Los
astrónomos se hallan ante el umbral de una nueva era: puede que muy pronto
comiencen a detectarse las primeras señales directas de ondas gravitacionales.
Las
ondas gravitacionales revelarían un universo hasta ahora oculto. Podrían
también mostrar cómo era el cosmos instantes después de la gran explosión.
De cara
al futuro, se han propuesto dos técnicas para construir los primeros detectores
espaciales de ondas gravitacionales: una basada en láseres y otra, en átomos
ultrafríos.
Imagine
que desea vislumbrar el principio del tiempo, los primeros
instantes de la creación del cosmos. Podría comenzar
construyendo el telescopio perfecto, un instrumento tan potente que permitiese
ver los confines del universo observable. Lo situaría en la cumbre de una
montaña seca, lejos del resplandor de la civilización, y lo dotaría de un
espejo gigante, mucho mayor que los que pueden lanzarse al espacio. Suponga
que, tras una inversión de miles de millones y largos años de observación,
lograse detectar hasta el último fotón a su alcance. ¿Qué joyas celestes se le
revelarían?
Unas cuantas.
En primer plano, distinguiría varios planetas errando a través de la red
inmóvil de las constelaciones. Detrás, las estrellas más próximas aparecerían
enormes sobre un fondo de diminutas manchas blancas. Cientos de millones de
años luz más lejos brillarían multitud de galaxias. Y, si apuntase su
telescopio ideal al lugar adecuado, aparecerían ante usted las primeras
estrellas: descomunales esferas de hidrógeno y helio, cuya luz iluminaba el
universo primitivo.
Sin
embargo, la luz nunca podrá mostrarle todo el cosmos. Por perfecto que fuese su
telescopio, jamás llegaría a ver los primeros instantes del universo. Durante
los primeros cientos de miles de años posteriores a la gran explosión, los
fotones se encontraban atrapados en una espesa sopa de partículas que bloqueaba
la propagación de la luz. No fue sino 380.000 años después de la gran explosión
cuando el universo se enfrió lo suficiente para tornarse transparente al paso
de la luz. Ese primer destello liberado entonces es lo que hoy denominamos fondo
cósmico de microondas (CMB, por sus siglas en inglés). Si bien constituye uno
de los más valiosos pilares de la cosmología moderna, es también un muro: una
barrera temporal más allá de la cual no hallaremos más que oscuridad.
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