martes, 31 de julio de 2018

La Hermana Gemela de la Via Lactea

Científicos de la Universidad de Michigan (EE.UU.) han encontrado a una hermana perdida de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Se trata de una galaxia masiva con un pasado atroz. Hace 2.000 millones de años, fue triturada y canibalizada por la vecina Andrómeda, la galaxia espiral más cercana a la nuestra, a «solo» a dos millones de años luz de distancia. 
Según publica la revista «Nature Astronomy», el crimen dejó huella. A pesar de que fue prácticamente pulverizada, la gigantesca víctima dejó un rico rastro de evidencias: un halo casi invisible de estrellas más grande que aún que la propia Andrómeda, una elusiva corriente de estrellas y una galaxia compacta enigmática y separada, M32. 
Esta galaxia interrumpida, bautizada M32p, era el tercer miembro más grande del grupo local de galaxias, después de la Vía Láctea y la hambrienta Andrómeda (unos 220.000 años luz y cientos de miles de millones de estrellas). Los científicos saben desde hace tiempo que este gran halo de estrellas casi invisible que rodea a las galaxias contiene los restos de otras canibalizadas más pequeñas. Una galaxia como Andrómeda pudo haber consumido a cientos de sus compañeras más pequeñas, por lo que parecía muy complicado identificar a una sola de ellas. 
Sin embargo, utilizando modelos de computadora, Richard D'Souza y Eric Bell, del Departamento de Astronomía de la Universidad de Michigan, pudieron reconstruir la historia de la galaxia perdida. De esta forma, comprendieron que aunque Andrómeda había consumido muchas galaxias compañeras, la mayoría de las estrellas en su débil halo se formaron en gran medida destruyendo una sola de ellas.
«Fue un momento 'eureka'. Nos dimos cuenta de que podíamos utilizar esta información del halo estelar externo de Andrómeda para inferir las propiedades de la galaxia más grande destruida», señala D'Souza. «Los astrónomos han estado estudiando el Grupo Local, la Vía Láctea, Andrómeda y sus acompañantes, durante mucho tiempo. Fue impactante darse cuenta de que la Vía Láctea tenía una hermana mayor, y nunca lo supimos», añade Bell. 
Esta galaxia triturada por Andrómeda, M32p, era al menos 20 veces más grande que cualquier galaxia que se haya fusionado con la Vía Láctea a lo largo de su historia. M32p era la tercera galaxia más grande en el grupo local después de Andrómeda y la Vía Láctea, según los investigadores. 

El hueso de una ciruela

A su juicio, este trabajo también podría resolver un misterio de larga data: la formación de la enigmática galaxia satelital M32 de Andrómeda. Los autores sugieren que el compacto y denso M32 es el centro superviviente de la hermana perdida de la Vía Láctea, como el hueso indestructible de una ciruela.
«M32 es un bicho raro», explica Bell. «Aunque parece un ejemplo compacto de una galaxia elíptica antigua, en realidad tiene muchas estrellas jóvenes. Es una de las galaxias más compactas del universo. No hay otra galaxia como esta».
Según los investigadores, su estudio puede alterar la comprensión tradicional de cómo evolucionan las galaxias. Se dieron cuenta de que el disco de Andrómeda sobrevivió a un impacto con una galaxia masiva, lo que cuestionaría la sabiduría común de que tales interacciones grandes destruirían los discos y formarían una galaxia elíptica.
El momento de la fusión también puede explicar el engrosamiento del disco de la galaxia de Andrómeda, así como un estallido de formación de estrellas hace dos mil millones de años, un hallazgo que fue alcanzado de forma independiente por investigadores franceses a principios de este año.
«La galaxia de Andrómeda, con un estallido espectacular de formación de estrellas, se habría visto muy diferente hace 2 mil millones de años», asegura Bell. El método utilizado en este estudio se puede utilizar para otras galaxias, de forma que los astrónomos puedan comprender cómo las galaxias de disco como la Vía Láctea evolucionan y sobreviven a grandes fusiones.

Los neandertales sí sabían hacer fuego

El dominio del fuego fue, sin duda, un acontecimiento clave en la evolución humana, pero parece que no fuimos los únicos que lo conseguimos. Los neandertales, que vivieron durante miles de años en Europa antes de extinguirse por causas desconocidas, también sabían cómo sacar chispas utilizando herramientas de piedra, según concluye un nuevo estudio publicado en «Scientific Reports».
Varias investigaciones anteriores han demostrado que los neandertales emplearon el fuego. Algunas sugieren que cocinaban las verduras, un ejercicio gastronómico que da muestra de su sofisticada inteligencia, o incluso que podían quemar los restos orgánicos para mantener limpias sus cuevas y evitar infecciones. No hay duda de que se aprovechaban de las ventajas de las llamas, pero el medio por el cual las adquirían no ha estado del todo claro. ¿Recurrían a un árbol ardiendo tras una tormenta eléctrica o las producían ellos mismos? 
Esta pregunta ha sido, hasta ahora, un tema de debate entre arqueólogos y expertos en evolución humana. En muchos yacimientos de toda Eurasia de Homo sapiens, la especie a la cual pertenecemos, se han recuperado evidencias de fuegos provocados a golpes de pirita (un mineral que contiene hierro) contra el pedernal. Sin embargo, no se han encontrado esas herramientas en los yacimientos neandertales, lo que ponía en duda su capacidad de encenderlo. 

