«Quién sabe si no le debemos la bomba neumática a una sopa bien cocinada o la guerra a una mal cocida», filosofaba Georg Christoph Lichtenberg (1742- 1799). A pesar de que la calidad de una sopa tampoco decida irremediablemente el destino del mundo, el famoso naturalista y escritor de aforismos de Gotinga iba bien encaminado. ¿Quién no ha experimentado una mejora del ánimo tras degustar un delicioso bocado o, por el contrario, una sensación de apatía y lasitud tras zamparse una hamburguesa con sus patatas fritas, alitas de pollo y refresco de tamaño gigante?
El director de documentales Morgan Spurlock experimentó en su propia piel el sufrimiento que se infringe a la psique cuando se sigue una dieta desequilibrada de manera regular. Para su películaSuper size me se propuso desayunar, almorzar y cenar durante 30 días tan solo en establecimientos de la cadena de comida rápida McDonald’s. El reto conllevó consecuencias desastrosas para su cuerpo y su mente, según testimonia el filme. Al término del rodaje, Spurlock pesaba once kilos de más, su índice hepático era preocupante y se sentía deprimido. El cineasta describió su estado de ánimo de «irritable, furioso e infeliz».
Parece ser que loos ácidos grasos que incluimos en la dieta influyen sobre nuestro equilibrio psicológico. El exceso de grasas hidrogenadas y de azúcar perjudican el estado de ánimo y la capacidad de aprendizaje. Por el contrario, determinados ácidos grasos omega 3 (presentes sobre todo en las grasas del pescado), previenen la depresión, las psicosis y las conductas impulsivas. El efecto beneficioso se atribuye a cambios en la membrana de las neuronas, lo que facilita la transmisión de señales. El factor de crecimiento BDNF actúa como mediador.
Investigación & Ciencia
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