lunes, 18 de enero de 2021

Una historia de malaria y peces voraces, con los De Buen al fondo

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Plasmodium falciparum en la sangre. Imagen: Centers for Disease Control and Prevention’s Public Health Image Library.

«Empezar su reducción en 2015, con vistas a su total aniquilamiento», era el sexto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de la Organización Mundial de la Salud. (Esos objetivos fueron arrollados por el tren de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero esa es otra historia). Sin embargo, la malaria sigue siendo una enfermedad mortífera, de la que se contabilizaron 228 millones de casos en todo el mundo en el 2019; el año anterior había habido 405 000 muertes, algo menos de las 416 000 estimadas en 2017 y las 585 000 en 2010, continuando la paulatina bajada que se observa desde el año 20001. En 2018 y en el África subsahariana, alrededor de 24 millones de niños estaban infectados de Plasmodium falciparum —el parásito de la malaria más frecuente allí—, de los que 1.8 millones tenían anemia severa. En España, en los años veinte del siglo pasado, un pequeño grupo de investigadores logró erradicarla casi completamente, aunque la guerra civil truncó el proyecto, que no se vio culminado hasta 1964. Esta es su historia y la de las secuelas que ha dejado. Un pez voraz que asola nuestros ríos y charcas, una especia invasora que en cien años ha cambiado la ecología fluvial de la mitad sur de la península y que ahora supone una nueva amenaza. 

El telón de fondo de esta historia es la miseria y el atraso de la España rural de principios de siglo. Según los datos de la Inspección para el Saneamiento del Campo, creada en 1910 por el Ministerio de Fomento, la superficie de cultivo que quedaba infrautilizada al tratarse de terrenos pantanosos ascendía a 400 000 hectáreas, y la morbilidad palúdica se situaba entre 500 000 y 800 000 personas, de una población de poco menos de 20 millones. Y de ahí los esfuerzos de algunos médicos epidemiólogos luchando contra una enfermedad terrible y devastadora, además de muy cara: la malaria, el paludismo. Eran pioneros en todos los sentidos porque «la lucha antipalúdica fue la primera intervención sanitaria española que se basó en criterios epidemiológicos, es decir, que se planificó según los datos de la prevalencia de la enfermedad».2 Por citar solo un caso, «de los doscientos términos municipales de la provincia de Cáceres, ciento ochenta eran palúdicos, abundando las fiebres perniciosas».3 Era un problema de salud que afectaba a todo el territorio nacional, porque «Badajoz, Cáceres, Huelva, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Ciudad Real, Jaén, Murcia, Salamanca y Alicante se encontraban ante una situación de endemia grave, mientras que Álava, Málaga, Toledo, Albacete, Zamora, Palencia y Valladolid presentaban una endemia intensa. En el resto de provincias, la incidencia del paludismo era considerada leve».4

Gustavo Pittaluga Fattorini, médico italiano nacido en 1876, que había llegado a Barcelona a principios de siglo XX para completar su formación, fue el introductor en España de la epidemiología. Nacionalizado español en 1904, fue catedrático de la Universidad Central, la madrileña Complutense de hoy, y creador de una escuela epidemiológica notable primero en nuestro país y más tarde en Hispanoamérica, porque tras la guerra emigró a Cuba, donde murió en 1956. En 1923, presentándose en Valencia, obtuvo uno de los dieciocho escaños en las Cortes del Partido Reformista, fundado por Melquiades Álvarez y en el que también militaba Manuel Azaña. En 1931 obtuvo un nuevo escaño, esta vez dentro del partido de Niceto Alcalá Zamora, el Partido Republicano Progresista, coaligado con todos los republicanos y el PSOE en la Conjunción Republicano-Socialista.

Uno de sus alumnos preferidos fue Sadí de Buen, un tipo singular. Su historia es la historia de España en el primer tercio del siglo XX. Treinta años de creciente resplandor, con algunas sombras, y un fogonazo final que lo oscurece todo. Estudios brillantes, ambiente de progreso, aspiraciones de libertad, compromiso político y social, trabajo internacional, y fusilamiento. Sadí de Buen es el García Lorca de la medicina española; como la del poeta, su obra queda, pero, en cambio, su nombre no existe. Y una parte de su legado, como la historia de España, está maldito y nos persigue aún. Los peces que sembró, peces de la alegría que ayudaron a acabar con la malaria, destruyen hoy la fauna piscícola del sur de España y amenazan el ecosistema fluvial y nuestras meninges. Sadí de Buen fue uno de los protagonistas de la batalla contra la malaria.