Una navaja suiza

El equipo de Andrew Sorensen, arqueólogo de la Universidad de Leiden (Países Bajos), analizó una serie de herramientas de pedernal descubiertas previamente que los neandertales habían utilizado en otras tareas, como la carnicería de animales, en busca de indicios de que también podrían haber sido utilizadas para conseguir una hoguera. «Estos bifaces (hachas de mano) de hace unos 50.000 años de antigüedad eran efectivamente la navaja suiza del neandertal, utilizada para numerosas tareas diferentes», explica Sorensen en diferentes medios anglosajones
Neandertales alrededor del fuego
Neandertales alrededor del fuego - Archivo

Con esa idea en mente, los investigadores identificaron rastros de minerales en los lados planos de las herramientas que evidenciaban que habían sido repetidamente golpeadas con un material mineral duro. Al utilizar los lados planos del bifaz, los neandertales pudieron mantener los bordes de sus herramientas afilados para otras tareas. Los autores trataron de recrear la actividad con ocho herramientas de sílex de réplica y consiguieron encender un fuego con facilidad. 
Tras estos experimentos, los autores concluyen que los neandertales utilizaron herramientas para iniciar sus propios fuegos, lo que, de estar en lo cierto, los hace aún más semejantes al hombre anatómicamente moderno. Esta habilidad se sumaría a otras como adornarse, cocinar, cazar en grupo, enterrar a sus muertos e incluso ser artistas, lo que aumenta aún más la incógnita de por qué, si eran tan listos, desaparecieron de Europa hace unos 42.000 años.
J de J

LAS CÉLULAS CAMBIAN DE FORMA PARA PODER ESTAR MÁS JUNTAS

Las células cambian de forma para poder estar más juntas
Esquema que representa las diferentes formas de las células al unirse. Crédito: Luis M. Escudero (Seville University, Spain), Javier Buceta (Lehigh University, USA), Pedro Gomez-Galvez, Pablo Vicente-Munuera and scientists from Andalucian Center of Developmental Biology, and the Severo Ocha Center of Molecular Biology.
A medida que se desarrolla un embrión, los tejidos se pliegan en formas tridimensionales complejas que producen, finalmente, los órganos. Las células epiteliales son los bloques de construcción de este proceso que forman, por ejemplo, la capa externa de la piel, recubren los vasos sanguíneos y los órganos de todos los animales.
Estas células se juntan herméticamente. Para acomodar la curvatura que se produce durante el desarrollo embrionario, se ha supuesto que adoptan formas de columnas o similares a una botella.
Sin embargo, un grupo de científicos profundizó en este fenómeno y descubrió una nueva forma geométrica en el proceso. Liderados por Luis M. Escudero(Universidad de Sevilla, España) y Javier Buceta (Universidad de Lehigh, EE. UU.), junto a expertos del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo y el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, los autores descubrieron que, durante la flexión del tejido, las células epiteliales adoptan una forma previamente no descrita que permite a las células minimizar el uso de energía y maximizar la estabilidad. Los resultados se han publicado en Nature Communications
“Durante el proceso de modelado – explica Bucetta –, los resultados que vimos fueron extraños. . Nuestro modelo predijo que, a medida que aumenta la curvatura del tejido, las columnas y las formas de las botellas no eran las únicas formas que las células podían desarrollar. Para nuestra sorpresa, la forma adicional ni siquiera tenía un nombre en matemáticas. Esto representó una oportunidad de nombrar una nueva forma”.
El hallazgo podrían allanar el camino para comprender la organización tridimensional de los órganos epiteliales y conducir a avances en la ingeniería de tejidos.
“Por ejemplo, si pretendemos cultivar órganos artificiales, este descubrimiento podría ayudarlo a construir un armazón para fomentar este tipo de unión de células, imitando con precisión la forma de la naturaleza de desarrollar tejidos de manera eficiente”.
Juan Scaltier para Quo

Mitad 'ballena', mitad delfín: así es el 'balfín' descubierto en aguas de Hawái, el primer híbrido conocido de su clase

Hasta ahora, conocíamos como balfín a un híbrido muy singularfruto del apareamiento del delfín de nariz de botella con la falsa orca. Una criatura marina perteneciente a la familia Delphinidae, la de los delfines oceánicos, cuya denominación puede que deba ampliar su significado.
La razón es que un grupo de investigadores oceánicos ha podido confirmar recientemente que el animal que avistaron el año pasado en un viaje a las aguas de la isla hawaiana de Kauai es el resultado de la unión entre un delfín de hocico estrecho y un delfín de cabeza de melón, conocido en inglés como ballena de cabeza de melón.

El primero híbrido conocido de su clase


Los oceanógrafos de la organización Cascadia Research Collective divisaron el animal mientras estudiaban mamíferos marinos el año pasado en aguas hawaianas. Observando una manda de ballenas y delfines que nadaban juntos, notaron que una de las criaturas tenía características de pigmentación y morfología que sugerían que pudiese ser un híbrido.
Tras el avistamiento del posible balfín, los investigadores consiguieron hacerse con una muestra de piel y grasa del animal con la que ahora han confirmado que se trata del primer híbrido conocido entre una melon-headed whale y un rough-toothed dolphin. Aunque no descartan que haya más híbridos dado que los encuentros entre ambas especies son habituales.
Observando una manda de ballenas y delfines, apareció el híbrido entre un delfín de hocico estrecho y un delfín de cabeza de melón
Según miembros de organización sin ánimo de lucro que encontró al animal, probablemente el apareamiento se produjo cuando una ballena hembra fue separada de su manada y se unió a un grupo de delfines.
Ambas especies de cetáceo odontoceto son, en cualquier caso, raramente vistas en el área donde se encontró al híbrido mitad ballena, mitad delfín. Y ponemos ballena entre comillas porque aunque puedan recibir esta denominación, no dejan de ser miembros de la familia Delphinidae, tal y como decíamos al principio. Una familia en la que se incluyen tanto delfines como orcas, orcas pigmeas, orcas falsas o ballenas piloto.
En cautiverio solamente se conoce un caso del hibridismo que dio lugar a la denominación balfínwholphin en inglés. Fue el 15 de mayo de 1985 cuando, por sorpresa, nació en una piscina del Sea Life Park de Hawái una hembra fruto del apareamiento entre un delfín de nariz de botella y una falsa orca. Kekaimalu, que así se llamó, tuvo descendencia en tres ocasiones tras ser apareada con un delfín de nariz de botella.
Imagen principal | Mark Interrante (CC BY-SA 2.0)

