Cuando los niños aprenden a leer repasan laboriosamente cada letra —G-A-T-O—, antes de enlazarlas mentalmente y vincular el resultado con una palabra y su significado. A fuerza de práctica, empero, comenzamos a reconocer las palabras a primera vista. De hecho, nuestro cerebro compila un diccionario visual que almacena en el lóbulo temporal posterior, junto al área que reconoce los rostros, según un nuevo estudio publicado en Neuroimage. Este diccionario acaba reemplazando las responsabilidades del centro del habla del cerebro, afirman los especialistas, y es esencial para dominar la lectura.
Laurie Glezer, investigadora posdoctoral de la Universidad estatal de California en San Diego, y sus colaboradores han analizado la actividad cerebral de 27 participantes (anglohablantes nativos y monolingües, con un nivel avanzado de lectura) mientras leían homófonos, palabras que suenan igual pero cuyo significado es distinto, como vello y bello. Han descubierto que los homófonos estimulan distintos grupos de neuronas del lóbulo temporal posterior, observación que sugiere la existencia de «entradas» visuales distintas para las palabras. Si el cerebro estuviese evaluando los homófonos se activaría el mismo grupo de neuronas.
«De este trabajo se deduce que puede haber regiones que procesen por separado los aspectos visuales y fonéticos, ambos fundamentales para la lectura», aclara Glezer.
Los resultados del estudio podrían servir para diseñar nuevas técnicas de enseñanza. «En el debate acerca del mejor modo de aprender a leer impera la idea de que la fonética es el camino a seguir», afirma Maximilian Riesenhuber, director del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva Computacional del Centro Médico de la Universidad de Georgetown y uno de los autores del artículo. En su opinión, este estudio la refuta, porque revela que los lectores expertos elaboran un vocabulario visual al cual recurren cuando ven una palabra familiar como un todo.
De modo similar, la investigación podría esclarecer aspectos sobre la dislexia, destaca Fumiko Hoeft, profesora de psicología de la Universidad de California en San Francisco, ajena al estudio. Tal vez las personas afectadas por este trastorno de la lectura tengan problemas para elaborar o acceder al diccionario visual. En estos momentos, empero, resulta difícil decir dónde radica el defecto, aclara Glezer. La investigadora planea ahora estudios similares en que participen personas disléxicas y otras que sean sordas, que también suelen tener dificultades en el aprendizaje de la lectura.
Roni Jacobson para I&C
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