«La cara es el espejo del alma», según el viejo dicho. Sin embargo, las personas con autismo no suelen saber cuándo un rostro transmite emociones (felicidad o tristeza, por ejemplo), algo que muchos investigadores interpretan como un indicio de que, en el autismo, el procesamiento de la información social sufre grandes carencias. Sin embargo, también la voz proporciona pistas emocionales. Y, según varios estudios recientes, las personas con autismo pueden reconocer en ella sentimientos y otros rasgos de humanidad tan bien o incluso mejor que los individuos neurotípicos.
Andrew Whitehouse, director de investigación sobre el autismo en el Instituto Telethon Kids, en Australia, objeta que se trata de estudios pequeños y centrados exclusivamente en adultos con altas capacidades, por lo que no son necesariamente representativos de toda la población con autismo. Helen Tager-Flusberg, catedrática de psicología y ciencias del cerebro en la Universidad de Boston, añade que el éxito en pruebas de laboratorio no implica que el resultado pueda trasladarse a las interacciones sociales del mundo real. No obstante, dichos estudios apuntan a que, al menos en algunos grupos y en ciertas situaciones, el déficit en la identificación de emociones podría reducirse principalmente a la visión. «Desde una perspectiva tarapéutica se trata de una muy buena noticia», señala Kevin Pelphrey, director del Instituto del Autismo y Trastornos del Neurodesarrollo de la Universidad George Washington. «Es mucho más fácil ayudar a alguien a superar una incapacidad para leer emociones en los rostros que tratar una carencia fundamental en el entendimiento de las emociones en todas sus modalidades.»
TRES ESTUDIOS SOBRE EL AUTISMO Y LAS EMOCIONES
Daniel Jevitt, del Instituto Nathan Kline de Investigaciones Psiquiátricas del estado de Nueva York, y sus colaboradores mostraron a los participantes fotografías de rostros que expresaban felicidad, tristeza, miedo o ira. Los 19 sujetos con autismo no identificaron bien esas emociones. Sin embargo, al oír grabaciones de voces que transmitían sentimientos parecidos, esos mismos participantes acertaron tan bien como el grupo de control. Los resultados aparecieron publicados en agosto en Journal of Psychiatric Research.
Daniel Jevitt, del Instituto Nathan Kline de Investigaciones Psiquiátricas del estado de Nueva York, y sus colaboradores mostraron a los participantes fotografías de rostros que expresaban felicidad, tristeza, miedo o ira. Los 19 sujetos con autismo no identificaron bien esas emociones. Sin embargo, al oír grabaciones de voces que transmitían sentimientos parecidos, esos mismos participantes acertaron tan bien como el grupo de control. Los resultados aparecieron publicados en agosto en Journal of Psychiatric Research.
Tamami Nakano, neurocientífico de la Universidad de Osaka, y sus colaboradores pidieron a 14 participantes que puntuasen voces que cantaban, tanto reales como generadas por ordenador. Aunque las valoraciones del grupo con autismo y del grupo de control difirieron en las voces reales, los sujetos con autismo otorgaron a las voces artificiales la misma baja nota en humanidad y cualidades emocionales que los voluntarios neurotípicos. El trabajo fue publicado el pasado mes de agosto en Cognition.
Un equipo dirigido por I-Fan Lin, de la Universidad Metropolitana de Tokio, midió la rapidez con que varias personas determinaban si un sonido procedía de un ser humano o no. Los ejemplos incluían una nota emitida por un violín y una persona que pronunciaba la vocal «i». Los 12 participantes con autismo no solo realizaron la tarea más deprisa que los neurotípicos, sino que lo hicieron mejor: reconocían las voces humanas incluso cuando faltaban importantes componentes acústicos. Los resultados aparecieron en mayo en Scientific Reports.
Anne PyCha para I&C
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