Descubren un gran lago de agua líquida bajo el polo sur de Marte

Judith de Jorge
Oculto bajo la superficie helada del polo sur de Marte, existe un gran lago de agua líquida de 20 kilómetros de diámetro, el primero encontrado en el Planeta rojo. El hallazgo, realizado por un equipo de astrónomos italianos a partir de imágenes del orbitador europeo Mars Express, aparece publicado en la revista «Science» y ha sido anunciado por la Agencia Espacial Italiana en Roma. Según explican, esta masa de agua muy fría es salobre, un hábitat no muy amable para la vida. Sin embargo, los científicos dicen que recuerda a las reservas subglaciales de la Antártida, donde sí se han encontrado organismos sencillos. 
Hace miles de millones de años, Marte albergaba mares y ríos de los que hoy quedan barrancos y canales como vestigios. Pero su atmósfera adelgazó y se enfrió y, en la actualidad, el agua líquida en su superficie parece destinada a evaporarse. El agua sobrevive congelada en los casquetes polares o en depósitos de hielo subterráneos, áreas que son mapeadas por el instrumento Marsis (Mars Advanced Radar for Subsurface and Ionosphere Sounding) a bordo de la sonda europea Mars Express. Este instrumento envía pulsos de radar que penetran en el terreno y los bloques de hielo para después medir el tiempo que tardan en reflejarse en la nave espacial y con qué fuerza. Los ecos reflejados proporcionan a los científicos información sobre lo que se encuentra debajo. 
Entre mayo de 2012 y diciembre de 2015, el equipo de Roberto Orosei, del Instituto Nacional de Astrofísica en Bolonia, utilizó Marsis para inspeccionar una región llamada Planum Australe, ubicada en el polo sur de Marte. En 29 pasadas, sondeó un área que exhibía un cambio muy brusco en su brillo. Además, el análisis de los ecos mostraba que tiene una constante dieléctrica alta, una característica propia de los materiales acuosos. Los investigadores están convencidos de que se trata de un lago que se extiende unos 20 kilómetros y que está situado a aproximadamente 1,5 kilómetros por debajo de la superficie del hielo. Si están en lo cierto, sería la primera vez que se observa un cuerpo estable de agua líquida en Marte.
Los investigadores creen que esta reserva es similar a los lagos subglaciales que se encuentran debajo de las capas de hielo de la Antártida en la Tierra, como el famoso lago antártico Vostok, a unos 4 kilómetros por debajo del hielo. En esos lugares extremos «sobreviven organismos unicelulares con metabolismos adaptados». En Vostok, investigadores estadounidenses identificaron hace algunos años lo que parecían ser miles de especies simples a través de análisis genéticos. ¿Pero podría ser el lago marciano un lugar habitable? «Desde luego, no es un ambiente muy agradable para la vida», reconoce Orosei. 

Una salmuera

Recreación de la Mars Express en el polo sur de Marte
Recreación de la Mars Express en el polo sur de MarteESA / INAF / Davide Coero Borga
Para empezar, la temperatura del lago marciano ronda los -68ºC, inferior al punto de congelación del agua pura. «En esas condiciones, el agua líquida solo puede ser salobre, ya que las sales reducen el punto de congelación», explica a ABC Anja Diez, glacióloga del Intituto Polar Noruego, quien trabaja en la Antártida y firma un artículo relacionado en «Science». En efecto, las sales disueltas de magnesio, calcio y sodio, que se sabe están presentes en las rocas marcianas, podrían disolverse en el agua para formar una salmuera. Junto con la presión del hielo superpuesto, el punto de fusión se reduce, lo que permite que el lago permanezca líquido, como ocurre en nuestro planeta. «Por ejemplo, en los Valles Secos (Antártida) se ha encontrado un lago de salmuera. Sin embargo, la concentración de sal en el agua es mucho menor de lo que se espera para el de Marte», apunta la investigadora. 
En cuanto a la profundidad del lago, está estimada en al menos un metro, aunque Diez señala que es imposible conocerla realmente, ya que los datos de radar solo proporcionan imágenes de la superficie de la masa de agua. Lo que sí considera factible es que existan más lagos marcianos como este, que podrían ser revelados en el futuro con nuevos estudios y mejores mediciones. «Esta es solo una pequeña área de estudio; es una perspectiva emocionante pensar que podría haber más de estas bolsas subterráneas de agua en otros lugares, aún por descubrir», subraya Orosei. Según explica, para conocer más sobre el nuevo lago descubierto y hallar evidencias directas de su existencia «haría falta enviar allí unos robots que perforasen a 1,5 kilómetros de profundidad, pero esa es una tecnología que aún no está desarrollada». Si la vida alguna vez existió en Marte sigue siendo una pregunta abierta.
El radar de la Mars Express sondea la región Planum Australe. La potencia de los ecos se muestran con un código de color, donde el azul oscuro corresponde a las reflexiones más fuertes emitidas por la masa de agua líquida
El radar de la Mars Express sondea la región Planum Australe. La potencia de los ecos se muestran con un código de color, donde el azul oscuro corresponde a las reflexiones más fuertes emitidas por la masa de agua líquida - USGS Astrogeology Science Center, Arizona State University, INAF, ESA