10- Laboratorio de Navalmoral de la Mata. Señalados, de izquierda a derecha, Sadí de Buen, Gustavo Pittaluga y Eliseo de Buen. (DP)

Por eso la historia de las gambusias es, también, la historia de España. Una mezcla de oportunidad y de tesón, de improvisación y talento, de esfuerzo y de casualidad, de rigor y amiguismo, de romanticismo y tiranía. Y, al fondo, una familia entera empujando desde distintos frentes para hacer posible una aventura imposible, la familia De Buen Lozano, con el patriarca don Odón a la cabeza. Una historia de España que, como tantas, no se ha contado tal y como fue y que, en todo caso, «constituyó un ejemplo de medicina social en acción, dirigida a la población campesina buscando su bienestar físico. Pese a las dificultades se consiguió uno de los mayores logros en la historia de la salud pública española».5

Tras muchos intentos sanitarios, higiénicos y farmacológicos, se descubrió que una de las maneras más eficaces de acabar con la malaria era exterminar al mosquito que hacía de portador del patógeno, y nada mejor que la voraz gambusia, Gambusia holbrooki, comedora de larvas, para llevar a cabo el proyecto. En Estados Unidos la estrategia había dado excelentes resultados y se había tratado de exportar la idea, aunque sin éxito, a Italia, donde el paludismo también causaba enormes estragos; sin embargo, no había sido posible conseguir que el pez norteamericano se aclimatara en Europa. De hecho, «Un primer envío a Italia y España resultó frustrado».6

La Gambusia holbrooki, originaria de Norteamérica, en concreto de los ríos que desembocan en el Atlántico entre New Jersey y Alabama, es capaz de aclimatarse y ocupar ríos pequeños y grandes, charcas, lagos, lagunas, embalses y casi cualquier curso de aguas tranquilas y someras. Es un pez de pequeño, con un notable dimorfismo sexual, de manera que las hembras llegan hasta los 8 cm y los machos no pasan de los 3.5. Su cabeza es ancha y aplastada y están provistos de agudos dientes. Se alimenta de larvas, sean de mosquito o, si escasean, de otras especies de peces. Incluso de larvas de su misma especie en años de hambrunas. Es un pequeño pez que no se para en barras.

Mássimo Sella, biólogo italiano y, como Pittaluga, discípulo de Giovanni Battista Grassi, biólogo marino, amigo de Odón de Buen, era el responsable de la lucha antipalúdica en Italia. En 1920, fue llamado «por el insigne bacteriólogo americano Richard Pearson Strong, director de la Liga de la Sociedad de la Cruz Roja, para dirigir su división de Malaria».7 Sella había participado en ese primer intento fallido de aclimatación en Italia, por lo que decidió probar suerte en España, enviando a los De Buen doscientas gambusias que llegaron el 21 de junio de 1921. Sella confiaba en la experiencia de los dos hijos de Odón de Buen, Fernando y Rafael, ambos catedráticos de Ciencias Naturales, ictiólogos y empleados del Instituto Español de Oceanografía, fundado y dirigido por su padre. De hecho, ya en 1918, Fernando había publicad, en la Revista de Estudios Científicos del Cantábrico y de Ictiología Marina y Fluvial, insertada en el Boletín de la Sociedad de Oceanografía de Guipúzcoa, un trabajo titulado «La piscicultura como medio de destrucción del paludismo».

Comisión para la malaria de la Liga de las Naciones, 1928. Pittaluga, sentado, es el cuarto por la izquierda. (DP)

Así, el Bureau of Fisheries de EE. UU. había enviado ese año «un lote de doscientos ejemplares en sendos envases de hoja de lata muy bien dispuestos y acompañados de la conveniente alimentación para la travesía».8 Tras un mes alimentados con «plancton de agua dulce y yema de huevo cocida», haciéndoles convivir con especies autóctonas y tras muchas bajas, los últimos ejemplares del contingente fueron trasladado a una charca en la quebrada del Repinar, en un lugar conocido como el desagüe de la Fuente del Roble, en Talayuela, Cáceres, una zona endémica sacudida por el paludismo y que Sadí de Buen conocía bien porque trabajaba en la Comisión para el Saneamiento de las Comarcas Palúdicas, creada en 1920 y dirigida por Pittaluga, que había abierto allí la estación experimental en la que se llevó a cabo la primera campaña antipalúdica. Junto a Sadí trabajaba su hermano Eliseo, también médico epidemiólogo, miembro de Comisión Central Antipalúdica, encargado de la campaña antilarvaria por la Fundación Rockefeller. Era el alter ego de Sadí. Tenemos, así, cuatro hermanos De Buen, dos epidemiólogos, Sadí y Eliseo, y dos ictiólogos, Fernando y Rafael, más Odón, el padre.9

