Hace 66 millones de años, un asteroide se estrelló contra la Tierra y se calcula que aniquiló a tres cuartas partes de los seres vivientes. Ese episodio, que como sabemos causó la extinción de todos los dinosaurios, lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo sobrevivieron los ancestros de las aves modernas cuando todos sus allegados perecieron? Un nuevo estudio publicado en Current Biology plantea la hipótesis de que algunos dinosaurios aviares perduraron porque poseían picos sin dientes y pudieron subsistir a base de semillas resistentes al fuego, mientras que las fuentes de alimento de la mayoría de las demás especies desaparecieron.
Derek Larson, conservador adjunto del Museo de Dinosaurios Philip J. Currie de Alberta, y sus colaboradores analizaron en primer lugar más de 3000 dientes fósiles de dinosaurios aviares que poblaron el oeste de Norteamérica durante el período Cretácico. A partir del tamaño y la forma, llegaron a la conclusión de que esos dientes apenas sufrieron cambios en 18 millones de años. Ello indica que los dinosaurios aviares permanecieron estables hasta la extinción masiva.
Puesto que el registro fósil aviar está incompleto, el equipo reconstruyó los hábitos alimentarios de los ancestros de las aves actuales con la ayuda de un modelo estadístico de la evolución. Este indica que los antepasados desdentados probablemente se alimentaron de semillas. Juntos, esos análisis sugieren que lo que ayudó a sobrevivir a esos dinosaurios aviares fue una combinación de la dentición y la alimentación.
Para sustentar su hipótesis, Larson también cita un notable volumen de datos aportado por el estudio de los incendios forestales actuales. Dichas investigaciones señalan que algunas semillas escapan indemnes al fuego y que las aves granívoras se hallan entre la fauna que primero regresa a los bosques calcinados, una situación análoga a la de la superficie terrestre tras el impacto en Chicxulub.
El enfoque adoptado por Larson para intentar explicar de qué modo sobrevivió la fauna hace 66 millones de años es imaginativa y digna de ser tenida en cuenta, afirma Julia A. Clarke, paleontóloga de vertebrados de la Universidad de Texas en Austin, ajena al estudio. Pero matiza que la dinámica de las extinciones es compleja y que los indicios aportados por los fósiles aviares en otras partes del mundo nos narran una historia diferente. «Acabo de regresar de la Antártida, donde he permanecido dos meses trabajando con fósiles del Cretácico superior, y lo que hemos visto es que las especies eran acuáticas. Según nuestra comparación con las aves vivientes, presumiblemente comían algas y peces», explica.
Asimismo, la investigación indica que los ancestros cretácicos de los avestruces, los emúes y las anátidas carecían de dientes, pero probablemente devoraban pequeños vertebrados e insectos, aparte de semillas, añade Clarke. «Me sorprendería mucho que la alimentación granívora fuera el único determinante de la supervivencia o la extinción.»
David Godkin para Investigación y Ciencia
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