domingo, 22 de junio de 2014

¿El Gran Cometa de 1997?

Desde que hay recuerdo escrito hace milenios y hasta épocas recientes, la observación del cielo arroja el promedio de aproximadamente un cometa brillante cada década. Sin embargo, lo que llevamos de siglo ha sido francamente parco en apariciones cometarias espectaculares. Los astrónomos se quejan con toda la razón del mundo de que los protagonistas de este drama hayan decidido ausentarse justo ahora, en la época de mayor florecimiento de todas las ciencias, cuando el arsenal de herramientas de observación es el más potente de la historia. Nuestros abuelos fueron afortunados, pues gozaron en 1910 de un espectáculo que no se ha repetido desde entonces: junto a algún otro menos brillante, dos fueron los grandes cometas que adornaron el cielo ese año. Uno de ellos, ni más ni menos que el famoso Halley en una de sus mejores actuaciones. El otro, el llamado Gran Cometa Diurno de 1910, fue un monstruo tan brillante que resultó visible incluso a plena luz del día. Desde entonces, los cometas débiles se han prodigado como siempre, pero muy pocos son los que han llegado a ofrecer un espectáculo llamativo observado a simple vista. En 1973 el Kohoutek, con más ruido que nueces, anunció el fin de la democracia en Chile. Poco después, en 1976, el West la trajo de vuelta para España. En 1986 regresó el Halley, pero su actuación no fue ni la sombra de su anterior paso.Dado que los cometas están compuestos esencialmente de agua, la situación se puede calificar como de grave sequía celeste (extraña que a los astrólogos no se les haya ocurrido usarla como explicación de la sequía terrestre que padecemos). Los grabados de los libros antiguos despiertan nuestra envidia: Gran Cometa de 1811, Gran Cometa de 1843, Gran Cometa de 1861, Gran Cometa de 1881, Gran Cometa de 1882, Gran Cometa Diurno de 1910... ¿Cuándo nos tocará a nosotros, espectadores de finales del siglo veinte!
Agosto de 1995: los astrónomos especializados en el estudio de los cometas miran al cielo entre nerviosos e incrédulos. Dos aficionados estadounidenses han encontrado un cometa entre las órbitas de Júpiter y Saturno, al cual se ha dado el nombre, como es usual, de sus descubridores: el cometa Hale-Bopp. Lo que fascina de este astro es su brillo, pues no es en absoluto frecuente que un cometa sea accesible a telescopios pequeños (décima magnitud) a distancias tan grandes. En su camino de aproximación al Sistema Solar interior, sería de esperar que su brillo no hiciera sino aumentar debido a los efectos combinados de la cercanía y del incremento de la actividad del cometa a causa del calor del Sol. El Hale-Bopp visitará las cercanías del Sol y de la Tierra a principios de 1997. Si todo marcha como es debido, tendremos lo nunca visto: un cometa muy brillante en condiciones de observación excelentes. Hay quien se ha apresurado a comparar el Hale-Bopp, por su brillo y características orbitales, con el Gran Cometa de 1811. ¿Es posible? ¿Un cometa de primera magnitud en el cielo de la tarde? ¿Tal y como nuestros bisabuelos dejaron escrito en los libros? Cuesta creer tanta dicha, y por ello los mismos astrónomos insisten en recomendar ante todo mucha calma.
A estas alturas el público debe haber aprendido a desconfiar de los anuncios de grandes espectáculos astronómicos. La publicidad dada al Halley en 1986 provocó más decepción que otra cosa dada la mediocridad del fenómeno. También cundió el desconcierto con el anuncio desaforado de la lluvia de meteoros de las Perseidas en el verano de 1993. En 1994, el choque de un pequeño cometa con Júpiter recibió una cobertura informativa amplia, pero no tuvo el más mínimo efecto observable para el ciudadano de a pie. ¿Qué ocurre? ¿Es que la ciencia no es exacta? Por supuesto que no. Recibamos estos anuncios, y el del cometa Hale-Bopp entre ellos, con la máxima cautela y grandes dosis de escepticismo. Por el momento sabemos dónde y cuándo estará el cometa, pero la evolución futura de su brillo es todavía una incógnita. Bien podría ocurrir como con el ya mencionado cometa Kohoutek, que también mostró un brillo inusitado entre las órbitas de Júpiter y Saturno, pero al parecer fue debido a una explosión transitoria. La luminosidad decreció posteriormente y al acercarse a la Tierra no era más que un astro discreto. Disponemos de más de un año para seguir el comportamiento del Hale-Bopp: vigilémoslo de cerca. Tal vez en unos meses sabremos qué nos deparará.
El cometa Hale-Bopp se desplaza actualmente en la región celeste de Sagitario. En esa zona efectuará un par de lentas cabriolas que lo llevarán de aquí a un año hacia el norte, a la región de Ofiuco y el Escudo. A finales de 1996 cruzará el ecuador celeste y su movimiento aparente se acelerará en dirección al norte, siguiendo la vía láctea, hacia la constelación del Cisne. Predicciones moderadamente optimistas estiman que en su momento de mayor proximidad a la Tierra, en marzo de 1997, el cometa lucirá tanto como las estrellas más brillantes. Otros cálculos predicen que su luminosidad podría llegar a ser comparable a la de Venus. El Hale-Bopp alcanzará su mayor cercanía al Sol a comienzos de abril de 1997, cuando aparezca en el cielo entre las constelaciones de Casiopea y Andrómeda. A partir de entonces comenzará un declive rápido que lo apartará de nuestra vista en pocas semanas. ¿Recordaremos su actuación como una maravilla o como otra decepción? El posible Gran Cometa de 1997 es una excusa perfecta para recuperar el interés por mirar al cielo, ese espectáculo tan lejano y tan olvidado pero a la vez tan accesible. Ojalá no nos defraude y brinde al respetable aquello a lo que tiene derecho después de tanta sequía celestial.

David Galadí-Enríquez.
Departament d'Astronomia i Meteorologia, Univ. de Barcelona.


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