La poliomielitis es una enfermedad infecciosa que ha causado epidemias desde hace siglos. Está causada por un virus que invade el sistema nervioso y tiene consecuencias deformantes e invalidantes. Puede paralizar los músculos de la respiración y causar la muerte. Afecta a cualquier edad, pero es mucho más grave en niños menores de cinco años.
Ha sido una de las enfermedades más extendidas en el siglo XX, hasta la aparición del sida. A mediados de los años 50, hubo importantes epidemias de polio por todo el mundo. En España, causó más de 20 000 afectados. En aquella época había un auténtico terror a esta enfermedad debido también a su misteriosa incidencia estacional, entre julio y octubre. A muchos niños no se les permitía incluso salir a jugar fuera de casa por miedo al virus.
Si busca en internet imágenes con la palabra “polio”, verá impactantes fotografías de las lesiones que el virus causa en las extremidades, sobre todo en niños. También podrá ver imágenes de pabellones de hospitales llenos de niños dentro de pulmones de acero, un sistema de ventilación mecánica que se empleaba para forzar la respiración cuando la persona perdía el control de sus músculos torácicos debido a la enfermedad.
Entre 1955 y 1962 se desarrollaron las vacunas contra la polio: la primera fue desarrollada por Jonas Salk, con virus muertos. La segunda por Albert Sabin usando virus vivos atenuados. Las campañas de inmunización masivas impulsadas por la OMS, combinando ambas vacunas, han conseguido que la poliomielitis pueda ser la segunda enfermedad infecciosa humana erradicada del planeta, después de la viruela.
En esta apasionante historia de éxito contra la poliomielitis hay un nombre de mujer que ha pasado desapercibido para muchos. Se trata de la norteamericana Isabel Morgan (1911-1996). Probablemente su interés por la ciencia lo heredó de su padre,Thomas Hunt Morgan, que trabajando con la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) descubrió que los genes están en los cromosomas. Por eso recibió el Premio Nobel de Medicina de 1933. Gracias a sus trabajos, Drosophila se convirtió en uno de los organismos modelo más importantes en genética.
Isabel Morgan se graduó en la Universidad de Stanford y se doctoró en Bacteriología en la de Pennsylvania. En 1944 formó un grupo de investigación con David Bodian y Howard Howe de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore. Fueron años de intenso trabajo y juntos realizaron descubrimientos básicos para entender la enfermedad y la biología del virus. Descubrieron que la principal ruta de infección y de entrada del virus era la digestiva, y no la respiratoria. Que existían tres tipos distintos del virus y que durante la infección había una fase de viremia (presencia del virus en sangre).
Pero una de las grandes aportaciones de Morgan fueron sus estudios en modelos animales. Desarrolló un prototipo de vacuna experimental con virus de la polio muertos inactivados con formaldehído. Vacunó a un grupo de chimpancés y comprobó que quedaban protegidos y resistían inyecciones con altas concentraciones de virus vivos, trabajo que publicó en 1948. Fue la primera evidencia experimental de una vacuna contra la polio.
Morgan se resistió a realizar ensayos clínicos en seres humanos hasta no estar completamente segura de su inocuidad. Todos estos estudios fueron la base para que unos pocos años después Salk desarrollara la primera vacuna contra la poliomielitis.
A partir de 1949 su historia personal es casi desconocida, por ser estrictamente privada. Dejó la investigación, se casó y se dedicó en pleno a su propia familia.
En la pequeña ciudad de Warm Spring, en el estado de Georgia (EE. UU.), hay un monumento con los bustos esculpidos de los quince héroes que participaron en la lucha contra la poliomielitis. Entre ellos se encuentra una única mujer, Isabel Morgan.
Una versión de este artículo fue publicada en el blog del autor, MicroBIO.
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