La hepatitis C se debe a un virus llamado VHC, descubierto en 1989, que se transmite por la sangre. Actualmente no se dispone todavía de una vacuna contra este virus y se aconseja que se hagan la prueba para la detección de la hepatitis C todas las personas que hayan podido estar expuestas al VHC (especialmente aquellas personas que recibieron transfusiones de sangre antes de 1990). La prueba consiste en una extracción de sangre y una detección de anticuerpos.
El hígado es vital para la buena salud de nuestro cuerpo. Tiene diversas funciones: elaborar y almacenar la bilis (que se utiliza para la descomposición de las grasas durante la digestión), almacenar azúcar y controlar el nivel de azúcar en nuestra sangre; producir proteínas y otras sustancias; eliminar toxinas, drogas, hormonas etc. de nuestro riego sanguíneo. Si no hay un número de células del hígado suficientes funcionando debidamente, gran parte de nuestro organismo se verá afectado por ello.
Cuando alguien se infecta con el virus de la hepatitis C, su cuerpo comienza a producir anticuerpos para destruirlo. Sin embargo, la mayoría de las veces, los anticuerpos no logran identificar adecuadamente al virus y la infección permanece a largo plazo. De hecho, gran parte de las personas infectadas con este virus no saben que lo están debido a que no experimentan síntomas o a que pasan cerca de 13 años de media hasta que los síntomas se manifiestan.
La hepatitis C aguda
El periodo de incubación es de cinco a doce semanas. En esta fase, los niveles de virus en plasma -sangre- se elevan de forma dramática hasta que el sistema inmunitario del organismo empieza a elaborar una respuesta. En una gran mayoría de casos no se nota nada o simplemente se tiene la impresión de tener una gripe con mucha fatiga, náuseas y dolor abdominal. Cuando los síntomas son más importantes, generalmente se trata de una ictericia hepática, es decir una coloración amarilla de la piel, o sólo del blanco de los ojos, que desaparece en algunas semanas.
No obstante, en más del 75% de los casos, el VHC se queda en el organismo y la hepatitis aguda se transforma en crónica, incluso cuando no hay ningún síntoma aparente. Sin embargo, este riesgo es más elevado cuando estos signos son más importantes.
Cuando se padece de hepatitis aguda, se aconseja someterse a tratamiento para reducir el riesgo de evolucionar hacia una hepatitis crónica
La hepatitis C crónica
Una hepatitis C se vuelve crónica cuando el virus se queda en el organismo durante más de seis meses.
-Se habla de hepatitis crónica "persistente" cuando los síntomas son moderados y las consecuencias sobre el hígado poco importantes. El mayor riesgo lo constituye la transmisión del virus a otras personas.
-Se habla de hepatitis crónica "activa" cuando el virus sigue destruyendo el hígado por su actividad. El riesgo es entonces la evolución hacia la cirrosis del hígado al cabo de veinte a treinta años.
La cirrosis del hígado está ligada a la desaparición de un número importante de células del hígado que van siendo sustituidas por células menos eficaces y por tejido fibroso. Cuando la cirrosis avanza, el hígado no puede cumplir correctamente su función y la siguiente fase suele ser la evolución hacia una cáncer de hígado (en un 30% de los casos, después de una media de 10 años de evolución de la cirrosis). Hay que vigilar regularmente el hígado para detectar un eventual cáncer lo antes posible e intentar extirparlo con cirugía.
Cuantas más causas originarias de hepatitis crónica se acumulen, más rápida será la evolución hacia la cirrosis: VHC más virus de la hepatitis B, alcohol, medicamento tóxico para el hígado, etc.
Virología de la hepatitis C
Existen seis tipos genéticos del virus (1,2,3…) y subtipos (a,b,c…) llamados así según el orden de su descubrimiento. Los genotipos (el material genético del virus) 1ª, 1b, 2ª, 2b son los que se encuentran de manera más frecuente en los pacientes donantes de sangre y los afectados por hepatitis crónica en Europa Occidental y Estados Unidos. Sin embargo, en Europa, el tipo 3a es más frecuente en los jóvenes que han tomado drogas por vía parenteral. Por otra parte, el tipo 1b es responsable de la mayoría de las infecciones en las personas de más de 50 años. Conocer el tipo de virus es importante ya que condiciona, en parte, el éxito de un tratamiento.Prevención de la hepatitis C
Vía sexual:
El riesgo de transmisión del VHC por vía sexual es muy débil. Por eso, en una pareja donde una de las personas está infectada por hepatitis C y ninguna de las dos por VIH, los médicos no recomiendan sistemáticamente la utilización del preservativo. Sin embargo, este último es necesario cuando existe un riesgo de contacto con la sangre: relaciones durante la regla, presencia de lesiones genitales, relaciones anales, etc.
