miércoles, 18 de enero de 2017

¿Debemos modificar el ADN humano?


El año 2015 terminó con el sistema CRISPR/Cas9 de edición genómica siendo considerado como el gran descubrimiento del año por la revista Science. De hecho, 2015 no fue el año de su descubrimiento (las primeras secuencias CRISPR fueron descubiertas por microbiólogos, entre los que se encuentra el científico español Francis Mojica, entre los años 1987-1993) sino más bien el año en que la comunidad científica general se dio cuenta de las innumerables aplicaciones de esta novedosa herramienta molecular en todas las áreas de la biología, desde agrotecnología y ganadería, control de pestes y parásitos, investigación biomédica... Y fue durante el 2016 cuando este sistema se encumbró como una técnica extremadamente versátil, con publicaciones científicas a doquier sobre edición genómica, ediciones extras de todas las revistas científicas relevantes dedicadas a CRISPR (como Nature, o Science) y comentarios incluso en las secciones de divulgación científica de la prensa general.
¿En qué consiste el sistema CRISPR/Cas9? Numerosas revisiones ofrecen un recorrido exhaustivo de su descubrimiento y sus aplicaciones (recomendable, Mojica y Montoliu, Trends in Microbiology 24(10):811-20, 2016), pero para este artículo bastará recordar que este sistema tiene su origen en un mecanismo de defensa inmunitaria que tienen muchas bacterias contra sus virus. Se basa en el reconocimiento muy preciso de secuencias en el genoma de los virus, combinado con una enzima nucleásica capaz de cortar estas secuencias con gran eficiencia y precisión, de forma que el ADN vírico se destruye.
A partir de este conocimiento, varios grupos de investigadores han modificado este sistema para que actúe y corte cualquier tipo de ADN, incluso el ADN dentro de las células de un organismo vivo, es decir, han modificado este sistema para convertirlo en una herramienta de precisión casi quirúrgica, un bisturí molecular que corta de forma dirigida y planeada una secuencia de ADN dentro de un gen en una localización cromosómica concreta, de forma que la célula, al reparar el corte, generará mutaciones, normalmente de disrupción y pérdida de función del gen. En su función más básica, apagamos un gen y deja de funcionar de forma definitiva en la célula y todas sus células hijas.
Actualmente, hay variaciones de la técnica en que podemos introducir nuevos genes, o incluso, modificar de forma precisa un gen, corrigiendo una mutación o introduciendo una nueva variante que codifique para una proteína ligeramente distinta. En resumen, el sistema CRISPR es una herramienta molecular simple, elegante, eficiente y accesible. Cualquier laboratorio puede permitirse su uso, sea en células en cultivo o en cualquier organismo vivo, y de aquí la gran revolución. Ahora tenemos unas tijeras moleculares versátiles y supereficientes para cortar el ADN dentro de nuestra maleta de herramientas biotecnológicas, sin grandes complejidades técnicas ni coste elevado, para usar a discreción. CRISPR/Cas9 está definitivamente dentro de nuestro posible carrito de la compra.
Evidentemente que si podemos utilizar esta tecnología para editar el genoma de champiñones y mediante la destrucción de un gen lograr champiñones que no se vuelven parduzcos tras cortarlos, crear nuevas variantes de ovejas con mayor musculatura, generar insectos que no pueden transmitir la malaria, modificar genéticamente de forma precisa ratones para estudiar la función de genes y elementos reguladores de la expresión y editar el genoma de células humanas para emular en una cápsula de Petri una determinada enfermedad genética, también podemos usar esta tecnología directamente en seres humanos.

