Hace 50 años de la publicación del libro de la bióloga estadounidense Rachel CarsonPrimavera Silenciosa en
el que denunciaba los efectos nocivos en el medio ambiente del empleo
masivo de pesticidas, particularmente
el DDT, un plaguicida organoclorado de efectos letales. Actualmente,
existe una reglamentación estricta sobre el uso de plaguicidas; sin
embargo, la contaminación por compuestos organoclorados continúa siendo
un problema debido a su carácter persistente y acumulativo,
con efectos muy dañinos tanto en humanos como en el resto de los seres
vivos.
Un equipo internacional
liderado por investigadores de la Universidad de Amberes, y en el que
han participado científicos del MNCN, ha analizado la presencia de
compuestos organohalogenados en huevos de estorninos
pinto y negro (Sturnus vulgaris y Sturnus unicolor) en
tres continentes (Europa, Norteamérica y Australasia), para valorar la
idoneidad de los estudios de seguimiento a gran escala. Sus resultados
se han publicado en la revista Environment
International.
El estudio demuestra
que los huevos de estorninos pueden utilizarse como instrumento de
seguimiento a escalas geográficas amplias.
También podrían ser
adecuados en estudios prospectivos a largo plazo para examinar la
evolución en el tiempo de los diferentes compuestos, aunque “en un
futuro sería necesario ampliar el número de localidades
muestreadas y el número de huevos por localidad, para eliminar el sesgo
que pueden introducir la contaminación local y la variación individual,
así como tener en cuenta el carácter residente o migrador de las
poblaciones” señala el investigador del MNCN José
Pablo Veiga.
Aves ideales para monitorizar
Los estorninos plantean
muchas ventajas para la biomonitorización a escala continental por
diversos motivos: son muy ubicuos; utilizan cajas anidaderas, lo que
permite un muestreo fácil; ocupan una posición relativamente
alta en la cadena trófica, ya que se alimentan de invertebrados del
suelo, por lo que potencialmente pueden acumular dosis elevadas de
compuestos organohalogenados.
Las concentraciones
medias de bifenilos policlorados (PCB) en los huevos fueron muy
variables: las más bajas se encontraron en Australia y las más elevadas
en Estados Unidos, probablemente porque la mayor parte
de las mezclas comerciales de PCB se producen y se usan en EE UU. En
Europa las concentraciones más elevadas se han observado en localidades
urbanas de Italia y Polonia.
En el caso de los
éteres difenílicos polibromados (PBDE), las concentraciones halladas en
Canadá son considerablemente superiores al resto de países, seguidas por
Estados Unidos y Reino Unido.
Finalmente, para los
insecticidas organoclorados (DDT) las concentraciones fueron muy bajas
en Francia y muy elevadas en Nueva Zelanda, donde el DDT se usó de forma
masiva entre 1950 y 1968 para controlar los
insectos de los pastizales. En Europa las concentraciones más elevadas
se encontraron en localidades de Polonia y Croacia, países de la antigua
Europa del Este.
El perfil de estos
compuestos estuvo dominado en todos los países por el isómero p, p’-DDE.
Dado que el DDE es el mayor metabolito del DDT, su acumulación apunta
al uso histórico de este pesticida, ya que en
la mayoría de los países desarrollados lleva prohibido más de 25 años.
El trabajo concluye que
los patrones geográficos de aparición de estos compuestos en los huevos
reflejan los patrones de emisión y coinciden con los datos obtenidos en
humanos y en muestras ambientales. Según
José Pablo Veiga, “la posibilidad de manipular experimentalmente la
concentración de estas sustancias en los huevos abre nuevas vías para el
estudio de efectos ecológicamente relevantes en función del grado de
contaminación”.
La Partícula de Déu.
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