No obstante, no conviene olvidar el uso del preservativo sigue siendo recomendado en todas las circunstancias en las que existe un riesgo de transmisión del VIH.
Vía sanguínea:
- No compartir material cortante e inyectable: El virus de la hepatitis C se transmite fácilmente por la sangre. Por lo tanto, no hay que compartir cuchillas de afeitar, material para tatuajes o piercing, cepillos de dientes o cortauñas ya que estos instrumentos pueden entrar en contacto con la sangre. Por otra parte, no es obligatorio advertir al personal médico-sanitario de que se padece la hepatitis C, puesto que las medidas de higiene universales que obligatoriamente deben adoptar estos profesionales son suficientes. A la elección del paciente.
- UDVP: Actualmente el hábito de compartir material inyectable es la vía más común de transmitir la infección. Se estima que entre el 65 y el 90% de los usuarios de drogas por vía parenteral (UDVP) están infectados por el virus de la hepatitis C. Los UDVP es importante que sepan que el único medio de evitar la transmisión del virus es la utilización de una jeringa nueva para cada inyección ya que la desinfección con lejía y agua parece reducir el riesgo, pero no ser eficaz al 100%. Por otra parte, la hepatitis C puede ser también transmitida por compartir algodones, agua utilizada aclarar, cucharas y pajas para esnifar: a cada uno su material. También es importante recalcar que las personas ya infectadas pueden reinfectarse y tener de nuevo una fase de infección aguda.
- Metadona: Los efectos de la metadona pueden aliviar posibles síntomas dolorosos de la hepatitis C. A pesar de que puede beneficiar, también puede ayudar a camuflar las primeras señales de un deterioro del hígado y dificultar una precoz intervención médica.
- Transfusiones sanguíneas: Los bancos de sangre controlan desde 1990 la posible presencia del VHC. Sin embargo, se calcula que un 20% de las personas que con anterioridad a esta fecha recibieron una transfusión adquirieron el VHC. El riesgo actual es prácticamente nulo.
La mayoría de los niños nacidos de madres con hepatitis C reciben los anticuerpos generados por el organismo de su madre, pero menos de un 10% de estos niños se infecta con el virus de la hepatitis C. Se cree que el mayor riesgo de transmitir el VHC al feto se da cuando las mujeres pasan por una fase de infección aguda o de gran deterioro del hígado durante el embarazado.
Otras vías:
- No hay transmisión por saliva: se puede besar sin restricción.
- Leche materna: no hay ningún caso documentado de transmisión del virus de la hepatitis C por la leche materna. Por tanto, la decisión sobre la alimentación del bebé corresponde a los padres.
Este chequeo se basa sobre diferentes exámenes, realizados sobre extracción de sangre:
- dosificación de las transaminasas (ASAT/ALAT). En caso de hepatitis, la proporción de estas sustancias en la sangre es más elevada.
- búsqueda de los anticuerpos dirigidos contra el VHC.
- si esta prueba es positiva, se buscará el VHC en la sangre.
La biopsia consiste en la extracción de un pequeño trozo de hígado a través de las costillas, para mirarlo al microscopio. Este examen se efectúa bajo anestesia local. No es doloroso, pero puede sentirse una molestia o una opresión durante algunas horas en el lugar donde se hizo la biopsia.
Una segunda biopsia se efectúa, por norma general, de tres a cinco años después para ver la evolución.
Cuando se está afectado por hepatitis C, se aconseja consultar un médico especialista del hígado.
Hepatitis C: ¿qué hacer?
Primero hay que evitar dañar el hígado por otras causas:
- Se recomienda vacunarse contra la hepatitis B (y contra la hepatitis A si se va a un país donde ésta es frecuente).
- Por otra parte, el alcohol, incluso a pequeñas dosis parece ser muy perjudicial para un hígado ya frágil porque provoca que el virus se vuelva más activo.
