De un animal traslúcido y piloso que funda colonias sobre la concha de un cangrejo ermitaño se puede decir que tiene un aspecto y un modo de vida extraños, pero las peculiaridades de la hidractinia no acaban ahí. Recientemente se ha identificado un gen clave —también presente en el ser humano— que dota a este habitante del fondo marino de una facultad extraordinaria: un suministro ilimitado de espermatozoides y óvulos. Según sus descubridores, esta es la primera vez que se confirma que la puesta en marcha de la producción de gametos en un ser vivo depende de un único gen.
Timothy DuBuc, biólogo del laboratorio del Colegio Swarthmore, es uno de los pocos estudiosos de las hidractinias, que comparten varios genes en común con los humanos. DuBuc y sus colaboradores probaron nuevos modos de extraer un gen, el Tfap2, del ADN embrionario del animal y manipularon su actividad en ciertas células, según relataron en febrero en Science. El cuerpo translúcido de la hidractinia permite observar sin grandes dificultades el efecto de la supresión del gen: cuando el animal alcanza la madurez no engendra óvulos ni espermatozoides. El equipo también confirmó que la activación del gen en las células madre del adulto las convierte en células germinales (precursoras de los espermatozoides y los óvulos) en un ciclo que se repite sin fin.
Cassandra Extavour, bióloga del desarrollo en la Universidad Harvard, ajena al proyecto, califica esos avances técnicos como «gesta heroica». Opina que el trabajo da a conocer varios modos de interferir con la función génica de la hidractinia, además de ofrecer el protocolo de edición génica más fiable hasta la fecha en los cnidarios, el grupo zoológico al cual pertenece la hidractinia y que comprende las medusas y las anémonas.
En otros animales, el gen Tfap2 desencadena la formación de las células germinales una sola vez durante todo el desarrollo embrionario, aparte de participar en muchísimos otros procesos del crecimiento. En la especie humana, propicia la creación de una cantidad determinada de células germinales una sola vez durante el desarrollo, lo que posibilita la espermatogénesis y la oogénesis. La pérdida de esas células germinales provoca esterilidad, y la alteración de Tfap2 se ha vinculado con el cáncer de ovario y de testículo. El estudio del gen en acción mejorará los conocimientos y tal vez el tratamiento de los trastornos de reproducción humanos, según los autores del estudio.
«Para aquellos de nosotros interesados en conocer el programa esencial que convierte a una célula en germinal, este podría ser el animal idóneo», concluye DuBuc.
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