo primitivo
perdieron su color y, después, su forma. Al ser aplastadas y horneadas
lentamente por la arena, las brillantes alas verdes se oscurecieron; primero se
volvieron de color azul claro, después añil y finalmente negro.
La
historia de la vida, muerte y fosilización de un insecto suena muy sencilla,
pero la paleobióloga Maria McNamara tardó años de esfuerzos en recomponerla.
Esta investigadora de la Universidad de Bristol deseaba averiguar el modo en
que evolucionaron las señales de alerta, el camuflaje y los colores de cortejo
de los insectos primitivos. El estudio de los fósiles ordinarios solo revela
parte de la historia, ya que la mayoría de los insectos fosilizados muestran
hoy una apariencia negra, quizá por haber perdido sus colores al quedar
enterrados.
McNamara
y su equipo decidieron trabajar a la inversa. Envejecieron artificialmente alas
de escarabajos y gorgojos actuales para descubrir el efecto de la fosilización
en el color. Publicaron sus resultados en el número de febrero de la revista Geology.
La
fosilización no constituye un proceso apacible. Para simularlo, McNamara dejó
las alas de los insectos en el agua de un estanque durante 18 meses, después
las calentó hasta 270 grados centígrados, una temperatura superior a la de la
mayoría de los hornos domésticos, y las sometió a presiones de 500 atmósferas,
para reproducir el aplastamiento y el calentamiento que convierten los residuos
atrapados en el barro en fósiles pétreos. El equipo descubrió que el proceso
fragmentaba y adelgazaba los caparazones reflectantes de los escarabajos, lo
que hacía cambiar la longitud de onda reflejada por ellos. De este modo se
transformaban del verde al azul y luego al negro.
Lo que
es más importante, comprobaron que los gorgojos conservaban las estructuras de
coloración conocidas como cristales fotónicos [véase «Trucos cromáticos de la naturaleza», por
P. Ball; Investigación y Ciencia, julio de 2012], lo cual podría significar que los
fósiles que carecen de ellas probablemente nunca las tuvieron. McNamara
concluye que el desarrollo evolutivo de los cristales fotónicos debe de ser
reciente, al menos en los gorgojos, porque había examinado gorgojos de tres
millones de años de antigüedad que no los poseían.
Algunos
científicos discrepan de esa idea. Andrew Parker, entomólogo del Museo de
Historia Natural de Londres, señala que cada fósil sufre un proceso diferente,
de modo que resulta difícil obtener principios de aplicación general a partir
de una sola especie o de un solo fósil. Sin embargo, considera que la idea es
muy sugerente: «Podemos empezar a reunir información para recrear escenas de la
vida en color en esa época».
Laursen, Lucas
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