En 1922 Sadí y Fernando publicaron conjuntamente un trabajo sobre la Adaptación en España de la Gambusia affinis10, traducido poco después y publicado en Roma11.  Según relata Odón de Buen en sus memorias, «en pocos meses pululaban a cientos en el estanque y [Sadi] llevó ejemplares a otros de la comarca, en que pozos y albercas abundan tanto, siendo semilleros de larvas del mosquito que transmite el paludismo. Desbordados los estanques por las lluvias, la comarca quedo infestada de gambusias, que alcanzaron los ríos próximos y por el Tajo llegaron a Portugal». De hecho, «en Jarandilla, en 1923, se soltaron trescientas gambusias en el estanque grande, en abril, y para el mes de diciembre se contaban siete generaciones de peces, sin que se hubieran encontrado larvas desde octubre».12 Así, ante el éxito de las gambusias comiendo larvas, las peticiones de otras provincias fueron rápidas: «En la solicitud se debía incluir datos referentes a las charcas donde se iban a introducir. El personal de los equipos antipalúdicos estaba equipado con bicicletas y motocicletas, garantizando la entrega en menos de cuarenta y ocho horas».13 Además de estas medidas, se llevaba a cabo un completo control epidemiológico, para el que contaban con la ayuda de la Fundación Rockefeller y de la Cruz Roja internacional. Por ejemplo, trabaja allí Bianca Marcosanti, enfermera italiana que había llegado de la mano de Massimo Sella. Con todo el conjunto de medidas, en pocos años disminuyó la incidencia de la enfermedad, aunque no llegó a extinguirse completamente. Sin embargo, la guerra civil truncó el proyecto, entre otras razones porque el dispensario antipalúdico estaba dirigido por gentes tan poco de orden como los De Buen, librepensadores y republicanos. La enfermedad no se erradicó hasta 1964.

El proyecto antipalúdico se beneficiaba de las ayudas concedidas por la Fundación Rockefeller porque su agente en Europa, Charles Bailey, conocía bien el programa; además, en 1926 visitó el centro de Navalmoral de la Mata de la Comisión Antipalúdica: «es única institución [de España] con la que valía la pena colaborar», escribió. De hecho, la Fundación Rockefeller le concedió una beca a Sadí de Buen, que «entró en vigor en julio de 1926, pero solo empezó a ser aplicada en diciembre. El trimestre de estudios en la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins (de 18 de diciembre de 1926 a 5 de marzo de 1927) le granjeó fama de «trabajador infatigable», obteniendo muy buenas calificaciones en bacteriología, protozoología y entomología (lo que resultaba una rareza entre los becarios españoles)».14 La relación con la Fundación se mantuvo estable todos esos años y, de hecho, «a partir de 1922, la cooperación de la Fundación Rockefeller permitió conseguir plazas para formación de postgrado en el extranjero y, desde 1926, aportó dinero para el establecimiento de servicios móviles, dotación del Instituto de Navalmoral, que se convirtió en un centro de referencia europeo, experiencias con larvicidas, etc».15

Sadí de Buen era un hombre de convicciones, lo que le supuso algún problema, por ejemplo con la beca de la Rockefeller, de la que solo pudo disfrutar la mitad. «La beca de De Buen fue conflictiva. Un año antes, en el verano de 1925, se había producido un enfrentamiento entre él y el director general, Francisco Murillo Palacios, en las oposiciones para la plaza de director del Hospital del Rey (donde apoyó a un candidato distinto del amparado por su superior), a resultas del cual Bailey informó que el permiso con el que contaba para una estancia en el extranjero de un año se le había reducido a la mitad como castigo (lo que para el norteamericano resultaba un razonamiento incomprensible: en todo caso, sería un «castigo» para el servicio sanitario general)».16

8- Sadí de Bien, estudiante de medicina, hacia 1915, al obtener la licenciatura. (DP)

