Nadie mejor que el filósofo David Hume, que se preguntó cómo sabemos qué es cierto y qué no lo es, para comprender por qué unas personas están convencidas de que los astronautas de la misión Apollo 11 llegaron a la Luna el 20 de julio de 1969 y otras personas están convencidas de que todo fue un montaje.
La primera opinión, ya se sabe, es dominante. La suscriben las agencias espaciales y sus gobiernos, la comunidad científica, los grandes medios de comunicación (entre ellos La Vanguardia) y la comparte una amplia mayoría de ciudadanos.
Pero la realidad no se decide por mayorías. Y los escépticos pueden argumentar que quien defiende que los astronautas llegaron a la luna tiene algún incentivo para hacerlo: las agencias espaciales para continuar su actividad, los astrónomos para ver financiados sus proyectos, los periodistas para publicar noticias, los gobiernos para que no se descubra el engaño… ¡Todos compinchados!
Prueba geológica
Los 382 kilos de roca que los astronautas trajeron a la Tierra contienen esferas de origen extraterrestre
Los escépticos y los influencers que propagan teorías de la conspiración ofrecen incluso argumentos técnicos. Por ejemplo, si en la luna no hay viento, ¿cómo es posible que la bandera que Neil Armstrong y Buzz Aldrin presuntamente plantaron allí parezca estar ondeando en las fotos? ¿O cómo es que los astronautas no sufrieron daños por la radiación al cruzar los cinturones de Van Allen, que rodean la Tierra y concentran partículas cargadas de energía procedentes del sol?
Ante cada argumento de los escépticos, la NASA y la comunidad científica han replicado con explicaciones racionales. ¿La bandera? Precisamente porque en la Luna no hay viento, se puso una varilla horizontal en lo alto del mástil para mantenerla desplegada y, como la varilla no se extendió del todo, la bandera quedó arrugada como si estuviera ondeando. ¿La radiación? Los astronautas pasaron menos de dos horas entre los cinturones de Van Allen y viajaban en cápsulas que los protegían de las partículas ionizantes, de manera que estuvieron expuestos a una cantidad de radiación similar a la de una radiografía de tórax.
La NASA y la comunidad científica han aportado pruebas adicionales de que doce astronautas pisaron la luna en seis misiones del programa Apollo entre 1969 y 1972. Los instrumentos que quedaron en la superficie de la Luna, e incluso las huellas de los astronautas que no se han borrado por la falta de viento, fueron fotografiados cuatro décadas más tarde por la nave no tripulada Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO), que sobrevoló la Luna en 2009. Dado que la LRO era una misión de la NASA, se puede objetar que era parte de la conspiración y que sus resultados no tienen valor.
El origen de la teoría
La teoría de la conspiración lunar se originó en 1976 a partir del libro ‘We never went to the Moon’, del escritor Bill Kaysing
Pero también la misión japonesa Selene llegó a la Luna en 2008 y sus fotografías, en las que no se ven los instrumentos de las misiones pero sí las formas del paisaje lunar, coinciden con las de la NASA. Y la Unión Soviética, que escuchaba las señales de las misiones Apollo desde bases militares, nunca cuestionó la llegada los astronautas americanos a la Luna.
Después están los 382 kilos de rocas lunares que, según la NASA, los astronautas de las misiones Apollo trajeron a la Tierra. Parte de estas rocas fueron donadas a 135 países como muestra de concordia y han podido ser estudiadas por cientos de científicos de manera independiente. Sus resultados coinciden en que las rocas contienen pequeñas esferas cristalinas que sólo pueden ser de origen extraterrestre.
El enigma de la bandera
¿Cómo es que parece ondear si en la Luna no hay viento?
Un argumento adicional es que, de las aproximadamente 400.000 personas que trabajaron en las misiones Apollo, nadie ha denunciado nunca que fuera un montaje. En estos cincuenta años,¿no hubiera sido esperable alguna filtración? Quien sí lo denunció fue el escritor Bill Kaysing, que en 1976 hizo fortuna con su libro We never went to the Moon (Nunca fuimos a la Luna) y desató la teoría de la conspiración lunar. En un momento en que el presidente Nixon había dimitido por el escándalo Watergate, y se había extendido la idea de que el Gobierno estadounidense engañaba a los ciudadanos, Kaysing se encontró con millones de seguidores.
Más recientemente, la idea de que las misiones Apollo fueron un montaje resurgió en 2001 a raíz del documental “Did we land on the Moon?” (¿Aterrizamos en la Luna?) de Fox News. Y en la era de las redes sociales se está amplificando más como una forma de entretenimiento que de búsqueda de la verdad.
Si cada argumento de las teorías de la conspiración lunar se puede rebatir de manera racional, cabe preguntarse cómo es que los escépticos siguen convencidos de que todo fue un montaje. Aquí es donde hay que recurrir a David Hume y a los grandes epistemólogos que le sucedieron como Schopenhauer, Kant y Popper.
Hume razonó en el siglo XVIII que las creencias que tiene una persona no se basan en la racionalidad sino en la familiaridad. Puso el sol como ejemplo: si creemos que volverá a salir mañana, no es por un razonamiento lógico, sino porque estamos acostumbrados a que cada día vuelva a salir. El mismo razonamiento sería válido para la Luna: creer que los astronautas no llegaron a la Luna no se basa en la lógica, sino en que estamos acostumbrados a ver la Luna como algo inalcanzable.
La fe tiene más capacidad de convicción que la ciencia”
Schopenhauer llegó más tarde a la conclusión –inspirándose no sólo en Hume sino también en John Locke y sobre todo en Immanuel Kant- de que “toda persona considera los límites de su campo de visión como los límites del mundo”.
El geólogo planetario Ignasi Casanova, que trabajó en la NASA en los años 90 y ahora es profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya, ha experimentado en primera persona el efecto Hume. En más de una ocasión, personas con formación universitaria le han expresado dudas sobre la veracidad de la llegada a la Luna. “Cuando doy argumentos racionales, siguen dudando”, explica. “Pero cuando he dicho ‘créeme, yo he estudiado las rocas lunares, las he tenido en mis manos y te puedo asegurar que las trajeron los astronautas de las misiones Apollo, les cambia la expresión; dejan de dudar”. Para Casanova, “esto demuestra que la fe tiene más capacidad de convicción que la ciencia”.
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