domingo, 22 de julio de 2018

jueves, 19 de julio de 2018

La edición del genoma humano

HUMAN GENOME EDITING
SCIENCE, ETHICS, AND GOVERNANCE
Varios autores
National Academies Press, 2017
Sabido es que, en la interrelación entre teoría y experimentación, la incorporación de nuevas herramientas y el refinamiento de las existentes facilitan el avance de la ciencia al plantear nuevas cuestiones y generar soluciones inesperadas. En el área de la salud y la medicina, investigadores básicos y clínicos han venido aplicando desde hace años técnicas de biología molecular para tratar o prevenir la enfermedad.
Desde su introducción hace unos cinco años, la edición genómica mediante el sistema CRISPR-Cas9 se ha convertido en herramienta clave de laboratorios del mundo entero. Para aplicar la edición genómica al ser humano, importa analizar las cuestiones científicas, éticas y sociales que plantea. Conviene también examinar la capacidad de la administración pública a la hora de asegurar un uso y un desarrollo responsables de la técnica. A imagen de lo que sucede con otros avances en medicina, a la ponderación de sus beneficios hemos de contraponer la consideración sobre sus riesgos, con atención a marcos reguladores. Human genome editing: Science, ethics, and governance es la respuesta dada a tales esperanzas y preocupaciones por las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos.
La historia reciente de la ciencia registra pasos importantes en la elucidación del papel de la genética en enfermedades y estados muy dispares, desde la anemia falciforme o la distrofia muscular hasta la fibrosis quística, la sordera o la ceguera. Unos resultan de la mutación de un gen, pero la mayoría implican una compleja interrelación entre factores genéticos y ambientales. En todo caso, la investigación no cesa de progresar. Acaba de descubrirse, por ejemplo, que la mutación de la anemia falciforme surgió hace unos 7300 años para, más tarde, diferenciarse el alelo ancestral en diversos haplotipos.
Las herramientas que permiten a los investigadores alterar las secuencias de ADN para entender o mejorar su función no son nuevas. Sin embargo, en años recientes hemos asistido a una eclosión de técnicas de edición genómica que permiten cambios más fáciles, mejor controlados y más precisos del ADN. Esas medidas se basan en enzimas exógenas que cortan el ADN por lugares predeterminados, combinadas con procesos endógenos que reparan el ADN roto, lo que facilita que se añadan letras al genoma o bien que se modifiquen o eliminen algunas de las existentes.
Las secuencias genéticas dibujan solo una parte del cuadro biológico. Queda mucho por descifrar sobre cómo y cuándo se activan e inactivan los genes y sobre el papel del epigenoma. La expresión génica controlada y las alteraciones epigenéticas repercuten en el modo en que los tejidos se desarrollan y se diferencian, y presentan ramificaciones en otros ámbitos, como la oncología y la embriología.
Desde hace decenios, la comunidad científica venía cubriendo etapas en investigación genética que se prometían transformadoras de la sociedad: la técnica del ADN recombinante, la investigación sobre células madre embrionarias, la clonación humana y, por fin, el advenimiento de la edición genómica, una herramienta novedosa y muy potente. (La expresión edición genómica es más amplia que la de edición génica: la edición puede afectar a segmentos de la secuencia que no formen parte de gen alguno, como las zonas que regulan la expresión génica.)
Los nuevos métodos se apoyaron en el reconocimiento proteico de secuencias de ADN específicas, meganucleasas, nucleasas de dedos de zinc (ZFN), nucleasas efectoras de tipo activador de transcripción (TALEN) y, en fecha más reciente, el sistema CRISPR-Cas9. Este sistema de edición genómica ha constituido una bendición para los investigadores, al permitirles manipular un extenso elenco de genomas con rapidez y precisión.
Las primeras publicaciones al respecto, aparecidas en 2012 y 2013, explicaban que el sistema CRISPR-Cas9, derivado de un mecanismo bacteriano de defensa contra la infección vírica, podía domeñarse para controlar cambios genéticos en cualquier ADN, incluido el humano [véase «El descubrimiento del sistema CRISPR-Cas», por Francisco J. M. Mojica y Cristóbal Almendros; Investigación y Ciencia, octubre de 2017]. Esta nueva herramienta se ha venido empleando con gran precisión para la edición del ADN y en multitud de otras aplicaciones. La investigación tampoco cesa en este terreno: se ha acotado cierta variante de Cas9 sumamente precisa que demuestra una altísima especificidad a lo largo del genoma sin comprometer la actividad celular. Otro ejemplo es la modificación denominada «CRISPR arcoíris», un sistema que marca con suma facilidad múltiples loci genómicos de las células.
Hace poco se comprobó que el sistema CRISPR-Cas9 podía hacer algo más que servir de mecanismo de defensa frente a fagos invasores en su entorno bacteriano nativo. Trabajando con E. coli se ha observado que dicho sistema podría acelerar la evolución de algunos microorganismos. Bacterias y bacteriófagos se dotan de mecanismos de defensa y ataque para proteger su propio genoma y degradar el ajeno. El sistema CRISPR-Cas es un mecanismo de defensa bacteriano que reconoce breves secuencias del genoma del fago invasor y lo destruye con el ataque de una nucleasa. Los investigadores Pan Tao y sus colaboradores descubrieron que el sistema CRISPR-Cas podía acelerar también la evolución del fago. Ello podría constituir una espada de doble filo que aportara ventajas a la supervivencia de bacterias y fagos, induciendo su coevolución y abundancia sobre la Tierra.
En líneas generales, la edición genómica puede aplicarse a dos objetivos muy amplios: intervenciones somáticas e intervenciones de la línea germinal. La investigación básica puede centrarse en los mecanismos celulares, moleculares, bioquímicos, genéticos o inmunológicos, incluidos los que afectan a la reproducción y al desarrollo de la enfermedad, así como en las respuestas al tratamiento. En su mayor parte, la investigación básica sobre células humanas utiliza células somáticas; es decir tipos celulares no relacionados con la reproducción (células de la piel, hígado, pulmón, etcétera). Sin embargo, hay también trabajos que utilizan células de la línea germinal: embriones tempranos, óvulos, espermatozoides y células que dan origen a óvulos y espermatozoides. Estos casos entrañan consideraciones éticas y reguladoras a propósito de la forma en que se recaban tales células y los fines que persigue la investigación básica [véanse «La cumbre sobre edición genética en humanos concluye con opiniones divergentes», por Sara Reardon, Investigación y Ciencia, febrero de 2016; y «Edición genética de embriones humanos», por Nerges Winblad y Fredrik Lanner, Investigación y Ciencia, octubre de 2017].
A diferencia de la investigación básica, la investigación clínica se refiere a las intervenciones en humanos. En los países que poseen regulaciones complejas al respecto, las posibles aplicaciones deben pasar una fase de investigación supervisada antes de ponerlas al alcance de los pacientes. Las aplicaciones clínicas de la edición genómica que afectan a las células somáticas condicionan solo al paciente, lo mismo que cualquier otra terapia a la que se someta; no repercuten en la progenie. En cambio, las intervenciones en la línea germinal se proponen alterar el genoma, de suerte que afectaría no solo al hijo engendrado, sino también a sus descendientes.
La edición genómica fue nombrada método del año 2011 por la revista Nature Methods. En particular, el sistema CRISPR-Cas9 de edición genómica fue reconocido como hito del año en 2015 por Science. Esta técnica ha despertado el interés de científicos de todo el mundo en razón de su influencia directa sobre procesos biológicos fundamentales y sobre la salud y el bienestar humanos. Una promoción que, como en otras ocasiones de la historia de la ciencia, no va exenta de objeciones graves ante posibles repercusiones en lo concerniente a enfermedades, condicionamiento de la progenie y profundización en las diferencias sociales.