La biografía de Sadí es otra historia por contar, interesante pero breve. En septiembre de 1936, con cuarenta y tres años y siendo inspector general del Ministerio Sanidad, fue fusilado sumariamente cuando los falangistas detuvieron el tren en el que viajaba a Sevilla aquel fatídico julio. Pocos meses antes había aparecido como candidato suplente17 en las listas socialistas en las elecciones municipales de Madrid. Según el relato del entonces estudiante de medicina Carlos Zurita González-Vidalte, testigo del asesinato, «fue un ejemplo de valor más allá de toda duda. Los que subieron al tren debían llevar ya la consigna de detener al doctor Sadí de Buen (…) Fue juzgado rápidamente, como era lo habitual en aquellos primeros momentos de la guerra, y condenado a muerte. (…) Durante el transporte se había destacado ya por las palabras de aliento y consuelo que dirigía a los que les había tocado la misma suerte y le acompañaron en el camión». Rechazó al cura «sin encrespamiento y con la máxima educación, le agradeció el gesto, pero lo desvió «hacia estos hombres que quizá lo necesiten, padre, puesto que yo no he tenido nunca esas creencias o, si las hubiera tenido, hubieran acabado ahora». Aquello impresionó aún más a los del pelotón y efectivamente, cuando salió la orden de ¡fuego! al derrumbarse aquella masa, algunos todavía atados entre sí, y en ese silencio trágico que sucede a todos los actos sublimes (allí se sublimaba mucho, también) nos quedamos aterrorizados al ver cómo de entre aquella masa se levantaba un hombre con otro atado al codo y dirigiéndose al pelotón les dice serenamente: «apuntadme con menos nervios y más directamente, porque a mí no me habéis dado ni uno». Y así fue. He pensado muchas veces después sobre ello. Para mí los hombres del pelotón estaban tan impresionados ante la heroica figura de este hombre que, instintivamente, todos apuntaron a los demás y, por igual razón, ninguno apuntó a Sadí de Buen».18 Está enterrado en Córdoba, en el cementerio de San Rafael, bovedilla de adultos, nº 54, fila 1º, departamento 2º.

Pero, volviendo a las gambusias que habían empezado a extenderse por España, pronto comenzó su expansión internacional. Según Odón de Buen, «pocos años después el mismo doctor Sella visitó la región y se llevó unos miles de pececillos españoles a Italia donde se aclimataron y extendieron con facilidad». De hecho, fue «EttoreBora, primo hermano de Massimo, quien se ocupó del trasporte de las gambusias de España a Italia, introduciéndolas en las localidades de Lago di Porto, Ostia, las lagunas pontinas y Vetralla»19. De esas charcas de Cáceres, por tanto, salieron todas las gambusias que poblaron primero España pero luego Italia, Córcega, Alemania, Rusia, Yugoslavia y, en definitiva, todos los países en los que se introdujo este pececillo para luchar contra el paludismo. Además, «en 1925 los miembros de la Comisión de Paludismo de la Sociedad de las Naciones visitaron España y recogieron gambusias para llevar a sus países de origen».20 Recientes estudios muestran que «mediante análisis de secuencias de ADN mitocondrial de muestras de poblaciones europeas y de USA se ha establecido que el haplotipo más abundante en Europa de G. holbrooki proviene de Carolina del Norte y se corresponde con la introducción de la especie en España en 1921».21

Entre los que pidieron gambusias, para el regocijo del republicano De Buen, fue la Casa Real, que los quería en Casa de Campo, donde «se aclimataron con rapidez». Ese bosque de casi 1800 hectáreas, junto a Madrid, era entonces de uso exclusivo de los reyes y no se abrió a los ciudadanos hasta el 1 de mayo de 1931, pocos días después de instaurarse la Primera República. Los excursionistas madrileños a la Casa de Campo pronto «bautizaron con el nombre de cabezudos americanos» a las gambusias, no a los reyes. Y otro que se interesó en estos peces fue «el célebre fabricante de automóviles Ford [que] tenía una posesión en Cannes y le molestaban extraordinariamente los mosquitos; sabedor de las propiedades larvicidas de las gambusias, acudió al Museo de Mónaco para solicitar le proporcionaran ejemplares. Le dirigió a nosotros, obtuvo un buen lote y nos escribió vivamente agradecido».22

2- Odón de Buen y Rafaela Lozano con sus hijos. De izquierda a derecha Demófilo, Fernando, Víctor, Odón, Rafaela, Rafael, Eliseo y Sadí. (DP)

