Más de un siglo de investigación no ha logrado descubrir los factores que configuran la inteligencia humana ni calmar el debate en torno a ella en determinados ámbitos. En 2010, una ola de indignación sacudió Alemania. El político y escritor Thilo Sarrazin anunció que el país se volvía cada vez más mentecato. Su discurso señalaba como motivo principal de este fenómeno la tendencia entre los coetáneos con menor capacidad intelectual a engendrar un gran número de hijos, mientras que los ciudadanos listos dedicaban poco tiempo y esfuerzo a procurar descendencia. «Entre los científicos serios [...] hoy en día ya no existe duda alguna de que la inteligencia humana se hereda entre un 50 y 80 por ciento», describía Sarrazin en su superventas Alemania se desintegra. Con frases como esta pretendía argumentar el peligro que acecha al futuro alemán: al mismo tiempo que aumenta el número de bobos, el cociente intelectual (CI) total de la nación se hunde. Y sus consecuentes efectos económicos: los costes sociales solo subirán para la creciente clase baja, puesto que vivirán en gran medida de prestaciones sociales.
Para numerosas personas, las
influencias genéticas y los factores ambientales constituyen una
contradicción en relación a los factores que determinan las capacidades
intelectuales.
Los estudios de genética del comportamiento explican las diferencias estadísticas entre las poblaciones, no de la inteligencia individual.
La epigenética demuestra que la herencia y el ambiente interaccionan de forma compleja.
Investigación y Ciencia
Los estudios de genética del comportamiento explican las diferencias estadísticas entre las poblaciones, no de la inteligencia individual.
La epigenética demuestra que la herencia y el ambiente interaccionan de forma compleja.
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