Un paso más hacia los bebés in vitro con tres progenitores

Un grupo de políticos australianos ha publicado una hoja de ruta para que el país avance hacia la legalización de la donación mitocondrial. Las recomendaciones de la comisión, publicadas a finales de junio, incluyen que el Gobierno consulte a científicos y a la sociedad sobre la posibilidad de autorizar el uso clínico de esta técnica de fecundación in vitro.
La donación mitocondrial intenta evitar que los hijos hereden ciertos trastornos cuyo origen se halla en mutaciones del ADN de las mitocondrias, los orgánulos encargados de suministrar energía a las células. Para ello, se usa un óvulo sano y se crea a partir de él un embrión con el ADN nuclear de dos personas y el ADN mitocondrial de una tercera. Dicho embrión puede implantarse después mediante técnicas de reproducción asistida.
Recreación tridimensional del proceso de fecundación in vitro de un óvulo humano. [man_at_mouse/iStock]

Hoy por hoy, Reino Unido es el único país que permite la donación mitocondrial, si bien hasta ahora no ha nacido ningún bebé por medio de esta técnica. Singapur también está considerando legalizarla.
La comisión australiana, compuesta por parlamentarios del partido gobernante, el principal partido opositor y otros grupos con menor representación, llevó a cabo una investigación de tres meses antes de presentar sus recomendaciones al Ejecutivo.
Dichas recomendaciones incluyen que el Gobierno prepare opciones para los cambios en las leyes que permitirían la autorización de la técnica, y que, mientras tanto, facilite que los australianos con enfermedades mitocondriales puedan ser tratados en el Reino Unido. Los científicos y las asociaciones de pacientes han visto con buenos ojos la lista de recomendaciones. Ahora el Gobierno deberá responder.
Las enfermedades de origen mitocondrial constituyen un conjunto de trastornos que afectan a hasta uno de cada 500 niños y a aproximadamente 12 de cada 100.000 adultos. Los síntomas pueden variar desde leves hasta muy graves, llegando a suponer un riesgo para la vida en algunos casos. Las enfermedades de este tipo pueden causar problemas en el sistema gastrointestinal, el locomotor, el endocrino, el cardíaco y el sistema nervioso central, entre otros.
Bianca Nogrady/Nature News
Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Nature Research Group.

La combinación de antibióticos modifica su eficacia



La eficacia de los antibióticos puede cambiar si se combinan entre sí, con otros fármacos no antibióticos o incluso con aditivos alimentarios, según demuestran investigadores del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL). Algunas combinaciones reducen la efectividad de los antibióticos, mientras que otras hacen tambalear la resistencia que presentan ciertas bacterias patógenas a los antibióticos. Se trata del primer estudio sistemático a gran escala de este tipo, en el que los científicos describieron el efecto de casi 3000 combinaciones farmacológicas en tres bacterias que causan enfermedades: Escherichia coli, Salmonella enterica y Pseudomonas aeruginosa.
Superar la resistencia a los antibióticos
[Aleksandra Krolik / EMBL]
El uso excesivo de antibióticos, o su mal uso, ha llevado a un aumento generalizado de la resistencia a los antibióticos. Ciertas combinaciones de medicamentos pueden ayudar a combatir algunas infecciones bacterianas resistentes a múltiples fármacos, pero se han explorado poco y rara vez se aplican en el entorno clínico. En esta ocasión, el equipo examinó sistematicamente el efecto de administrar dos antibióticos juntos, así como de combinarlos con otros medicamentos y aditivos alimentarios.
Si bien muchas de las combinaciones de fármacos investigadas reducían el efecto de los antibióticos, hubo más de 500 que mejoraron la eficacia de estos. Algunas de estas últimas se seleccionaron para ensayarlas en bacterias multirresistentes aisladas de pacientes hospitalizados, pero se observó que no mejoraban el efecto de los antibióticos.

