Un nuevo estudio de la Universidad de Cambridge y el Museo de Historia Natural de Londres replantea la senda evolutiva de los dinosaurios
En ocasiones, el conocimiento científico podría concebirse como una escalera de ladrillos.
Se trata de una escalera sólida, donde los ladrillos construidos a partir de las diferentes disciplinas científicas se van solapando unos con otros para, poco a poco, erigirse en una estructura cuyo fin es alcanzar el saber. El saber se encuentra a ras de suelo, y la construcción de esa escalera que se erige en vertical permite, a medida que crece, tener una mejor perspectiva de lo que hay debajo.
La colocación de cada uno de esos ladrillos es un hecho trascendente pues, cuando un científico quiere ubicar alguno de ellos en la escalera colectiva hacia el conocimiento, la pieza tendrá que pasar por la revisión de otros que, como él, se dedican a su construcción. Poco a poco, si todos están de acuerdo, la escalera se irá elevando y revelando lo que queda por debajo de forma más clara. Sin embargo esto no es siempre así.
A veces pasa que un ladrillo se encuentra donde no debiera estar
El conocimiento científico está en constante revisión y aunque esa escalera crezca un poco cada día, hay en la comunidad científica quien se dedica a asegurarse que las piezas que se encuentran en la base están en el lugar correcto. Y claro, a veces pasa que un ladrillo se encuentra donde no debiera estar.
Si la pieza no es importante la estructura resistirá. Incluso en algunos casos podrá ser sustituida por otra más adecuada. Pero, por el contrario, si la pieza es importante, la escalera entera se vendrá abajo y los científicos tendrán que volver a empezar de nuevo.
La ciencia tiene estas cosas. Y como ya pasara en su día con teorías como la generación espontánea o la no regeneración de las neuronas, ahora le toca el turno a los dinosaurios.
Más de un siglo de teoría sobre la historia evolutiva de los dinosaurios se acaba de poner en entredicho a raíz del nuevo estudio publicado por un equipo conjunto de científicos de la Universidad de Cambridge y el Museo de Historia Natural de Londres. El trabajo: “A new hypothesis of dinosaur relationships and early dinosaur evolution” publicado recientemente el la revista Nature sugiere que los grupos familiares en los que estaban clasificados los dinosaurios necesitan ser reordenados, redefinidos y renombrados. También se desprende del estudio que estos podrían haber visto su origen en el hemisferio Norte, al contrario de lo que se creía hasta el momento.
Una aproximación a la clasificación clásica
Para adentrarnos en el estudio taxonómico de los dinosaurios hemos de remontarnos hasta la Inglaterra de la época victoriana. Como resultado de los trabajos del profesor Richard Owen -posterior fundador del Museo de Historia Natural de Londres- los dinosaurios fueron reconocidos por primera vez como un grupo único de reptiles fósiles en 1842.
Los dinosaurios fueron reconocidos por primera vez como un grupo único de reptiles fósiles en 1842
A partir de este momento, en la décadas siguientes fueron añadiéndose nuevos fósiles al registro, descubriéndose e identificándose nuevas especies. No fue hasta entrada la segunda mitad del siglo XIX cuando se comprendió que los dinosaurios eran anatómicamente diversos y se trató de clasificarlos en grupos que compartían características particulares.
Fue así que un paleontólogo de la Universidad de Cambridge, Govier Seeley- bajo la tutoría del renombrado geólogo Adam Sedgwick- quien estableció que los dinosaurios podían clasificarse perfectamente en dos grupos distintos, los cuales nombro como “Saurischia” y “Ornithischia”.
Esta clasificación se basó en la disposición de los huesos de la cadera de las criaturas, y en particular, en si mostraban un patrón parecido al de un lagarto –saurisquios- o bien al de un pájaro, ornitisquios.
A medida que se fueron dando nuevos descubrimientos y se añadieron nuevos especímenes al registro fósil, fue haciéndose patente la necesidad de reclasificar las especies conocidas no en dos, si no en tres linajes distintos.
De esta manera, los ornitisquios - recordemos, los dinosaurios con cadera de forma similar a la de los pájaros- permaneció invariable. Sin embargo el de los saurisquios - cuya cadera se asemejaba a la de los lagartos- se subdividió en dos clases distintas que fueron denominadas “Sauropodomorpha” –sauropodomorfos - y “Theropoda”, terópodos.
Para ayudar a entender las diferencias, las palabras Sauropodomorpha y Theropoda, hacen referencia a las patas de estos dinosaurios. Estos tenían, respectivamente, extremidades con forma de pata de reptil y con forma de "pata de bestia".
En el primer grupo, el de los sauropodomorfos podemos encontrar a gigantes como el Diplodocus o el Brontosaurus, en el segundo grupo, el de los terópodos a los temidos Tyrannosaurus Rex y Spinosaurus.
Reescribir 130 años de historia, ¿qué ha cambiado?
Como hemos visto, durante 130 años los paleontólogos han estado trabajando con un sistema de clasificación en el que las especies de dinosaurios se han colocado en dos categorías distintas: Ornithischia y Saurischia.