Y de este tema en particular va esta contribución, sobre la edición genómica del genoma humano. Sobre si hemos pensado realmente cuándo y en qué circunstancias y condiciones estamos de acuerdo en modificar el genoma. Aquellas "viejas" discusiones y consideraciones de cuando se diseñaron las primeras técnicas de biología molecular, se aprobaron los primeros ensayos de terapia génica en humanos o se lograron las primeras células embrionarias humanas, vuelven con fuerza.
Porque ahora, la técnica CRISPR y todas sus derivadas están haciendo posible lo que antes era pura entelequia, la modificación permanente encélulas germinales del genoma humano, es decir, "tocar" las instrucciones genéticas de una persona cuando es un embrión y que éstas puedan pasar a su descendencia, modificando de forma dirigidael genoma que ha de ser transmitido a los humanos del futuro.
Podríamos pensar en eliminar mutaciones humanas que causan enfermedades muy severas. Incluso nos podríamos atrever a pensar en cómo generar humanos a la carta, según demanda. Y antes de que todo esto suceda, quizás hay que hacer un alto en el camino para informar a la sociedad y empoderarla en conocimiento, y así entre todos decidir cuáles van a ser las aplicacioones que apoyamos y cuáles no nos parecen correctas. Es probable que el uso de esta y otras tecnologías para curar enfermedades nos parezca aceptable e incluso loable, mientras que la modificación genética para el mejoramiento humano no nos parezca plausible.
Hace falta legislar y aconsejar al legislador, que suele saber de leyes, pero no de ciencia. También deberíamos comprender que en un mundo global, las cuestiones bioéticas no son patrimonio de ninguna sociedad en particular, y que no todas comparten los mismos valores ni persiguen los mismos objetivos.
En este sentido, 2015 se presentaron por primera vez resultados de investigadores chinos sobre la edición genómica por CRISPR/Cas9 en embriones humanos no viables (triploides), aunque con baja eficiencia. Este artículo abrió la caja de Pandora sobre qué queremos realmente, y múltiples voces se elevaron pidiendo moratorias sobre experimentos de edición genética del genoma humano en embriones.
En 2016, se aprobó la primera investigación en el Reino Unido en embriones humanos "sanos" para estudiar la infertilidad humana y los estadios de desarrollo iniciales, pero con la resolución explícita de que no van a ser nunca implantados, pero en Suecia (además de China) también están valorando la aprobación de ensayos controlados en embriones humanos (de nuevo y de momento, sin implantar). Pensemos que en estos casos, editar el genoma de un embrión implica haber editado el genoma de todas o casi todas las células del adulto que resulte de este embrión incluidos los espermatozoides y óvulos que puedan generar, de ahí la prohibición expresa de la implantación de estos embriones modificados (al menos, hasta que no haya una legislación más clara al respecto).
Lo que en la mayoría de las sociedades puede aceptarse sin entrar en cuestiones bioéticas más controvertidas es la terapia génica usando la tecnología CRISPR, una terapia sin modificar el genoma de las células germinales sino sólo las células del paciente en un órgano concreto, un tema particularmente relevante para encontrar una terapia para enfermedades que no tienen cura. De momento, ya hay varios protocolos en fase de ensayo inicial usando células editadas por otras herramientas de edición genómica en el Reino Unido (basada en las enzimas TALEN, parecido al sistema CRISPR pero menos eficiente y más costoso), así como nuevos protocolos usando la técnica CRISPR, de momento sólo contra cánceres muy agresivos, en China y EE.UU.
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Sea como fuere, el sistema CRISPR está aquí para quedarse, es una herramienta tecnológica muy potente, que nos permitirá avanzar a una velocidad impensable en el conocimiento científico, y claramente modificará el mundo biológico tal y como lo conocemos, incluido el ser humano y su futuro genético. Hace falta más reflexión y más documentos como el que ha publicado en fecha reciente el Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona.
En este documento se plantea la realidad científica actual y se proponen una serie de recomendaciones, entre las que destacan ir paso a paso y caso a caso, permitiendo la investigación básica, aprobando el uso terapéutico en células somáticas, evaluando la posibilidad de aprobar la terapia germinal en casos de enfermedades muy severas, y deteniendo su empleo para el mejoramiento humano (biological enhancement).
Aún cuando debemos admitir que hay líneas grisespara delimitar qué es terapia, qué es mejora. Para ello, debemos seleccionar comités de bioética que valoren con rigor científico y garantías los proyectos de investigación y sus objetivos finales, y también es necesario implicar a los medios de comunicación y a la sociedad en general, para transmitir y compartir una información serena y ponderada, que nos empodere a decidir, con respeto por los derechos de las personas, y siempre considerando los principios de justicia y equidad que deseamos para nuestro futuro, como sociedad y como especie.
Gemma Marfany para IyC


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