En 1959, un geólogo descubría en una de las vitrinas del Museo de Historia Natural de Bruselas un nuevo y rarísimo mineral, la calclacita. Es tan raro que solo existe en esa vitrina: durante años la acción del ácido acético emitido por la madera de roble de la que está hecho el mueble corroyó unas rocas calcáreas que formaban parte de la colección de minerales del museo creando algo nuevo. La calclacita es uno de los 208 minerales aparecidos como consecuencia indirecta e involuntaria de las acciones humanas. Lo que la naturaleza tardó millones de años en hacer, los humanos lo están creando en unos pocos siglos.
"La calclacita no es el más bonito pero me encanta la idea de que se haya formado un nuevo mineral al dejar muestras en el cajón de un museo", dice el investigador del Instituto Carnegie para la Ciencia (EE UU), Robert Hazen. Este profesor de geología de la Universidad George Mason ha elaborado, junto a colegas de varias universidades estadounidenses, un catálogo con 208 minerales antropogénicos.
Aunque la definición tradicional de mineral exige que sea una estructura cristalina de determinados elementos químicos enlazados de una forma concreta y fruto de procesos naturales, la Asociación Internacional de Mineralogía (AIM) también considera minerales aquellos compuestos químicos en los que la acción humana que los creó no fue deliberada. Eso descarta a las más de 180.000 nuevas estructuras cristalinas creadas por el ingenio humano con una intención y función, según estiman los autores del catálogo, pero permite reconocer otros compuestos fruto también de procesos naturales pero iniciados por una acción humana.
La mayoría de los nuevos minerales son subproductos de actividades mineras y la metalurgia
Hazen, autor del libro La Historia de la Tierra: Los primeros 4500 millones de años, propuso en 2008 una evolución de los minerales dividida en 10 etapas, desde el periodo inmediatamente posterior al Big Bang hasta la aparición de los biominerales, como el carbonato cálcico de los trilobites, la sílice de las diatomeas o el fosfato cálcico de huesos y dientes. Ahora cree llegado el momento de sumar una undécima fase, la actual, protagonizada por las acciones humanas.
En cada una de esas etapas, con una duración de centenares de millones de años aparecieron unas pocas decenas de minerales. "Han hecho falta 4.500 millones de años para que se produjeran las distintas combinaciones de elementos en el lugar, profundidad y temperatura determinados para formar los más de 5.200 minerales reconocidos oficialmente", comenta Hazen. La mayoría de ellos aparecieron durante la Gran Oxidación. Entonces, hace entre 2.200 y 2.400 millones de años, la aparición de las cianobacterias provocó la generación masiva de oxígeno (hasta los niveles actuales) que desencadenó una serie de procesos geológicos y biológicos que provocaron la mayor diversificación de minerales hasta ahora.
"Ahora me doy cuenta de que los humanos estamos creando nuevos minerales y compuestos análogos a un ritmo asombroso, más rápido que en cualquier otra época en la historia de la Tierra", comenta Hazen. "Estos minerales formarán una capa duradera (hablo de miles de millones de años) en el registro sedimentario que distinguirá nuestro tiempo de todo lo que hubo antes. Por eso es una nueva etapa", añade.
Algo más de la mitad de los minerales de la lista (117) tienen tanto origen natural como humano. La atacamita, por ejemplo, fue identificada por primera vez en el siglo XIX en minas del desierto chileno de Atacama. Pero, a mediados del siglo pasado, también fue caracterizada en la costra de estatuas de bronce de la ciudad helenística de Alejandría corroídas por el agua del mar en el que pasaron los últimos 2.000 años. Aún más fascinantes son los casos de la fayalita y la forsterita. La primera fue localizada en las Azores y la segunda escupida por el Vesubio en el siglo XIX. Pero ambas también fueron identificadas en altares para el sacrificio en la región del Tirol. Al parecer la combustión incompleta de los huesos de los animales reaccionó con las rocas del altar creando la versión antropogénica de estos minerales.
Otros 91 minerales, sin embargo, son un subproducto exclusivo de las acciones humanas y no se han encontrado, por ahora, en yacimientos naturales, según detallan los autores del decálogo en la revista American Mineralogist. La abhurita es un buen ejemplo. Originada en el estaño de las monedas que había en las bodegas del barco SS Cheerful, naufragado frente a las costas inglesas en el siglo XIX, solo se la ha encontrado en otros naufragios.
La abellaíta, encontrada en una mina de uranio de Lleida, es una de las últimas incorporaciones a la lista
Casos como el de la calclacita o la decena de minerales identificados en yacimientos arqueológicos o los cuatro surgidos de sacrificios rituales de animales son los menos. La gran mayoría de los minerales antropogénicos son consecuencia más o menos directa de la minería y la metalurgia. Unos, como la apexita o la gunterita emergen del efecto del tiempo y los procesos geológicos sobre los vertederos mineros. Otros, como la postita o la nealita, aparecen en los precipitados del agua usada en la mina o de la escoria de las fundiciones. La mayoría solo existen en una o dos minas, a veces separadas por miles de kilómetros.
La abellaíta es uno de los últimos minerales antropogénicos reconocidos por la AIM. "Lo encontró un cazador de minerales en las paredes de una de las galerías de la mina de uranio Eureka, en Lleida", cuenta el investigador del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera-CSIC, Jordi Ibáñez. Este experto en cristalografía formó parte del grupo de expertos que analizó las muestras que el descubridor, Joan Abella i Creus, llevó a la Universidad de Barcelona. "No es fácil caracterizar un nuevo mineral. Hay que determinar que es un compuesto fruto de un proceso natural y diferente de todos los demás que se conocen", recuerda Ibáñez. Una vez confirmado, la abellaíta abre desde 2014 la lista de minerales de la AIM.
Ibáñez, que no ha intervenido en la elaboración del catálogo de los 208 minerales, coincide con sus autores en que esta gran diversidad de nuevos minerales es un signo que definiría a la época geológica actual y que han bautizado como Antropoceno. Pero también cree que deberían ser los geólogos del futuro los que deberían definirlo. En lo que no coincide es en la pervivencia de muchos de estos nuevos minerales a largo plazo. Dice Ibáñez: "si la civilización colapsara de forma repentina, los geólogos de dentro de varios millones de años encontrarán cemento y muchos materiales movidos de sitio".
Miguel Angel Criado para ElPaís.com
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