¿Vanilina terapéutica?
Cuando se administró vanilina (el compuesto que da el sabor sabor distintivo a la vainilla) junto con cierto antibiótico, la espectinomicina, la sustancia ayudó a que el antibiótico entrara en las células bacterianas e inhibiriera su crecimiento. La espectinomicina se desarrolló a principios de la década de los años sesenta para tratar la gonorrea, pero hoy rara vez se usa porque la enfermedad se volvió resistente a ella. Sin embargo, si se combinara con la vanilina podría volver a ser clínicamente relevante y emplearse contra otros microbios patógenos. «De las combinaciones ensayadas, esta es una de las sinergias más eficaces y prometedoras identificadas», comenta Ana Rita Brochado, primera autora del trabajo. Las combinaciones de este tipo podrían ampliar las estrategias en la lucha contra la resistencia a los antibióticos.
Pero, curiosamente, la vanilina disminuyó el efecto de muchos otros tipos de antibióticos. El estudio demostró que esta sustancia funciona de manera similar a la aspirina al disminuir la actividad de muchos antibióticos (aunque no se han explorado sus efectos en células humanas, probablemente son diferentes).
De acuerdo con Nassos Typas, que dirigió la investigación, las combinaciones farmacológicas que disminuyen el efecto de los antibióticos podrían también ser beneficiosas para la salud humana. «Los antibióticos pueden provocar reacciones adversas porque también actúan sobre las bacterias saludables. Pero los efectos de estas combinaciones son muy selectivos y, a menudo, solo actúan sobre algunas especies bacterianas. En el futuro, podríamos emplear combinaciones de medicamentos para prevenir de forma selectiva que los antibióticos perjudicaran a las bacterias sanas. Ello también disminuiría la aparición de resistencias, ya que las bacterias saludables verían la necesidad de desarrollarlas, por lo que tampoco la transferirirían a otras bacterias nocivas.
Fuente: Emma Steer / EMBL

Referencia: «Species-specific activity of antibacterial drug combinations». Brochado, A. et al. en Nature, publicado en línea el 4 de julio de 2018.

¿Qué hacía una cacatúa en la Sicilia medieval?

Mantegna pintó esta cacatúa en su Madonna della Vittoria, hoy en el Louvre. Se había afirmado que era la primera representación europea de esa ave australásica, pero se ha identificado una 250 años anterior en el gran libro de cetrería del emperador Federico II [Museo del Louvre, dominio público, detalle].

Es bien conocida la pasión que el emperador
Federico II sentía por la caza, y es bien sabido también que mantenía una amplia colección de animales. Ambas aficiones se combinaron en su obra De arte venandi cum avibus (Del arte de cazar con pájaros), que elaboró entre 1241 y 1248, y que es considerado el más importante libro ornitológico y cinegético de su tiempo. En este memorable libro se encuentran más de 900 ilustraciones de aves de distintas especies, muchas de las cuales se representaban allí por primera vez en Europa. Llama particularmente la atención el dibujo en color de una cacatúa, que se ha identificado ahora como una cacatúa de moño amarillo (Cacatua galerita) o una cacatúa sulfúrea (Cacatua sulphurea). Y esto lleva a repensar las rutas comerciales medievales, escriben Heather Dalton, de la Universidad de Melbourne, y sus colaboradores en Parergon.
El monarca recibió este pájaro como presente del «sultán de Babilonia» (el sultán de Egipto al-Malik Muhammad al-Kamil, de origen kurdo), tal y como el propio Federico II escribe en el libro. Y el sultán, a su vez, debió de hacerse con la cacatúa gracias a rutas comerciales muy largas, pues ambas especies vivían a miles de kilómetros de distancia. La cacatúa de moño amarillo, con diferentes subespecies, reside en Australia, Nueva Guinea e islas adyacentes, y la sulfúrea procede entre otras islas de Sulawesi y Timor. Las cacatúas son aves con una esperanza de vida larga; se las tiene por bastante robustas y se adaptan bien a la convivencia con las personas. Resulta verosímil, pues, que aguantasen el viaje, probablemente de varios años de duración, desde Australasia hasta Europa.
Es posible incluso que ya en la Edad Media hubiese una conexión comercial, al menos esporádica, por la que circulasen  también animales, plantas y materias primas australásicas y los transportase hasta Europa, como Dalton escribe en otro artículo. Al continente mismo solo llegarían los europeos siglos después.
El análisis del libro ha adelantado en 250 años la presencia de una cacatúa en Europa. Hasta ahora, se tenía por primera prueba de tal presencia a un cuadro de altar de Andrea Mantegna, de 1496. La propia Dalton había estudiado antes lo que implicaba.
Los pigmentos rojos en el ojo del ave indican que Federico II poseía una hembra; los machos tienen los ojos negros.
Daniel Lingenhöhl / spektrum.de 
Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Spektrum der Wissenschaft.

¿cómo están conectados los genes con los caracteres biológicos que observamos?