Pero Fernando de Buen, responsable técnico de la aclimatación, pudo darse cuenta pronto del peligro de las gambusias, al comprobar, pocos años después, las consecuencias ecológicas de la introducción. Hacia 1926, cuando la gambusia ya campaba por sus respetos, decidió, en uno de los acuarios del IEO, comprobar la convivencia entre la especie foránea, la Gambusia holbrooki, y otra local, la Cyprinodon ibérus, muy parecidas en tamaño, costumbres y hábitat. A los pocos días de convivencia, habían muertos todos los ejemplares nacionales y «no fue difícil el darse cuenta de las causas del destrozo —escribe Fernando de Buen—. Las Gambusias, de un brusco coletazo, se lanzaban sobre los Cyprinodon, devorándolos lentamente».23 Y añadía al final del artículo, tras llamar la atención sobre los notables riesgos de la introducción de especies alóctonas, que «si no compensara con creces la destrucción intensa de algunos peces indígenas con los efectivos beneficiosos que aporta la Gambusia en la lucha contra el paludismo, verdadero azote de algunas comarcas nuestras, pudiera pensarse seriamente en compensar su supremacía aportando un nuevo factor en las variaciones del número de individuos, la pesca intensiva». Esa pesca intensiva no se produjo y eso no salió gratis. Introducir especies exógenas en los ecosistemas siempre tiene consecuencias y las consecuencias son para siempre. Aún las estamos pagado. «La introducción de la Gambusia ha hecho pagar un precio ecológico muy elevado a la lucha contra el paludismo al ser desplazadas especies endémicas de peces con las que competía, originando un fuerte desarreglo de las redes tróficas locales».24

«En la península ibérica se ha observado cómo treinta y cinco especies de peces disminuyeron sus abundancias y áreas de distribución paulatinamente tras la introducción de G. holbrooki, por lo que se ha determinado que esta especie constituye una amenaza para el resto de especies de peces nativas».25 Las fuentes oficiales, como esta, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, se detienen aquí. Se detalla cómo y por qué las gambusias compiten mejor con los locales, pero ahora sabemos algo más. Su efecto sobre el ecosistema completo, no solo sobre algunas especies. «En la actualidad, G. holbrooki se encuentra incluida en la lista de las cien especies invasoras más dañinas del mundo, elaborada por el Grupo Especialista de Especies Invasoras (ISSG, Invasive Species Specialist Group) de la IUCN. Además, ha sido incluida por el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas entre las veinte especies exóticas de mayor impacto en España».26 Otra de las especies con la que ha competido, esta en la costa levantina, ha sido el samaruc, Hydrargyra hispánica: «Los principales factores de amenaza son la pérdida de hábitat y la competencia con la gambusia, Gambusia holbrooki. La interacción con la gambusia es uno de los principales factores de que provocaron el declive de las poblaciones de samaruc».27

Las consecuencias que entonces se empezaron a vislumbrar eran sobre otras especies por competencia porque, escribe Jesús Raúl Navarro-García, «a pesar de que supieron darse cuenta de que la gambusia abría la caja de Pandora y podía generar preocupantes consecuencias a nivel biológico y económico, la necesidad de dar soluciones a la elevada incidencia del paludismo en España fue prioritaria al definir políticas sanitarias y económicas. Esta característica no solo que propia de España sino también de prácticamente el resto del mundo».28 En buena medida se hizo, continúa Navarro-García, por el hecho de que «los métodos empleados contra el mosquito eran por aquel tiempo tanto o más dañinos que las repercusiones biológicas» de la gambusia, como verter petróleo en las charcas y otros, como el verde París, una opción defendida por Eliseo de Buen, un potente pesticida a base de cobre —originalmente usado como pigmento hasta que varios pintores murieron envenados— cuyo uso originó, en 1900, la primera legislación en Estados Unidos para controlar la comercialización de este tipo de productos. Eliseo lo recomendaba por tres razones: «1) el larvicida empleado debía tener suficiente acción sobre las fases acuáticas de anopheles; 2) no debían modificar las aguas, es decir, ser perjudiciales para los usos destinados; y 3) su precio sería accesible a los recursos económicos con los que se contaba en la localidad. (…) El único larvicida que cumplía con las tres funciones era el verde de Schweinfurt»29, es decir, el verde París.

La de Eliseo también es otra historia. Mientras que, tras la lucha antipalúdica, Sadí ocupó durante la República cargos de responsabilidad en el Ministerio de Sanidad, él se había quedado dirigiendo el centro antipalúdico de Navalmoral de la Mata y, en 1936, fue detenido allí por el ejército de Franco. Encarcelado primero, fue condenado a vivir extrañado en pequeños pueblos de Cáceres y Sevilla, ejerciendo de médico rural, hasta que, en 1951, pudo por fin sacarse el pasaporte y viajar a México con su mujer y sus dos hijas, donde vivían sus otros hermanos y donde murió en 1986.

