¿Qué suena en su reproductor de música? Si tiene más de 30 años, probablemente canciones de sus años de mocedad. La infancia y la adolescencia son los períodos más influyentes en la vida de una persona. Los primeros recuerdos y vivencias son esenciales para la forja del carácter y calan hondo en todo lo que vendrá después. Hace más de 2000 años Aristóteles ya dijo: «Los hábitos que adquirimos en la niñez no son banales; de hecho, son fundamentales».
Los últimos descubrimientos de la neurociencia dan luz nueva a ese proverbio. El trabajo de los últimos quince años ha revelado con más claridad cómo se forman los circuitos cerebrales de los niños y los bebés, y cómo manipularlos para tratar las enfermedades neurológicas y psiquiátricas más graves.
Durante intervalos de meses o incluso años de desarrollo intensivo, conocidos como períodos críticos, se establecen las conexiones correctas en el cerebro. La mayor parte ocurren durante la infancia, pero algunos suceden más tarde, en la adolescencia. Se han identificado períodos críticos para la vista, la audición, el lenguaje y varias formas de interacción social. Durante cada período, el cerebro del niño experimenta un íntimo baile con el mundo exterior. Las ondas sonoras y los fotones que le llegan sirven de señal para que la maquinaria molecular del cerebro cree y seleccione las conexiones neurales que perdurarán durante la vida adulta y la vejez.
Si un período crítico se adelanta o se demora demasiado o no concluye a su debido tiempo, las consecuencias pueden ser nefastas. El niño puede quedar parcialmente ciego o predispuesto a sufrir trastornos como el autismo. Un bebé con, digamos, una catarata hereditaria que le impide ver perderá visión en el ojo afectado porque las conexiones neurales no se establecerán debidamente durante un período crítico que comienza cuando es lactante y que se va cerrando gradualmente hasta acabar a los 8 años. Una vez concluido, el niño tiene una probabilidad ínfima de ver con normalidad algún día con ese ojo.
Esas fases formativas se descubrieron hace más de medio siglo. (Torsten N. Wiesel y el fallecido David H. Hubel recibieron el premio Nobel en 1981 por haber contribuido a su hallazgo.) Desde entonces, la creencia general sostenía que los períodos críticos eran efímeros y que, una vez finalizados, no era posible la vuelta atrás. Nuevas técnicas moleculares aplicadas a su estudio han permitido refutar muchas de esas ideas predominantes. Por medio de experimentos en animales y de algunos estudios en humanos se ha demostrado que es posible reabrir un período crítico mucho tiempo después para reparar un cerebro que no funcione bien.
Ello abre un abanico de opciones sorprendente. Quizás un día seamos capaces de modificar los interruptores químicos que restablecen intervalos cruciales, permitiendo al cerebro reorganizar sus circuitos, y así tratar trastornos neurológicos y psiquiátricos, desde la ambliopía (ojo vago) hasta la psicosis. Entender lo que sucede en el cerebro del bebé podría servir para algo más que concebir nuevos medicamentos; podría aportar a educadores, psicólogos y diseñadores de políticas un conocimiento fundamental sobre los procesos básicos del desarrollo infantil o las consecuencias de las negligencias parentales, que les ayudaría a adaptar la escolarización a las capacidades de cada niño en cada etapa del desarrollo cerebral.
En síntesis
El cerebro infantil madura la visión y otras funciones durante períodos críticos, en los que está preparado para experimentar cambios duraderos en respuesta a los estímulos sensoriales y sociales.
Los períodos críticos comienzan en momentos precisos durante el transcurso de la infancia y la adolescencia, con el fin de modificar las conexiones neurales. Tal capacidad se denomina plasticidad cerebral.
Conocer mejor las moléculas que ponen inicio y fin a los períodos críticos ha permitido adquirir cierto control del momento en que ocurren y, con ello, recuperar parte de la plasticidad en la vida adulta.
El estudio de la regulación del desarrollo temprano podría redundar en fármacos o métodos que reinicien los períodos críticos años más tarde a fin de corregir problemas surgidos en esa etapa.
Hersch Tajkao K para Investigación & Ciencia
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