Aunque, gracias al estilo de vida monástico, a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento hubo una considerable presencia de mujeres en la cultura y la ciencia, fue durante la revolución científica del siglo XVII, con el positivismo, cuando se fijaron las bases para su acceso al universo científico. Estas "damas de la ciencia" dependían de la mediación de padres, maridos o hermanos, pero lograron niveles inimaginables hasta entonces.
En este tiempo, varias inglesas destacaron entre las demás. Una de ellas pasó a ser, en 1667, la primera mujer en ingresar en la Royal Society de Londres. Se trata de Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle. Por fin una mujer se había ganado el buscado reconocimiento de la comunidad científica masculina. Entre 1653 y 1671 escribió 14 libros sobre ciencia y los firmó sin seudónimo. Por ello, además de por muchas otras cosas, la tildaron de extravagante. ¡Y también escribía poesía! Unió sus dos grandes pasiones en sus Poemas atómicos (1653). A esta dama de ciencia la llamaban "Madge la Loca" pero, como señala la escritora Margaret Alic, autora de El legado de Hipatia, "no fue atacada por sus opiniones –que no eran más absurdas que mucho de lo que se consideraba ciencia a comienzos del siglo XVIII–, sino que más bien fue acusada de plagio, puesto que no había señora que pudiera entender tantas palabras difíciles".
Otra gran dama de la ciencia
Tenacidad tampoco le faltó a Lady Mary Wortley Montagu, que logró introducir en Londres la vacuna de la viruela, enfermedad que cada año mataba a unas 45.000 personas sólo en las islas Británicas. Fue durante un viaje a Turquía en 1717 junto a su marido, enviado allí como embajador, cuando observó que se inmunizaba a la población inyectándole viruela bovina. Al volver a casa, probó la técnica con su hija y resultó. Desde hacía mucho tiempo ya se practicaba en Asia y el Medio Oriente, pero hizo falta el empuje de esta mujer para que la vacuna llegara a Europa Occidental.
Revista Muy Intresante
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