Aunque no suele ser un tema de conversación habitual, confiamos en los satélites durante gran parte de nuestra vida diaria. Gracias a ellos contamos con GPS, comunicación global o informes meteorológicos certeros. Pero también ayudan a medir la destrucción del medio ambiente, rastrear el clima o el nivel del mar. Sin embargo, los satélites que tan imprescindibles se han vuelto en nuestra vida, se enfrentan un gran problema: la ingente cantidad de basura espacial -que no para de crecer y con la que comparten la órbita terrestre baja (LEO).
¿Qué sucede cuando un satélite deja de funcionar o ya no es necesario? No vuelven solos a la Tierra ni desaparecen de ningún modo. Cuando un satélite se rompe, nadie sube al espacio para arreglarlo. Se quedan todos allí, permanecen en su órbita, moviéndose a velocidades increíbles. Es difícil mirando al cielo, pensar en algo que pueda dificultar la exploración espacial, pero esos satélites muertos, manchas de pintura, fragmentos de paneles solares o cohetes de misiones antiguas pueden suponer una amenaza.
Existen millones de piezas de escombros en órbita y solo unas decenas de miles son rastreadas regularmente por el ejército de los Estados Unidos. Cuando miles o incluso millones de objetos vuelan alrededor de nuestro planeta a velocidades tremendas, el potencial de colisiones es alto.
Fue en 1978, cuando el astrofísico de la NASA Donald J. Kessler se planteó qué escenario le esperaría a nuestros cielos conforme fuésemos lanzando satélites al espacio. Su predicción exponía que los escombros en la órbita terrestre baja alcanzarían en algún momento un punto de inflexión y cuando esto sucediera, arrancaría una reacción en cadena de colisiones. Cada colisión crearía aún más escombros espaciales, lo que a su vez, provocaría más choques aún y así, sucesivamente. Este efecto dominó es lo que conocemos como Síndrome de Kessler. Básicamente nos convertiríamos en prisioneros en nuestro propio planeta.
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Aunque el ejército tiene la base de datos pública más grande de desechos espaciales, no incluye satélites omitidos por gobiernos internacionales, empresas comerciales u otros proyectos en curso.
Toda esa basura espacial se mueve a velocidades de hasta 27.000 km por hora y cada objeto varía en dirección a medida que se ve afectado por el campo gravitacional terrestre. Evitar colisiones mediante maniobras evasivas consume el combustible y el tiempo del satélite, por lo que se convierte en un instrumento menos eficiente de lo que debería ser. Además está el detalle de que la mayoría de los objetos en órbita no pueden ser controlados desde la Tierra, por lo que no hay forma de interferir con los escombros en curso de colisión.
El peligro que representa incluso un pequeño fragmento que viaja a altas velocidades es fácil de ver. Según lo calculado por la NASA, una "mancha de pintura" de 1 centímetro que viaja a 10 km / s puede provocar el mismo daño que un objeto de 250 kilogramos que se mueve a unos 100 km/hora en la Tierra. Si aumentamos el tamaño del fragmento a 10 centímetros, dicho proyectil tendría la fuerza de 7 kilogramos de TNT. Si nos imaginamos miles de objetos de este tipo volando a velocidades vertiginosas y chocando entre sí... el paisaje es realmente de pesadilla.
Con una reacción en cadena de colisiones y explosiones de basura espacial, se llenaría el área orbital con desechos muy peligrosos y el programa espacial estaría en peligro. Para todas las agencias espaciales. Los viajes que van más allá de la órbita terrestre baja, como la misión planificada al planeta Marte, se volverían más desafiantes si cabe. Y recordemos que el objeto más grande en la órbita baja terrestre es la estación espacial internacional (ISS) que alberga astronautas continuamente. Una gran colisión con la ISS sería desastrosa.
Para prevenir males mayores, es imperativo crear menos basura y tomar medidas para mitigar la contaminación en el espacio: hay que limitar el número de satélites que se lanzan, hay que asegurarse de que estos objetos puedan eliminarse de forma segura una vez no sean necesarios y tratar de dar con una solución factible para barrer o limpiar los desechos espaciales existentes.
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