La pandemia global desatada por el nuevo coronavirus humano ha puesto en jaque a la economía y sistemas sanitarios de muchos países occidentales. Una crisis que nos hace recordar que somos una especie más del planeta y que, a pesar del avance tecnológico y del saber acumulado, nos encontramos a merced de muchos factores que no controlamos. En este caso, hablamos de un virus, una entidad de dimensiones nanométricas y que incluso, según el criterio que se use, ni siquiera podría considerarse como un ser vivo.
Existen una serie de características que definen la vida, y los virus se hallan en esa frontera resbaladiza entre lo que está vivo y lo que no lo está. Las definiciones estándar de los virus nos dicen que se trata de elementos genéticos que necesitan una célula (llamada hospedador) para replicarse. Además, tienen una fase extracelular que les permite transmitirse fácilmente de un hospedador a otro, y dicha forma hace que algunos virus se repliquen en un hospedador de tal manera que acaban siendo destructivos para las células y provocando enfermedades.
Así que tenemos una estructura que, por un lado, no es autosuficiente para replicar su material genético, pero que por otro cumple con el llamado ‘dogma central de la biología molecular’: la información fluye desde el ácido nucleico (el material genético) a la proteína.
¿Estamos hablando entonces de seres vivos? “Con los virus pasa lo mismo que cuando los físicoshablan de la naturaleza dual de la luz: ¿es una onda o es una partícula? Pues depende”, nos explica José Aguilar Gavilán, investigador y profesor de virología en la Universidad de Córdoba. “La vida la manifiesta cualquier ser que puede expresar su patrimonio genético. Cuando un virus está manifestando su información genética, es decir, cuando está dentro de la célula expresándose, yo puedo considerarlo un ser vivo, muy simple y sencillo, pero un ser vivo al fin y al cabo”.
¿Qué sucede cuando el virus no expresa su material genético? “Cuando el virus se encuentra en estado latente, ya sea dentro o fuera de la célula, no se considera un ser vivo sino una molécula orgánica supercompleja”, nos explica el experto. “Es decir, en este estado que se denomina fase estática el virus no se expresa, y ahí no se considera un ser vivo. Ahora bien, cuando está en fase dinámica y se está multiplicando, tú puedes decir con todas las de la ley que es un ser vivo, lo único que pasa es que es un parásito genético, es decir, tiene que parasitar la maquinaria genética de la célula”, concluye el investigador.
Un poco de historia
El manual Brock. Biología de los microoganismos cuenta en su capítulo dedicado a los virus que el significado original de esta palabra incluía cualquier sustancia tóxica, como por ejemplo el veneno de una serpiente, y que con posterioridad se usó de modo más específico para designar el agente etiológico de toda enfermedad infecciosa. De hecho, Pasteur se refería a menudo a las bacterias que ocasionaban enfermedades infecciosas específicas como virus.
Aunque se cita mucho a Dmitri Ivanovski como padre de la virología, lo cierto es que fueron varios los científicos que contribuyeron al primer conocimiento sobre los virus al darse cuenta de que estaban frente a patógenos con unas características muy diferentes a las bacterias. En 1898, por ejemplo, Friedrich Loeffler y Paul Frosch habían encontrado evidencias de que la fiebre aftosa se debía a un agente tan pequeño que era capaz de atravesar los filtros que retenían a todas las bacterias hasta entonces conocidas. Surgió entonces el concepto de “agente filtrable”, e Ivanovski demostró en sus experimentos con lo que hoy sabemos que era el virus del mosaico del tabaco que el agente etiológico que lo causaba también pasaba a través de los filtros. A su vez, Martinus Beijerinck fue un paso más allá demostrando que dicho agente infeccioso presentaba algunas propiedades características de los organismos vivos.
La virología del siglo XXI ha evolucionado muchísimo desde aquellas primeras observaciones a partir de filtrados, pero que sin duda sentaron las bases para el estudio de los virus. Gracias a esas investigaciones y a muchas otras que vinieron después hoy es posible que en laboratorios de todo el mundo se avance a gran velocidad para buscar tratamientos y vacunas que nos ayuden a paliar los estragos de la epidemia de COVID-19.
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