Volviendo a las gambusias lo peor, de todas formas, no ha sido ese desplazamiento de las especies autóctonas, esa perniciosa influencia en el ecosistema. Lo peor ha sido lo que no se ve. Las especies alóctonas no solo prosperan porque no tienen depredadores, también lo hacen porque son inmunes a los parásitos locales, cuyas estrategias evolutivas se han desarrollado para otros. Y, además, son portadores de sus propios parásitos y patógenos.

Cada vez que una especie entra en un espacio, un ejército invisible entra con ella. Decenas de diferentes patógenos con un campo virgen que colonizar y en el que tampoco encuentran depredadores. Tal y como escribe Ed Yong en Yo contengo multitudes, «las últimas estimaciones dicen que tenemos alrededor de 30 billones de células humanas y 39 billones de células microbianas»30. Así, «en su rango de distribución nativo G. holbrooki es hospedadora de unas 50 especies de parásitos, sin embargo fuera de su rango de distribución natural la incidencia de parásitos disminuye, debido a las nuevas condiciones ambientales o a que los parásitos no pueden completar sus ciclos de vida».31 Además, según Emili García-Berthou: «es previsible que el cambio climático permita la expansión de esta especie [la gambusia] a zonas más al norte de su actual distribución»32. Los impedimentos ecológicos que mantenían separadas las poblaciones de gambusias en Europa gracias al gradiente latitudinal están viéndose modificados por el cambio climático, por lo que los portadores de este nuevo parásito pronto contagiarán a las poblaciones de más allá de los Pirineos. El mal se extenderá.

4- Gambusias (Gambusia holbrooki) hembra, arriba, y macho. (DP)

Entre esos cincuenta parásitos que vinieron con las primeras gambusias se ha incorporado uno cuya vida cambiará las nuestras debido a cómo ha evolucionado en nuestro ecosistema. Así, este parásito, una notable mutación del Plasmodium malariae, el parásito que provoca una forma leve de malaria, benigna en comparación con la provocada por las otras variedades, Plasmodium falciparumP. vivaxP. ovale y P. kowlesi, ha conseguido prosperar gracias a una estrategia evolutiva estable que tiene un peligroso efecto colateral. Se llama Plasmodium loquinariae.

En algún momento de estos últimos casi cien años, desde que la gambusia llegó a España en 1921, el antiguo Plasmodium falciparum ingerido por una gambusia concreta sufrió una mutación y prosperó gracias a unir su destino a parásitos de los peces, del tipo de los gusanos helmintos, comenzando así una nueva vida. Es decir, el Plasmodium loquinariae parasitó al parásito.

Estos gusanos helmintos, habituales parásitos de peces, ponen huevos que flotan por ríos y charcas de aguas tranquilas hasta que son comidos por un pez. Entonces inician una fase, que puede durar meses o años, en la cual maduran lentamente alojados en las agallas del portador, donde se anclan gracias a sus microscópicos arpones. Una vez desarrollados, lo que varía en función del tipo de pez y de las condiciones ambientales, alcanzan en pocos días el estado maduro, desovan y mueren, pero el pez en el vivían muere también porque el crecimiento de estos gusanos hace imposible que las agallas cumplan su función.

En el caso de las gambusias, sus cuerpos muertos son comidos por cangrejos de río, que ingieren también larvas del parásito del parásito, es decir, se convierten en portadores de este nuevo microbio. Tanto en el Austropotamobius pallipes, el cangrejo llamado autóctono —que llegó antes—, como en el americano, el Procambarus clarkii, se están empezando a conocer los primeros casos de comportamientos extraños, porque dentro del estómago de los cangrejos el Plasmodium loquinariae no sigue su evolución normal sino que modifica el plegado de ciertas proteínas en los cangrejos dando lugar a priones que afectan sus cerebros. 

Esos cangrejos con la enfermedad espongiforme, ingeridos por humanos, están haciendo que el parásito llegue a nuestros cerebros, provocando que las proteínas priónicas, proteínas gliónicas habituales en muchas células, mal plegadas debido a la presencia del Plasmodium loquinariae, afecten a nuestro cerebro convirtiéndolo en un queso gruyere. De hecho ya ha habido casos, que no se han hecho públicos, en los que ha ocurrido. 

