El microbiólogo español David Velázquez, experto en zonas polares e investigador del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid, está llevando a cabo un proyecto becado por National Geographic cuyo objetivo es desvelar los secretos de la ecología microbiana en las zonas polares.
En concreto, Velázquez estudia la dinámica de esos microorganismos en varias localizaciones del Ártico canadiense, tres de ellas ubicadas en el territorio de Nunavut (islas de Ward Hunt, Ellesmere y Cornwallis) y una en las inmediaciones de Kuujjuarapik, en el norte de Quebec. Uno de los aspectos de la investigación es conocer cómo los parámetros ambientales de estos ecosistemas extremadamente fríos influyen en la vida de estos organismos, y saber de qué forma interactúan entre ellos.
De todo el conjunto de bacterias que el microbiólogo ha podido estudiar y secuenciar genéticamente destacan sobre todo las cianobacterias, "las más importantes para el mantenimiento del sistema porque realizan la fotosíntesis y fijan el nitrógeno de la atmósfera en sus estructuras –explica–. Es decir, acumulan carbono y nitrógeno que luego irá a parar a toda la red trófica que conforma ese ecosistema".
Además, las cianobacterias aportan estructura física, lo que significa que constituyen una especie de andamiaje donde el resto de los microorganismos puede establecerse y desarrollar comunidades enteras.
«En pocas palabras, forman algo así como los bosques de las regiones polares, bosques diminutos, comprimidos en unos pocos centímetros o, incluso, milímetros», añade.
La ecología microbiana es bastante desconocida, especialmente la de las zonas polares. "Los microorganismos tienen la capacidad de vivir y establecerse en cualquier parte de la Tierra, pero son las características ambientales propias de cada lugar las que los selecciona en función de sus capacidades metabólicas", dice el científico.
En el Ártico, por ejemplo, están apareciendo áreas de terreno libres de hielo, un aspecto de gran interés para este investigador, quien indaga de qué manera los microorganismos son capaces de colonizar las nuevas zonas que quedan al descubierto a causa del cambio climático y el calentamiento global.
En relación a este fenómeno, Velázquez obtuvo un dato de interés de una forma de lo más original: en la isla de Ellesmere, él y otros dos investigadores canadiensesencontraron una botella en un montículo de piedras de señalización (o cairn) cerca de un glaciar. En el interior de aquella botella había una nota escrita el 10 de julio de 1959 por Paul Walker, un joven geólogo de la Universidad Estatal de Ohio, que había anotado la distancia a la que el túmulo se hallaba del glaciar: 4 pies, es decir, casi 1,22 metros. La medición actual realizada por los científicos arrojó la cifra de 330 pies, más de 100 metros, lo que da buena muestra del actual grado de retroceso de los glaciares.
En paralelo al proyecto becado por National Geographic, David Velázquez lleva a cabo otras iniciativas en ambos polos, todas ellas dirigidas a estudiar la vida de estos seres microscópicos esenciales para la vida en el planeta.
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