El nuevo coronavirus, que ha infectado a millones de persones en todo el mundo, puede causar estragos más allá de los pulmones. Algunos de los síntomas de la enfermedad que causa, la COVID-19, son bastante predecibles: tos, fiebre, escalofríos, dolor de cabeza. Sin embargo, la lista no acaba ahí; pues el virus parece afectar a casi todos los órganos, incluidos el cerebro, el corazón, los riñones, el aparato digestivo y la piel.
La llamada hipoxia silenciosa, o hipoxia feliz, un fenómeno en el que las personas con niveles muy bajos de oxígeno en sangre no luchan por respirar ha sorprendido a los médicos. Destaca también el denominado «dedo del pie COVID-19», es decir, la inflamación dolorosa que aparece en la piel, conocida como sabañón. En ciertas ocasiones, los niños, (que no suelen desarrollar un cuadro clínico grave), presentan síntomas similares a los de la enfermedad de Kawasaki, que provoca la inflamación de los vasos sanguíneos de todo el organismo. Asimismo, aparecen complicaciones asociadas con coágulos sanguíneos, como derrames cerebrales y embolias pulmonares (obstrucciones de los vasos sanguíneos en los pulmones). «Es interesante que un virus respiratorio cause una variedad tan diversa de secuelas clínicas», dice Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Colegio de Medicina Baylor.
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Los más de 4 millones de casos confirmados en todo el mundo de esta enfermedad completamente nueva podrían explicar dichas manifestaciones inusuales de la COVID-19. Algunos de estos síntomas han aparecido también en otras infecciones víricas —por ejemplo, algunos pacientes infectados por el coronavirus SARSoriginal y el virus de la gripe H1N1 presentaron coágulos sanguíneos. «En este momento, hay tantos casos en el mundo que podríamos hallarnos ante síntomas poco frecuentes», comenta Stanley Perlman, profesor de microbiología e inmunología en la Universidad de Iowa. «Ello nos lleva a preguntarnos: si en otras infecciones observásemos entre 2 y 3 millones de casos, ¿cuántas de estas manifestaciones aparecerían? ¿O estas solo ocurren en el caso especial de la COVID-19?»
Los científicos aún tratan de identificar el mecanismo responsable de esta amplia gama de complicaciones. No obstante, parece haber dos sospechosos principales. El primero, la respuesta inflamatoria defensiva del sistema inmunitario ante invasores extraños, como los virus y las bacterias. Esta reacción, a su vez, puede conducir al segundo culpable: la coagulación de la sangre; pues el efecto de la enfermedad sobre los vasos sanguíneos podría ocasionar algunas de los síntomas más desconcertantes que presentan los pacientes con COVID-19.
Desde las unidades de cuidados intensivos de varios países, incluidos China, Francia, Italia y los EE.UU., los médicos informan de complicaciones relacionadas con la coagulación, como embolias pulmonares y accidentes cerebrovasculares, entre los pacientes con COVID-19 ingresados. La frecuencia general de aparición de estos problemas permanece aún por determinar, pero algunas evaluaciones estiman que hasta el 30 por ciento de los pacientes críticos los padecen. En casos raros, los accidentes cerebrovasculares han afectado a personas de entre 30 y 40 años, hecho que alarma a los médicos.
«Vemos muchas complicaciones relacionadas con la coagulación en los pacientes ingresados en las unidades de curas intensivas», dice Margaret Pisani, profesora asociada especializada en medicina pulmonar y de cuidados críticos en la Escuela de Medicina de Yale. «Hemos visto ictus, infartos de miocardio y embolias pulmonares. Detectamos coágulos en tejidos que normalmente no se hallan afectados en personas sanas que acuden al hospital con una infección vírica.»
Los problemas relacionados con la coagulación no son específicos de la COVID-19, dice Yvonne Maldonado, profesora de enfermedades infecciosas pediátricas en la Universidad Stanford. Los pacientes con sepsis (donde ocurre una respuesta inmunitaria abrumadora que pone en peligro la vida de la persona) también desarrollan una enfermedad conocida como coagulación intravascular diseminada, en la que se produce una coagulación anómala en todos los vasos sanguíneos. «Lo inusual en la COVID-19 es que estas complicaciones parecen ocurrir con más frecuencia», añade.
Además de los coágulos en los vasos sanguíneos grandes, los investigadores informan de obstrucciones en los capilares. La COVID-19 «es un problema vascular», señala Frank Ruschitzka, cardiólogo en el Hospital Universitario de Zúrich. «El pulmón constituye el principal campo de batalla, pero nos hallamos frente a una enfermedad de los vasos sanguíneos.»