La pregunta que la genética, en la mayor parte de su discurrir, intenta responder es la de cómo están conectados los genes con los caracteres biológicos que observamos. Una persona es pelirroja, otra rubia; una muere a los 30 años, de la enfermedad de Huntington; otra celebra su cumpleaños número 102. Saber qué componentes de la vastedad del genoma engendran cada carácter puede servir para crear mejores tratamientos de enfermedades, obtener información acerca de peligros futuros, iluminar el funcionamiento de la biología y la evolución. Hay caracteres que tienen una conexión clara con ciertos genes: las mutaciones de un solo gen son el origen de la anemia falciforme, por ejemplo; las de otro, de la fibrosis cística.
Pero, por desgracia para quienes aman la sencillez, enfermedades así son las excepciones. Las raíces de muchos caracteres, de la estatura a la propensión a la esquizofrenia, están mucho más enredadas. La verdad es que puede que sean tan complejas que en cierta forma participe casi todo el genoma. Esta idea se ha formalizado en una teoría enunciada el año pasado.
Hará unos quince años, los genetistas empezaron a compilar el ADN de miles de personas que compartían determinados caracteres. Querían buscar así la causa de cada carácter en lo que tuviesen en común esos genomas. A este tipo de análisis se le llama estudio de asociación a lo ancho del genoma (GWAS). Lo primero que encontraron fue que se necesita un número enorme de personas para obtener resultados estadísticamente significativos: un GWAS reciente, que buscaba correlaciones entre la genomas y el insomnio, por ejemplo, incluyó a más de un millón de personas. En segundo lugar, en estudio tras estudio, hasta las conexiones genéticas más significativas resultaron tener unos efectos sorprendentemente pequeños. La conclusión, a veces llamada hipótesis poligénica, era que resultaba probable que en todos los caracteres participasen múltiples loci (posiciones en el genoma), y que cada uno de estos contribuyese solo un poco. (Un solo gen grande puede contener varios loci, cada uno de los cuales representa una parte del ADN distinta en la que las mutaciones crean diferencias detectables).
A cuántos loci se refiere ese calificativo de «múltiples» no está definido con precisión. Una cartografía genética muy de primera hora, de 1999, indicaba que «un gran número de loci(quizá > de 15)» podría contribuir al riesgo de padecer autismo, recuerda Jonathan Pritchard, hoy genetista de la Universidad Stanford. «¡Eso es mucho!», recuerda que pensó cuando salió aquel artículo.
Con los años, sin embargo, lo que los científicos consideraban «un montón» en este contexto ha ido hinchándose sin hacer ruido. El año pasado, en junio, Pritchard y sus colegas de Stanford Evan Boyle y Yang Li publicaron un artículo sobre esto en Cell que inmediatamente suscitó la polémica, aunque hubo muchos que asintieron, aunque con cautela, a lo que decía. Los autores describieron lo que llamaban «modelo omnigénico de los caracteres complejos». Basándose en análisis mediante GWAS de tres enfermedades, llegaron a la conclusión de que en los tipos de células que son relevantes para una enfermedad no son 15 los genes, ni 100, sino esencialmente todos los que contribuyen a la dolencia. Apuntaban que para algunos caracteres «múltiples» loci podía significar más de 100.000. La reacción fue rápida. «Hizo que se hablase mucho», dice Barbara Franke, genetista de la Universidad Radboud, en Nimega, Holanda, que estudia el síndrome de hiperactividad con déficit de la atención. «Adonde quisiera que fueses, se hablaba del artículo omnigénico». El Journal of Psychiatry and Brain Sciences sacó un número especial solo con artículos de réplica, algunos de los cuales ponían pegas a la manera de expresarse porque, decían, el artículo solo expandía, al fin y al cabo, ideas anteriores. Pero un año después el estudio ha sido citado ya más de 200 veces, por artículos que lo mismo tratan de datos de GWAS que de receptores celulares determinados. Parece que ha condensado algo en lo que muchos genetistas estaban pensando. Pero lo que se supone que deben hacer los científicos con la idea dependerá de con quién se hable.
Una infinidad de pequeños efectos
El origen de la idea está en una observación muy simple: cuando se miran  las porciones del genoma que los GWAS han marcado como significativas para determinados caracteres, extraña lo bien repartidas que están. Pritchard y sus colaboradores han estudiado los loci que contribuyen en los seres humanos a la estatura. «Vimos que la señal de la estatura procedía de casi todo el genoma», dice. Si el genoma fuese una larga ristra de bombillas de adorno y cada fragmento de ADN ligado a la estatura se iluminase, más de cien mil bombillas brillarían a lo largo de toda la cuerda.  Este resultado contrasta fuertemente con la expectativa general de que los hallazgos de los GWAS se concentrarían alrededor de los genes más importantes para el carácter.
Luego, al fijarse en los análisis mediante GWAS de la esquizofrenia, la artritis reumatoide y la enfermedad de Crohn se encontraron con otra cosa inesperada. Según la idea que nos hacemos actualmente, las enfermedades a menudo surgen porque rutas biológicas clave funcionan mal. Según la enfermedad, esto puede conducir a la hiperactivación de las células inmunitarias, por ejemplo, o a la mengua de la producción de una hormona. Cabría esperar que los loci genéticos incriminados por los GWAS estarían en los genes de esa ruta clave. Y se esperaría que esos genes serían los que se usarían específicamente en los tipos de célula asociados con la enfermedad: las células inmunitarias en el caso de las enfermedades autoinmunitarias, las neuronas en el de las enfermedades psiquiátricas o las células pancreáticas en el de la diabetes, digamos.
Pero cuando se fijaron en los tipos de células específicos de las enfermedades, un número enorme de las regiones marcadas por los GWAS no estaban en esos genes. Estaban en genes que se expresaban casi en cualquier célula del cuerpo, genes que se encargaban del mantenimiento básico que necesitan todas las células. Según Pritchard y sus colaboradores, esto manifiesta una verdad que quizá no se toma siempre literalmente: en una células todo está conectado. Si unas disrupciones que se van sumando en los procesos básicos pueden al final descabalar un carácter, entonces es que para este quizá tengan su importancia casi todos los genes que se expresan en una célula, no importa lo poco relacionados que parezcan con el proceso metabólico de que se trate.