Los parásitos que atacan el cerebro son espeluznantes porque modifican el comportamiento. Por ejemplo, un parásito concreto es responsable del canibalismo de cierta tribu de Papúa-Nueva Guinea. Dado que necesita el estómago humano para prosperar, provoca ese tipo de comportamiento caníbal, instando a personas a comer a otras personas para propagarse. Es un parásito que actúa activando priones, responsables en algunos casos de enfermedades que dejan el cerebro como un colador, como la de Creutzfeldt-Jakob, más conocida como de las vacas locas, y sus diversas variantes, una de ellas, conocida como el kuru, precisamente la enfermedad de los caníbales de Papúa-Nueva Guinea.

Se conoce bien la etología de otros parásitos capaces de convertir en infiernos la vida de sus hospedadores, como por ejemplo el Toxoplasma gondii, que instalado en el cerebro de los ratones hace que sean más imprudentes para que los gatos los cacen mejor, porque solo se reproducen en el intestino de los felinos. O el Dracunculus medinensis, una larva que vive en el agua pero que para reproducirse necesita un estómago, por ejemplo uno humano, de donde pasa a las ingles y las axilas y se convierte en un gusano plano que llega a medir un metro y que provoca un notable picor y escozor de pies o manos, lo que impulsa al portador a meterlos en el agua, lo que aprovecha el gusano para salir al exterior y proseguir su ciclo vital.33

Aún no está clara la etiología de la enfermedad producida por el Plasmodium loquinariaeen qué se especializará, qué comportamientos inducirá en qué personas, pero de lo que ya está haciendo no caben dudas. Según las algunas investigaciones que no se ha hecho públicas, el caníbal de la Guindalera, quien asesinó a su madre y la guardó en diversos recipientes para irla comendo, era un habitual comedor de cangrejos, por lo que algunos explican con esta nueva hipótesis las razones de su comportamiento. Se trata de casos no muy habituales, por el momento, pero que podrían incrementarse. Es preciso, en primer lugar, levantar la censura total que pesa sobre estas informaciones y, en segundo término, saber con detalle le etología de este parásito, su frecuencia y, en definitiva, el riesgo de comer cangrejos.


Notas

1 https://www.who.int/malaria/media/world-malaria-report-2019/es/

2 Malaria en España: aspectos entomológicos y perspectivas de futuro / Rubén Bueno Marí y Ricardo Jiménez Peydró. Rev. Esp. Salud Pública 2008; 82: 467-479 N.° 5 – Septiembre-Octubre 2008.

3 Fernández Astasio, Balbina, 2002: La erradicación del paludismo en España: aspectos biológicos de la lucha antipalúdica, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, facultad de Ciencias Biológicas, departamento de Biología Celular. Página 246.

4 El caso de Extremadura y la introducción de Gambusia holbrooki (Girard, 1859) como agente de control biológico,

Rafael Calero Bernal, José Marín Sánchez Murillo, Pedro María Alarcón-Elbal, Luis Manuel Madeira De Carvalho, Jesús Manuel Crespo Martín, Diego Peral Pacheco, Rafael Calero-Carretero. http://www.colvet.es/node/389

5 Barón Cano N, Mosquera Gordillo MA, Ballester Añón R., Campañas sanitarias en España frente al paludismo a partir de los trabajos publicados en dos revistas científicas: Medicina de los Países Cálidos y La Medicina Colonial (1929-1954). Revista Española de Salud Pública. 2016; Vol. 90, página 11.

6 Esteban Rodríguez Ocaña, Rosa Ballester Añón, Enrique Perdiguero Rosa María Medina Doménech y Jorge Molero Mesa. La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, CSIC, Madrid, 2003, página 283.

7 https://www.massimosella.it/lotta-antimalarica

8 Odón de Buen, Mis memorias, Pág. 249

9 Para más información sobre la familia De Buen véase Odón de Buen, toda una vida de Antonio Calvo Roy, Zaragoza, 2015.

10 De Buen, F. & S. De Buen. 1922. Adaptación en España de la Gambusia affinis. Archivo del Instituto Nacional de Higiene de Alfonso XIII, 4:78-82, 4 figs. Madrid.

11De Buen, F. & S. De Buen. 1922 Note sull’acclimatazione della Gambusia affinis. Annali d’Igiene, 32(4): Roma.

12 Esteban Rodríguez Ocaña, Rosa Ballester Añón, Enrique Perdiguero, Rosa María Medina Doménech y Jorge Molero Mesa. La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, CSIC, Madrid, 2003, página 283-284.

