Comparadas con otras secreciones corporales, las lágrimas apenas están estudiadas. La recolección de las gotas saladas es ardua: los donantes llorones escasean, los hombres raramente se prestan voluntarios a la labor y las lágrimas han de ser frescas para poder analizar debidamente su composición. De resultas de todo ello, los investigadores no se ponen de acuerdo en la finalidad de esta conducta humana. ¿Es el lloro una forma primitiva de comunicación que presentan numerosas especies, como algunos químicos suponen? ¿O es, como proponen los psicólogos, un singular instrumento humano para mantener la cohesión social? El neurobiólogo israelí Noam Sobel tiene un plan para ahondar en la cuestión. Ha perfeccionado un método para ultracongelar las lágrimas y pretende crear un banco de lágrimas destinado a los investigadores de todo el mundo.
Sobel, que trabaja en el Instituto Weizmann de Ciencia en Rejóvot, descubrió en 2011 que las lágrimas femeninas contienen feromonas que reducen los niveles de testosterona de los varones cercanos. Pero las investigaciones han avanzado a paso de tortuga porque las moléculas se degradan con facilidad.
A fin de conservar intacta la composición de las lágrimas, Sobel y su equipo han ideado un método de congelación ultrarrápida a base de nitrógeno líquido que reduce rápidamente la temperatura de la muestra de gotas por debajo de –80 grados centígrados. El proceso conserva la mayoría de los compuestos de la lágrima, aseguran los inventores, que prevén publicar sus resultados a finales de año. A continuación pondrán en marcha un archivo criogénico de lágrimas, clasificadas por su origen, que estará abierto a encargos en línea. «A semejanza de los bancos de muestras de líquido amniótico, sangre y orina, en el futuro dispondremos de un banco de lágrimas», explica Sobel. «Ello nos permitirá completar los estudios en dos semanas, en lugar de seis meses.»
El banco ofrece posibilidades fabulosas, según Saad Bhamla, bioingeniero de la Universidad Stanford que a menudo emplea lágrimas de animales para investigar de qué modo estas crean una película protectora sobre el globo ocular. Como ejemplos de aplicaciones, destaca el interés de Silicon Valley por las lentes de contacto que imiten los visores integrados en el parabrisas, entre otras funciones, y el creciente aumento de la sequedad ocular causada por las largas horas frente a la pantalla del ordenador.
Sobel espera que los estudiosos interesados puedan escoger del archivo lágrimas por edad y sexo; por ejemplo, 200 muestras de varones blancos, de 18 a 25 años de edad. Este acceso personalizado aceleraría los experimentos que abordan numerosas incógnitas acerca de la bioquímica del lloro: ¿influyen las lágrimas en el humor o el apetito? ¿Son distintas las masculinas de las femeninas? ¿En qué se parecen las lágrimas emocionales de las que no lo son, causadas, por ejemplo, al cortar cebollas? Y es que, para Sobel, cuantas más personas lloren, mejor.
Noah Cadwell para I&C
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