Hay quien afirma que la música acelera el crecimiento de las plantas, a pesar de las magras pruebas que avalan semejante aseveración pseudocientífica. Pero nuevas investigaciones indican que algunos vegetales podrían percibir sonidos, como el gorgoteo del agua a través de una tubería o el zumbido de los insectos.
En un estudio reciente, Monica Gagliano, bióloga evolutiva de la Universidad de Australia Occidental, y sus colaboradoras depositaron plántulas de guisante en frascos con forma de Y invertida. Uno de los brazos del frasco se apoyaba sobre una bandeja con agua o un tubo enroscado de plástico a través del cual circulaba el líquido elemento; el otro descansaba sobre tierra seca. Las raíces crecieron hacia el brazo del agua, tanto si esta era fácilmente accesible como si circulaba oculta por el tubo. «Sabían que el agua estaba allí, aunque lo único que podían percibir era el rumor a su paso por la tubería», asegura. Pero cuando se les dio la opción de escoger entre el tubo de agua y tierra húmeda, las raíces optaron por la segunda. Gagliano plantea la hipótesis de que las plantas se sirven de las ondas sonoras para detectar el agua en la distancia pero siguen el gradiente de humedad para alcanzar su objetivo cuando se hallan cerca.
La investigación, descrita hace unos meses en Oecologia, no es la primera en sugerir que los vegetales detectan e interpretan los sonidos. Un estudio de 2014 mostró que la crucífera Arabidopsis distingue el sonido causado por la masticación de una oruga y las vibraciones del viento: segregó más toxinas tras «escuchar» la grabación de los insectos comiendo. «Tendemos a subestimar las plantas porque nuestros sentidos no perciben bien sus respuestas. Pero las hojas han resultado ser unos detectores de vibraciones sumamente sensibles», asegura la investigadora principal del estudio Heidi M. Appel, ambientóloga radicada ahora en la Universidad de Toledo en EE.UU.
Otra pista sobre la capacidad auditiva de las plantas la aporta el fenómeno de la «polinización por zumbido», en la que cierta frecuencia del sonido del vuelo estimula la liberación del polen.
Michael Schöner, biólogo de la Universidad de Greifswald que no ha participado en esta novedosa investigación, cree que podrían poseer órganos capaces de captar sonidos. «Las vibraciones sonoras desencadenarían la respuesta de la planta a través de mecanorreceptores, que adoptarían la forma de estructuras filiformes muy delgadas, que podrían actuar como una membrana vibrátil», explica.
Esta investigación plantea dudas sobre si la contaminación acústica afectaría tanto a la flora como a la fauna, observa Gagliano: «El ruido podría bloquear canales de comunicación entre las plantas; por ejemplo, para advertir a sus iguales de la presencia de insectos fitófagos.» Así que la próxima vez que ponga en marcha el cortacésped o el soplahojas en su jardín, procure no molestar demasiado.
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