13El caso de Extremadura y la introducción de Gambusia holbrooki (Girard, 1859) como agente de control biológico, por Rafael Calero Bernal, José Marín Sánchez Murillo, Pedro María Alarcón-Elbal, Luis Manuel Madeira De Carvalho, Jesús Manuel Crespo Martín, Diego Peral Pacheco, Rafael Calero-Carretero, en http://www.colvet.es/node/389

14 Esteban Rodríguez Ocaña, Rosa Ballester Añón, Enrique Perdiguero, Rosa María Medina Doménech y Jorge Molero Mesa. La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, CSIC, Madrid, 2003, página 74.

15 Esteban Rodríguez Ocaña en El centro secundario de higiene rural de talavera de la reina y la sanidad española de su tiempo, Juan Atenza Fernández, José Martínez Pérez, Coordinadores, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2001, página 119.

16 Esteban Rodríguez Ocaña, Rosa Ballester Añón, Enrique Perdiguero, Rosa María Medina Doménech y Jorge Molero Mesa. La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, CSIC, Madrid, 2003, página 75.

17 La Libertad, 31 de marzo de 1936, pág. 3

18 Zurita, Carlos, 1981: Recuerdo y elogio de la sanidad española en el pasado, en Anales de la Real Academia Nacional de Medicina, Tomo CXIII – Cuaderno 2, pág. 377-380.

19 https://www.massimosella.it/lotta-antimalarica

20 Fernández Astasio, Balbina, 2002: La erradicación del paludismo en España: aspectos biológicos de la lucha antipalúdica, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, facultad de Ciencias Biológicas, departamento de Biología Celular, página 186.

21 Moreno Valcarcel, R., Ruiz Navarro, A. (2015). Gambusia – Gambusia holbrooki. Enciclopedia virtual de los

vertebrados españoles. Salvador, A., Elvira, B. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. Página 3.

22 Odón de Buen, Mis memorias, Pág. 249

23 Fernando de Buen, La invasión de nuestras aguas dulces por las Gambusias (Gambusia holbrooki Grd.), Revista de Biología Forestal y Limnología. 1929. Tomo I. Serie A. N° 1. Página 50.

24 Jesús Raúl Navarro-García, La familia de Buen y la introducción de la «Gambusia»: consecuencias medioambientales de la lucha contra la malaria en España, en el Boletín de Malariología y Salud Ambiental.  Enero-Julio 2013, Vol. LIII, 99-112, página 108.

25 http://www.vertebradosibericos.org/peces/interaccion/gamholin.html

26 El caso de Extremadura y la introducción de Gambusia holbrooki (Girard, 1859) como agente de control biológico, por Rafael Calero Bernal, José Marín Sánchez Murillo, Pedro María Alarcón-Elbal, Luis Manuel Madeira De Carvalho, Jesús Manuel Crespo Martín, Diego Peral Pacheco, Rafael Calero-Carretero, en http://www.colvet.es/node/389

27 Caiola, N. (2017). Samaruc – Valencia hispanica. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Sanz, J. J.,

Oliva Paterna, F. J. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/

ENCICLOPEDIA VIRTUAL DE LOS VERTEBRADOS ESPAÑOLES, Sociedad de Amigos del MNCN – MNCN – CSIC

28 Jesús Raúl Navarro-García, La familia de Buen y la introducción de la «Gambusia»: consecuencias medioambientales de la lucha contra la malaria en España, en el Boletín de Malariología y Salud Ambiental.  Enero-Julio 2013, Vol. LIII, 99-112, página 100.

29 Barón Cano N, Mosquera Gordillo MA, Ballester Añón R., Campañas sanitarias en España frente al paludismo a partir de los trabajos publicados en dos revistas científicas: Medicina de los Países Cálidos y La Medicina Colonial (1929-1954). Revista Española de Salud Pública. 2016; Vol. 90, página 8.

30 Ed Yong, Yo contengo multitudes, Debate, Barcelona, 2017,

31 Moreno Valcarcel, R., Ruiz Navarro, A. (2015). Gambusia – Gambusia holbrooki. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Elvira, B. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/

32 Lluís Benejam; Carles Alcaraz; Pierre Sasal; Gael Simon-Levert; Emili García-Berthou. Life history and parasites of the invasive mosquitofish (Gambusia holbrooki) along a latitudinal gradient, Biological Invasions (2009).

33 Para más información sobre parásitos curiosos, véase El encantador de saltamontes y otros ensayos de la historia natural de los parásitos, de David G. Jara, Guadalmazán, Córdoba, 2015.

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