La extinción de los dinosaurios no avianos (los avianos se convirtieron en las aves modernas) hace unos 66 millones de años, después de que un gigantesco meteorito impactara en lo que hoy es la provincia del Yucatán en México, tuvo un buen número de consecuencias que marcaron el desarrollo de la vida en la Tierra. Una de ellas fue que los pequeños y escurridizos mamíferos de la época cambiaran sus costumbres. Según un estudio publicado en Nature Ecology & Evolution, los mamíferos solo comenzaron a ser activos durante el día después de que la aniquilación de los reyes del Cretácico.
En la actualidad, muchos mamíferos están activos durante el día, pero en su mayoría carecen de las características que les permiten a los peces, reptiles y aves ser unos depredadores diurnos exitosos: la visión del color, por ejemplo. De hecho, la mayoría de los mamíferos tienen una visión más similar a la de los reptiles y aves nocturnas. En estas observaciones descansa la teoría del «cuello de botella nocturno», que propone que los primeros mamíferos tuvieron que restringir su actividad a la noche para evitar el conflicto con los dinosaurios que estaban activos durante el día. Cuando se extinguieron los dinosaurios, propone, los mamíferos pudieron moverse al nuevo nicho diurno disponible.
Para buscar evidencia directa de esta hipótesis, investigadores del Museo Steinhardt de Historia Natural de la Universidad de Tel Aviv (Israel) y del University College de Londres analizaron datos de 2.415 especies de mamíferos vivos en la actualidad utilizando algoritmos informáticos para reconstruir los patrones de actividad probables de sus ancestros de hace millones de años.
En el análisis se utilizaron dos árboles genealógicos diferentes que retratan líneas de tiempo alternativas para la evolución de los mamíferos. Los resultados de ambos muestran que los mamíferos pasaron a la actividad diurna poco después de que los dinosaurios desaparecieran. Este cambio no ocurrió en un instante: involucró una etapa intermedia de actividad mixta diurna y nocturna durante millones de años, que coincidió con los eventos que diezmaron a los dinosaurios.
«Nos sorprendió mucho hallar una correlación tan estrecha entre la desaparición de los dinosaurios y el inicio de la actividad diurna en los mamíferos, pero encontramos el mismo resultado por unanimidad utilizando varios análisis alternativos», explica Roi Maor, autor principal del estudio.
Los «bisabuelos» de los gorilas, los primeros
El equipo descubrió que los antepasados remotísimos de los simios, como los gorilas, los gibones y los tamarinos, fueron los primeros en abandonar por completo la actividad nocturna. Sin embargo, las dos líneas evolutivas variaron, dando una ventana entre 52 millones de años y 33 millones de años para que ocurriera.
Según los autores, este descubrimiento encaja bien con el hecho de que los simios son los únicos mamíferos que han desarrollado adaptaciones para ver bien a la luz del día. La agudeza visual y la percepción del color de los simios es comparable a la de los reptiles diurnos y las aves, grupos que nunca abandonaron el nicho diurno.
«Es muy difícil relacionar los cambios de comportamiento en los mamíferos que vivieron hace mucho tiempo con las condiciones ecológicas de la época, por lo que no podemos decir que la muerte de los dinosaurios causara que los mamíferos comenzaran a ser activos durante el día. Sin embargo, vemos una clara correlación en nuestros hallazgos», agrega Kate Jones, coautora del estudio y profesora del University College.
«Analizamos muchos datos sobre el comportamiento y la ascendencia de animales vivos por dos motivos: en primer lugar, porque el registro fósil de esa época es muy limitado y, en segundo lugar, el comportamiento como rasgo es muy difícil de deducir de los fósiles», explica su vez Tamar Dayan, presidente del Museo de Historia Natural Steinhardt.
«Tienes que observar a un mamífero vivo para ver si está activo por la noche o por el día. La evidencia fósil de los mamíferos a menudo sugiere que eran nocturnos, incluso si no lo eran. Muchas de las adaptaciones posteriores que nos permiten vivir a la luz del día están en nuestra tejidos blandos».
El equipo dice que se necesita más investigación para poblar mejor el árbol genealógico de los mamíferos a fin de brindar información más precisa sobre cuándo el comportamiento de las especies cambió de la actividad nocturna a la diurna.
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