- También se aconseja evitar los medicamentos tóxicos para el hígado (solicite consejo a su médico). En principio, no es necesario adoptar ningún régimen alimenticio especial y se puede comer todo tipo de alimentos.
Es bastante apremiante ponerse en manos de un especialista cuando se conoce que se padece la hepatitis C: se propone el tratamiento a las personas con hepatitis aguda y hepatitis crónica activa antes de la aparición de la cirrosis.
El tratamiento principal consiste en la administración de interferón alfa, una sustancia segregada de manera normal en la sangre para deshacerse de los virus en general. Normalmente, se prescribe la inyección de fuertes dosis de interferón alfa durante tres meses. En caso de hepatitis crónica, si el tratamiento es eficaz, se prolonga durante un año.
Este tratamiento presenta algunas ventajas y muchos inconvenientes.
Las ventajas: inhibición de la replicación viral en algunos pacientes, una respuesta al tratamiento duradera, aunque sólo en algunos pacientes; y una eficacia demostrada al asociarlo con un tratamiento antiviral. Cerca del 60% de los pacientes responden bastante bien al tratamiento en un corto plazo, pero sólo del 20 al 30% de los mismos mantiene una buena respuesta a largo plazo.
Los inconvenientes: administración por inyección, tasa de respuesta al tratamiento mediocre (en la mayoría de los pacientes infectados con el tipo 1 la recaída es importante), efectos secundarios numerosos (ver siguiente apartado) y un coste elevado
Efectos secundarios
La inyección de interferón alfa se tolera mejor cuando se efectúa por la tarde. Los efectos secundarios más frecuentes se parecen a una fuerte gripe con fiebre, malestar, pérdida de apetito e incluso de peso, irritabilidad, ansiedad, caída del pelo, agujetas, escalofríos, jaquecas y cansancio. Se pueden reducir estos efectos tomando paracetamol, habitualmente prescrito a una dosis de 1 gramo antes de la inyección y de 1 a 3 gramos las 24 horas siguientes.
En un pequeño número de personas, el tratamiento por interferón puede llevar a la depresión. En este caso hay que consultar rápidamente al médico.
Efectos específicos en las mujeres
La hepatitis C puede provocar alteraciones hormonales en las mujeres que generen irregularidades en sus periodos menstruales, en especial cuando se están experimentando síntomas severos de la enfermedad.
En caso de estar tomando la píldora como método anticonceptivo, se desaconseja las que basan
su composición en estrógenos, siendo preferible utilizar únicamente progesterona o la Depo-Provera. Consulta en cualquier caso a tu médico.
Para aquellas mujeres que debido a la menopausia están tratándose con hormonas, se considera que es mejor utilizar parches que tomar píldoras.
¿Cuál es la eficacia?
El tratamiento se considera exitoso cuando los signos de hepatitis crónica desaparecen durante el tratamiento y no reaparecen durante los seis meses siguientes. No se conoce todavía los efectos a largo plazo, pero los resultados parecen indicar que se va por el buen camino. El tratamiento es efectivo en un 25% de los pacientes tratados.
Los resultados del tratamiento mejoran cuando se empieza a tomar en una fase temprana de la enfermedad (al principio de la hepatitis crónica activa). También parece ser más efectivo en los usuarios de droga ya que, generalmente, son personas jóvenes y portadoras de un tipo de VHC sobre el cual el interferón alfa es más eficaz.
Hacia tratamientos más eficaces
De momento, el problema consiste en saber cómo tratar los casos en que la hepatitis resurge durante los seis meses que siguen el final del tratamiento o en caso de inmunodepresión. En efecto, cuando existe una inmunodepresión, la eficacia del tratamiento por interferón alfa es menor ya que el VHC es más virulento. La investigación se dirige hacia un tratamiento por interferón alfa a dosis más elevadas (con más efectos secundarios) o hacia una biterapia asociando la ribavirina con interferón alfa. La ribavirina se presenta en forma de cápsulas y parece ser bien tolerada.
No hay que olvidar, sin embargo, que debido al descubrimiento reciente del virus que provoca la hepatitis C, es previsible que en los próximos años asistamos a múltiples cambios y modificaciones en su tratamiento.
Fuentes:
Remaides 23. /AIDES. Francia. / Action 46. Act Up Paris./ Hepatitis C Council of NSW.