Para los científicos, el componente vascular de la COVID-19 es obvio. En la imagen, glóbulos rojos atrapados en un coágulo sanguíneo observados por microscopia electrónica de barrido. [Wikimedia Commons]
Los científicos aún deben esclarecer la causa de la coagulación. Sin embargo, la inflamación parece una posible culpable. Los científicos han hallado, por ejemplo, proteínas del complemento —moléculas involucradas en la activación de la respuesta inmunitaria— en los vasos sanguíneos obstruidos. Muchos de los innumerables síntomas de la COVID-19 parecen compartir un mecanismo común: la inflamación del endotelio, la capa de células que recubre el interior de los vasos sanguíneos, comenta Luciano Gattinoni, profesor visitante en los departamentos de anestesiología y cuidados intensivos en el Centro Médico Universitario de Gotinga. «Como el endotelio está en todas partes, ello permite explicar por qué los síntomas son tan diferentes.»
Algunos de los misteriosos síntomas de la COVID-19 cobran sentido si se consideran como manifestaciones de un trastorno vascular. Como ejemplo, Gattioni destaca la hipoxia silenciosa, una condición no relacionada con la capacidad del pulmón para oxigenar la sangre, sino más bien con la alteración del flujo sanguíneo que circula a través del órgano.
Muchas de las complicaciones raras de la COVID-19, incluidos los problemas renales que requieren diálisis (en algunos casos, los coágulos incluso han obstruido los filtros de los aparatos de diálisis), los sabañones en los dedos de los pies y los síntomas de la enfermedad de Kawasaki observados en los niños, también se han asociado con problemas vasculares. «El conocimiento avanza muy rápido, pero el componente vascular de la enfermedad es obvio», dice Ruschitzka — aunque advierte que «nunca hay un solo mecanismo.»
Pero, ¿qué causa las complicaciones vasculares de la COVID-19? ¿Es el propio virus o la reacción inmunitaria del organismo? La respuesta permanece aún por esclarecer. Algunas evidencias sugieren que el SARS-CoV-2, el coronavirus responsable de la COVID-19, puede atacar de forma directa a las células endoteliales. Este mes de abril, un artículo publicado, en la revista The Lancet por Ruschitzka y su equipo, describía el hallazgo de partículas víricas en el endotelio renal, así como la acumulación de células inmunitarias en el tejido endotelial de varios órganos, incluidos los riñones, el corazón y los pulmones, en muestras de tres pacientes fallecidos. Sin embargo, Ruschitzka señala a la respuesta inmunitaria del organismo, más que el propio virus, como responsable de la coagulación. «Lo que observamos es un exceso de inflamación generalizado», añade.
No obstante, todavía es pronto para descartar el efecto directo del virus. «Existen múltiples condiciones que causan inflamación, pero que no ocasionan trastornos de coagulación», dice Hotez, hecho que aumenta la posibilidad de que el virus participe en la aparición de dichas alteraciones sanguíneas. Es posible que la diversidad de síntomas guarde relación con los receptores ACE2 a los que se une el virus, postula. Estos receptores se hallan en la superficie de las células que componen los tejidos afectados por el virus.
Alex Richter, inmunólogo en la Universidad de Birmingham, señala que el momento en el que aparece un síntoma podría revelar el responsable de su manifestación. Por ejemplo, resulta más probable que el virus se halle detrás de un síntoma de aparición temprana, como la pérdida de olfato o gusto, que de las complicaciones tardías parecidas a la enfermedad de Kawasaki. «Hay una línea temporal que parece indicar qué tan probable es que los síntomas sean un efecto directo del virus o de la respuesta inmunitaria según cuando aparecen», concluye.
Asimismo, Richter señala una característica particularmente extraña de las manifestaciones de la enfermedad de Kawasaki observadas en los niños: su aparición semanas después de la exposición al virus. Tanto ella como su equipo analizan muestras de infantes afectados a fin de identificar el modo en que el sistema inmunitario causaría dichos efectos. Hasta la fecha, sus hallazgos señalan que estos individuos presentan anticuerpos como resultado de la correcta activación del sistema inmunitario. Ello sugiere que la infección ocurre semanas antes de la aparición de las manifestaciones. En cambio, en los adultos el sistema inmunitario reacciona de manera más inmediata a la presencia del virus, destaca Richter.
A pesar de la amplia gama de síntomas de la COVID-19, el conocimiento emergente de la infección sugiere la existencia de un conjunto de factores subyacentes comunes que actuarían a la vez. «Es posible que en realidad solo sucedan algunas cosas y, según dónde se manifiesten, ocasionen síntomas diferentes», dice Perlman. «Entonces la pregunta es: ¿por qué se presenta de manera diferente en distintas personas?» La mayoría de infectados por el SARS-CoV-2 no requerirán ingresar en las unidades de curas intensivas, pero las personas que están hospitalizadas se enfrentan a una enfermedad que cada día sorprende a la comunidad médica. La edad, la obesidad y las afecciones cardíacasaumentan el riesgo de desarrollar cuadros clínicos graves. Pero los científicos todavía están buscando biomarcadores inflamatorios y otros indicadores bioquímicos que ayuden a los médicos a predecir quién mejorará por sí solo y quién enfermará gravemente, dice Maldonado. «Los científicos centramos nuestros esfuerzos en resolver esta cuestión», concluye.
Diana Kwon
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