miércoles, 29 de julio de 2020

El Virus y el Elefante

Publicado por  y Juan José Gómez Cadenas
The Elephant in the Room por #Banksy
Los gobernantes quieren conjurarlo dictando medidas testimoniales. La gente se pasea al aíre libre asándose tras mascarillas que se quitan para tomarse los pinchos en chiringuitos playeros atestados. Los que trabajamos en investigación seguimos teniendo que sufrir tediosos protocolos para entrar en nuestros laboratorios, pero nadie nos impide irnos a la discoteca a ligar y contagiar al día siguiente al compañero de trabajo. Nos embadurnamos las manos con gel hidroalcohólico como si fuera agua bendita, y los camareros frotan las mesas del restaurante con energía sansónica, mientras el aire acondicionado del local recircula los virus. Un paseo por la playa capta de vez en cuando el aroma de la marihuana o el hachís, cerca de algún corrillo de bañistas. Cigarrillos colectivos que viajan de boca en boca. Elefantes creciendo en las playas y las discotecas, en las mesas atiborradas y las reuniones familiares donde primos y cuñados se abrazan al segundo gin-tonic.
Figura 1: Repunte en España a partir de primeros de julio.
Examinen, amables lectores, la figura 1, que muestra el número de casos de Covid-19 contabilizados por día en España desde el inicio de marzo, tal como los recoge la base de datos ourworldindata.org [1]. Los complicados —e ineficaces— mecanismos de conteo hacen que los datos fluctúen mucho entre días consecutivos, de manera que hemos tomado una media móvil sobre una semana.
El gráfico muestra, el número de PCR positivas por millón de habitantes. Observamos, durante todo el mes de marzo, el aumento exponencial del número de casos característico de la fase inicial de una epidemia: extremadamente pronunciado al principio (el número de casos se doblaba cada 2-3 días), algo menos en la segunda mitad del mes —4-5 días—. Hacia finales de mes, un par de semanas después del inicio del confinamiento, se alcanza el pico. Primera y archisabida lección —que de hecho ya conocíamos a principios de marzo—: los largos tiempos de incubación de la Covid-19 hacen que el impacto de cualquier medida contra la propagación llegue solo tras un par de semanas. Tras el pico, una bajada también exponencial, aunque mucho más lenta que la subida, mantenida hasta un par de semanas después del final del confinamiento. Durante el mes de junio, el número de casos sube muy ligeramente: algo parecido a la situación menos mala posible, en la que el porcentaje de población infectada aumenta muy poco a poco, de forma sostenible para el sistema sanitario, mientras se protege a los vulnerables.
El problema llega con julio: una nueva y clarísima subida exponencial, esta vez con un tiempo de doblaje de alrededor de una semana, como muestra el ajuste a los datos. Y recuérdese la inevitable inercia de dos semanas: basta extrapolar para concluir que a finales de la primera semana de agosto llegaremos a una prevalencia detectada cercana a 100 casos por millón de habitantes, similar —como veremos luego— a la que teníamos a mediados de marzo.
¿Está ocurriendo solo en España?
No. Aunque la casuística es variopinta, hay un amplio grupo de países europeos que se pueden comparar a España porque su evolución ha sido similar. Aunque no les va a todos igual. En el panel superior de la Figura 2 comparamos España, Bélgica e Italia. Los belgas lo hacen igual de mal que nosotros. Los italianos empezaron peor, corrigieron antes, desescalaron mejor y se mantienen razonablemente planos.  En el panel central vemos la evolución de Francia, Alemania y Gran Bretaña. Los británicos van de farolillos rojos de ese grupo, pero las tres curvas están más bajas que la nuestra, si bien empiezan a sugerir repuntes. El último grupo lo forman Estados Unidos, Suecia y Portugal. Este último pasa por el pico, desciende un poco y se mantiene constante. Estados Unidos sigue escalando, con setenta mil casos al día y de camino a los 150 000 muertos, un buen ejemplo de lo que pasa cuando se decide «abrir la economía» e ignorar al elefante en la habitación. Por último, Suecia es un experimento cuyos resultados todavía no se conocen bien. También aquí se optó por evitar medidas de confinamiento, contando con la responsabilidad de la población y apostando por la eventual inmunidad de grupo. El experimento les ha salido caro en términos de vidas humanas y no ha salvado su economía, pero la curva sueca empieza a bajar mientras la nuestra sube.
