Extendiéndose a más de 280 000 km de Saturno, sus anillos son lo suficientemente anchos como para alojar 6 Tierras en fila. Pero Saturno no siempre se verá de esta manera, porque sus anillos están desapareciendo.
Además, lo está haciendo mucho más rápido de lo que se había pensado al principio. En este mismo instante, está perdiendo 10 000 kilogramos por segundo. Lo suficientemente rápido como para llenar una piscina olímpica en media hora.
¿Por qué?
Los anillos de Saturno están formados principalmente por trozos de hielo y roca. Y continuamente reciben la radiación ultravioleta del Sol y el impacto de pequeños meteoritos. Cuando tienen lugar estas colisiones, las partículas heladas se vaporizan, formando moléculas de agua cargadas que interactúan con el campo magnético de Saturno; finalmente, caen hacia Saturno, donde se queman en la atmósfera.
Se conoce este fenómeno, esta suerte de lluvia de anillos de Saturno, desde la década de 1980, cuando la misión Voyager de la NASA registró el evento. En aquel entonces, los investigadores estimaron que los anillos se agotarían en 300 millones de años.
Sin embargo, las observaciones de la antigua nave espacial Cassini de la NASA dan un pronóstico más pesimista. Las nuevas observaciones han permitido estimar que a los anillos solo les quedaban 100 millones de años de vida.
Tampoco será tan extraño: Saturno, la mayor parte de su vida, no ha tenido anillos: los ha tenido desde hace unos 200 millones de años. Es decir, que si algunos dinosaurios hubiera sido capaces de examinar Saturno a través de un telescopio, lo habrían contemplado desnudo, como la Tierra.
Los anillos de Saturno son un sistema de 6 anillos, anillos planetarios que rodean a ese planeta y fueron observados por primera vez en julio de 1610 por Galileo Galilei. Los anillos de Saturno pudieron haberse formado cuando una luna enorme con un manto helado y núcleo rocoso se dirigió contra el planeta naciente.
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