Pero ahora, después de un cuidadoso análisis de docenas de esqueletos fósiles y decenas de miles de caracteres anatómicos, los investigadores han llegado a la conclusión de que estos grupos familiares largamente aceptados pueden estar equivocados . Y de ello se deriva la necesidad redefinir, renombrar y reordenar el conocimiento acumulado hasta el momento. Regresando al ejemplo de la escalera, un grupo de científicos acaba de levantar la voz para decir:“¡Eh, cuidado con estos ladrillos de aquí, que la estructura baila!”.
Los ornistiquios necesitan ser agrupados junto a los terópodos con exclusión de los sauropodomorfos
Este nuevo análisis de los dinosaurios y sus parientes cercanos publicado en Nature, aboga por que los ornistiquios necesitan ser agrupados junto a los terópodos con exclusión de los sauropodomorfos. Desde hace mucho tiempo se ha asumido que los pájaros modernos -con sus caderas obviamente "de pájaro"- evolucionaron a partir de los terópodos – con cadera de lagarto . Sin embargo el modelo de clasificación propuesto en este estudio expone que ambos grupos, tanto ornistiquios como terópodos, tenían el potencial para desarrollar unas caderas propia de aves, y de hecho, así lo hicieron en diversas ocasiones durante su historia. Esto sugiere que ambos grupos hubieron de contar con un antepasado común.
Matthew Baron, autor principal del estudio declara que: "cuando comenzamos nuestro análisis, nos desconcertó el hecho de que algunos ornitisquios antiguos aguardaban una gran similitud anatómica con los terópodos. Nuestro estudio sugiere que estos dos grupos eran de hecho parte del mismo grupo. Toda una conmoción, pues es algo que se opone al conocimiento hasta el momento asentado”.
Si estamos en lo cierto, tendremos que cambiar la definición de dinosaurio
"Los terópodos carnívoros estaban más estrechamente relacionados con los ornitisquios herbívoros de lo que pensábamos. Además, a partir de nuestras conclusiones, algunos animales como el Diplodocus quedarían excluidos del concepto tradicional de dinosaurio. Eso significa que, si estamos en lo cierto, tendremos que cambiar la definición de dinosaurio para asegurarnos en el futuro que el Diplodocus y sus parientes cercanos puedan ser clasificados como tales ", añade.
De este modo la nueva proposición de clasificación incluye a ornisnitiquios y terópodos en un único grupo que ha recibido el nombre de “Ornithoscelida”, el cual revive el nombre acuñado originalmente por el biólogo evolutivo Thomas Henry Huxley en 1870.
Por su parte, el coautor del estudio, el Doctor David Norman de la Universidad de Cambridge expone que las repercusiones de este estudio son sorprendentes y profundas. En palabras del investigador: “la denominación de los dinosaurios con cadera en forma de ave siempre ha resultado paradójica hasta el momento, ya que en un principio no parecían tener ninguna relación con el origen de las aves. ¡Ahora están firmemente unidos a la ascendencia de las aves vivas!”.
"Si nuestra sugerencia sobrevive al escrutinio académico, los libros de texto que cubran el tema de la evolución de los vertebrados necesitarán ser reescritos”.
Norman también afirma que: “durante 130 años los paleontólogos han considerado la filogenia de los dinosaurios de una cierta manera. Nuestra investigación indica que necesitan volver la mirada a la historia evolutiva de las criaturas para corregir los errores del pasado. Esto es simplemente ciencia en acción. En cierto momento se sacan una serie de conclusiones a partir de las aparentes evidencias; luego se presentan nuevos datos o teorías y repentinamente hay que reconsiderar y adaptarse a nuevas hipótesis. En este caso si nuestra sugerencia sobrevive al escrutinio académico, los libros de texto que cubran el tema de la evolución de los vertebrados necesitarán ser reescritos”
Durante el análisis del árbol familiar de los dinosaurios, el equipo también llegó a otra conclusión inesperada. Durante muchos años, se pensó que los dinosaurios se originaron en el hemisferio sur, en el antiguo continente conocido como Gondwana. Los fósiles más antiguos de dinosaurios han sido desenterrados en América del Sur, lo que siempre sugirió que los dinosaurios más antiguos se originaron allí. Sin embargo ahora, resultado de reexaminar los taxones clave, se baraja la hipótesis de que pudieran haber surgido en el hemisferio Norte, en el supercontinente conocido como Laurasia, (quepa recordar que los continentes estaban mucho más juntos en este momento).
Por su parte, Paul Barrett, del Museo de Historia Natural de Londres afirma: “este estudio rediseña radicalmente el árbol genealógico de los dinosaurios, proporcionando un nuevo marco para desentrañar la evolución de sus características clave, su biología y su distribución a través del tiempo.”
“De estar en lo correcto, explica muchas incoherencias previas en nuestro conocimiento de su anatomía poniendo de relieve nuevas preguntas acerca de su evolución”, concluye.
Por tanto, queda por ver que pasa con la escalera, aunque todo apunta a que ya se está preparando todo para empezar las obras.
Hector rodriguez para National Geographic
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