Figura 2. Evolución de la pandemia en diferentes países.
Es necesario hacer una salvedad muy importante: que la forma y la altura de las curvas se parezcan no quiere decir que los números sean comparables, debido a la diferente capacidad de detección. Aún así, claramente la situación en España no es única. Por otra parte, la evolución futura de la pandemia en cada país va a depender de lo que se ha hecho desde el final del confinamiento y se siga haciendo. Y aquí sí que es posible que las características españolas no ayuden. Si consideramos la dependencia muy elevada del turismo y los servicios de nuestro país, la escasa tradición de cooperación científica que lleva a un oscurantismo escandaloso a la hora de gestionar los datos públicos que los hace a menudo inútiles, los reinos de taifas autonómicos, la lentitud de respuesta y la complacencia de la autoritarias autoridades —que pasan de calvos a siete pelucas sin solución de continuidad— llegaremos a la conclusión de que quizás, después de todo, Spain is different.
Figura 3. Pruebas por millón de habitantes en diferentes países.
Suponiendo que el sistema de detección actual esté «cazando» la mitad de los casos, no uno de cada diez como en marzo, las cifras de insostenibilidad sanitaria que se alcanzaron durante la primera ola no llegarían hasta mediados de agosto. Eso nos daría un margen de una semana, a lo sumo de diez días, para actuar antes de vernos abocados a un nuevo confinamiento. Por supuesto, la incertidumbre de esta previsión es grande, porque depende mucho de la efectividad del sistema: si estamos detectando el 80 % de los casos tendríamos una semana más; si estamos detectando solo el 25 % ya casi nos habríamos quedado sin margen de actuación. Las cifras de hospitalizaciones deberían ser muy valiosas para calibrar el sistema de detección, pero son aún más confusas que las de casos, y su gestión aún más opaca.
La respuesta es la misma que en marzo, en abril, en mayo y en junio: muchas pruebas y, sobre todo, rastreo y aislamiento de contactos, una y otra y otra vez. Esta es la única estrategia que por ahora ha conseguido contener los estallidos del virus: en Corea del Sur o en los países del centro y el norte de Europa que la han combinado con confinamientos menos estrictos que los del sur. En España, ese rastreo es competencia de las CCAA y la respuesta es enormemente dispar, al igual que los criterios [2], tal como se puede ver en la Figura 4. Recordemos que la cifra recomendable es de entre 200 y 250 rastreadores por cada millón de habitantes.
Figura 4. Número de rastreadores por comunidad autónoma, junto a la población en miles de habitantes. Galicia no ha facilitado sus datos; en Canarias están integrados en los servicios de atención primaria, por lo que tampoco hay cifras. (Fuente: El País, 19 julio 2020.)
¿Cómo es posible tal descoordinación? La necesidad de organizar equipos competentes y numerosos de rastreadores, al igual que la necesidad de app informáticas que podrían ser extremadamente útiles para localizar contactos, ha sido predicada hasta el agotamiento por todos los expertos. Y, como siempre en España, llegamos tarde, mal o nunca. No solo eso. Es una verdad de perogrullo que debe existir una coordinación de las medidas para combatir el bicho. En España, solo nos coordinamos cuando el Gobierno nos sometió a la versión más brutal y menos inteligente del confinamiento, si excluimos de la comparación la de algunos regímenes autocráticos. Sí, el confinamiento era imprescindible; no, no hacía falta prohibirnos salir de casa para dar un paseo a los abuelos o a los niños, ni poner a la policía a controlar cada movimiento de cada ciudadano con la inestimable ayuda de la Brigada de los Balcones. Que esas medidas brutales vengan seguidas de un decreto de «Nueva normalidad» que permite lo obviamente inviable (como el ocio nocturno), mantiene precintados los parques infantiles y en el limbo las actividades educativas y en general se desentiende de coordinar el esfuerzo colectivo, es digno de una monarquía bananera.
[2] https://maldita.es/malditodato/2020/07/17/rastreadores-comunidad-autonoma-diferentes-criterios-calculo/

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