En sus rasgos más generales, esta idea ya se formuló en 1918, cuando R. A. Fisher, uno de los fundadores de la genética de poblaciones, propuso que los caracteres complejos podían ser el producto de un número infinito de genes, cada uno con efectos infinitamente pequeños. Pero el suyo era un modelo estadístico que no se refería a ninguna circunstancia biológica real, específica. Parece que ahora estamos en la época de poder ofrecer esas especificidades.
«Fue el artículo oportuno en el momento oportuno», dice Aravinda Chakravarti, profesor de neurociencia y fisiología y director del Centro de Genética y Genómica Humana de la Universidad de Nueva York, uno de los revisores del artículo omnigénico de Cell antes de su publicación. Él y otros han observado muchos ejemplos de lo repartidas que pueden estar las influencias genéticas, dice, pero no los habían coordinado en una tesis coherente. Discrepa con quienes alegan que el artículo solo afirma lo evidente.«El artículo ha aclarado muchos puntos de vista. No importa si yo había pensado en ello: no lo había hecho con suficiente intensidad. Y no había oído nunca a nadie que hubiera pensado en ello con la suficiente intensidad, con alguna claridad, de manera que crease una hipótesis nueva».
En el artículo, Pritchard y sus colaboradores proponían que cuando los genetistas buscan el origen de una enfermedad o de un carácter, quizá fuese fructífero pensar en los genes de una célula como en una red. Puede que haya algunos genes muy conectados en el centro mismo del. proceso de la enfermedad; los llaman genes nucleares. Los genes periféricos, mientras, con la agregación de sus contribuciones, inclinan la balanza hacia un lado u otro. Los autores del artículo de Cell piensan que conocer los genes nucleares será la mejor manera de entender los mecanismos de una enfermedad. Casar las contribuciones de los genes periféricos, por otra parte, permitiría entender mejor por qué algunas personas enferman y otras, no.
¿Existen los genes nucleares?
Desde la publicación del artículo de Cell hace un año, la discusión ha dado vueltas alrededor de si esa distinción es útil. David Goldstein, genetista de la Universidad de Columbia, no está seguro de que el proceso de las enfermedades esté encaminado por los genes nucleares, pero dice también que la idea de que no todo lo captado por un GWAS es central y específico de una enfermedad es importante. En los primeros días de los GWAS, dice, cuando se detectaba una conexión entre un locus genético y una enfermedad, se tomaba como una señal de que debería ser el blanco de la investigación para nuevos tratamientos aunque fuese débil.
«Estos argumentos están, y estaban, todos muy bien, a no ser que pase algo como lo que describe Jonathan», añade. «Es algo que tiene una gran importancia en lo que se refiere a la interpretación de un GWAS», ya que los loci conectados débilmente serían entonces menos útiles para abordar la patología de una enfermedad de lo que se creía.
Pero es muy posible que ello dependa de la enfermedad, mantiene Naomi Wray, genetista cuantitativa de la Universidad de Queensland, que ya sostuvo cuando se empezaron a hacer GWAS que había que esperar que se viesen muchas asociaciones débiles. Unas pocas dolencias, dice, son atribuibles primariamente a un pequeño número de genes identificables, o incluso solo a uno, pero es posible que otros genes hagan bascular el conmutador entre una manifestación de la enfermedad y otra. Cita el ejemplo de la enfermedad de Huntington, una dolencia neurológica progresiva causada por un defecto específico en un solo gen. La edad a la que se declara depende de cuántas repeticiones de una secuencia particular del ADN se tiene en ese gen. Pero incluso entre pacientes con el mismo número de repeticiones, la edad a la que los síntomas aparecen por primera vez y la severidad con la que progresa la enfermedad varían. Los especialistas están buscando otros loci ligados a la enfermedad de Huntington para ver si podrían ser la causa de esas diferencias.
«Esos [loci] están por definición en los genes periféricos. Pero son ellos en realidad la forma de responder del cuerpo a esa agresión grave de los genes nucleares», dice Wray.
Para condiciones y enfermedades más complejas, sin embargo, cree que la idea de una minúscula camarilla de genes nucleares identificables es un señuelo porque los efectos podrían dimanar realmente de perturbaciones en innumerables loci (y en elentorno) que funcionen conjuntamente. En un nuevo artículo de Cell publicado hace unos días, Wray sus colaboradores sostienen que la idea de los genes nucleares viene a ser una premisa injustificada y que los investigadores deberían dejar simplemente que los datos experimentales relativos a caracteres o condiciones particulares guíen su pensamiento. (En el artículo en que proponían la idea omnigenética Pritchard y sus colaboradores  se preguntaban también si la distinción entre genes nucleares y periféricos era útil, y reconocían que en algunas enfermedades podría no haberla).
Desentrañar la genética detallada de las enfermedades seguirá requiriendo estudios con un número muy grande de personas. Por desgracia, le han dicho a Pritchard que el pasado año las solicitudes de fondos de algunos grupos para hacer GWAS han sido rechazadas por revisores de sus propuestas que han citado para justificarlo el artículo omnigénico. Cree que esto refleja una mala interpretación: la idea omnigénica «explica por qué los GWAS son difíciles», dice. «No significa que no se deban hacer GWAS».
Franke, a quien el artículo le parece una ampliación, expresada provocativamente, de sus propias ideas, dice que, no obstante, el artículo ha moldeado su manera de pensar a lo largo del año pasado. «Hizo que repensase lo que sabía acerca de la transducción de señales (acerca de cómo se transmiten los mensajes en las células) y cómo se realizan las funciones», dice. Cuando más profundamente se mira en el funcionamiento de una célula, más se cae en la cuenta de que una sola proteína común puede tener efectos muy diferentes dependiendo del tipo de célula en que esté: puede llevar mensajes diferentes o bloquear diferentes procesos, tanto que caracteres que podrían parecer completamente desconectados empiecen a cambiar.
«Dio mucho de pensar», dice del artículo, «y creo que ese era su objetivo».
Veronique Greenwood / Quanta Magazine
Artículo traducido por Investigación y Ciencia con permiso de QuantaMagazine.org, una publicación independiente promovida por la Fundación Simons para potenciar la comprensión de la ciencia.
Referencias: «An Expanded View of Complex Traits: From Polygenic to Omnigenic», de Evan A. Boyle, Yan I. Li y Jonathan Pritchard en Cell, volumen 169, número 7, pág. 1177–1186, 15 de junio de 2017; «Common Disease Is More Complex Than Implied by the Core Gene Omnigenic Model», de Naomi R. Wray et al en Cell, volumen73, número 7, pág. 1573–1580, 14 de junio de 2018.