Lo cuenta el escritor norteamericano del siglo pasado Walt Whitman en
un poema famoso. El vate, cansado y aburrido con los mapas y diagramas
del sabio, les da carpetazo y sale a mirar por su cuenta, "en perfecto
silencio, a las estrellas". Conducta ésta que siempre dejó amargo
regusto en cuantos astrónomos leyeron el poema. El sentido de la belleza
y la admiración por lo grandioso no se atrofian con el trabajo. Un
cielo estrellado conmueve, por igual, a poetas y físicos. A la par que
se adentra en la naturaleza, el científico refina su sensibilidad,
atraído cada vez más por los misterios que se le resisten.
Las estrellas cercanas que Whitman contemplaba sin ayuda del
telescopio han perdido buena parte de su misterio. Enormes programas de
ordenador simulan las reacciones nucleares de los interiores estelares y
remedan el flujo de energía por convección y radiación hasta la
superficie visible, para explicar su aspecto actual y la evolución que
sufrieron. La observación de los rayos gamma y los neutrinos
provenientes de la supernova de la Gran Nube de Magallanes, en 1987,
supuso una confirmación espectacular de la teoría sobre la estructura y
evolución de las estrellas.
Steven Weinberg para IyC
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