Hace 630.000 años, el supervolcán de Yellowstone, en las montañas Rocosas, despertó con tal furia que sembró de cenizas una superficie de varias decenas de miles de km. cuadrados. El evento, causante de la gran caldera del parque estadounidense que puede observarse en la actualidad (la segunda más grande del planeta), tuvo consecuencias globales y cambió el clima de la Tierra. Ahora, un nuevo registro geológico ha demostrado que no se produjo una sola erupción catastrófica, sino dos, y en un corto período de tiempo.
Dos capas de ceniza volcánica que llevan la huella química única de la supererupción más reciente de Yellowstone (el volcán manifestó su poder otras dos veces: hace 2,1 millones de años y hace 1,3 millones de años) han sido encontrados en los sedimentos del fondo marino en la cuenca de Santa Bárbara, cerca de la costa del sur de California.
Estas capas de ceniza, o tefra, están intercaladas entre los sedimentos, que contienen un registro notablemente detallado de los océanos y el cambio climático. Juntos, tanto la ceniza como los sedimentos revelan que la última erupción no fue un evento único, sino dos erupciones poco espaciadas que echaron el freno a la tendencia natural de calentamiento global que eventualmente sacó al planeta de una importante glaciación.
«Descubrimos que hubo dos supererupciones formadoras de cenizas con 170 años de diferencia y cada una enfrió el océano en aproximadamente 3ºC», afirma el geólogo de la Universidad de California Santa Bárbara Jim Kennett, que ha presentado sus hallazgos en la reunión anual de la Sociedad Geológica Americana (GSA), en Seattle.
Los investigadores llegaron a esta conclusión por varias condiciones especiales que se encuentran en la cuenca de Santa Bárbara. Una de ellas es el suministro constante de sedimentos a la cuenca desde tierra, aproximadamente un milímetro por año. La segunda son las aguas alimentadas por nutrientes que surgen del océano profundo. Esto produjo abundantes y pequeños caparazones de foraminíferos que se hundieron en el lecho marino, donde fueron enterrados y preservados. Estas conchas contienen isótopos de oxígeno que revelan las temperaturas de la superficie del mar en que vivieron.
Inviernos volcánicos
Según los científicos, estos datos dejan «bastante claro que ambas erupciones causaron inviernos volcánicos separados, que es cuando las emisiones de ceniza y dióxido de azufre volcánico reducen la cantidad de luz solar que llega a la superficie de la Tierra y provocan un enfriamiento temporal. Estos eventos de enfriamiento ocurrieron en un momento especialmente delicado cuando el clima global se calentaba a partir de una edad de hielo, lo que fue fácilmente interrumpido».
Kennett y sus colegas descubrieron que el inicio de los eventos de enfriamiento global fue abrupto y coincidió precisamente con el momento de las erupciones supervolcánicas. Pero cada vez, el enfriamiento duró más de lo que debería, de acuerdo con modelos climáticos simples, por lo que los científicos creen que tuvo que haber otras reacciones involucradas, como una mayor cobertura de nieve y hielo marino que refleja la luz del sol o un cambio en la circulación oceánica que enfriaría el planeta durante más tiempo.
Otros estudios indican que una nueva erupción del supervolcán de Yellowstone, que es más grande de lo que se creía, sumergiría toda la cordillera en la que se encuentra bajo una capa de varios metros de cenizas. Esa capa iría disminuiría a medida que aumente la distancia con el centro de la erupción, pero tendría aún varios milímetros de espesor en lugares tan alejados del volcán como Nueva York, Los Angeles o Miami. Por fortuna, los investigadores no creen que una erupción semejante se vaya a producir a corto plazo, al menos no hasta dentro de un millón o dos millones de años.
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