Estados Unidos se encuentra actualmente en medio de un segundo pico de la pandemia de covid-19. Pero dada la rápida propagación del coronavirus durante el verano, una época del año en que muchas enfermedades similares tienden a permanecer en bajos niveles, vale la pena preguntarnos y analizar: ¿por qué el verano no detiene o al menos mitiga el coronavirus, como muchos esperaban?
Muchas enfermedades infecciosas son estacionales, incluyendo otros coronavirus que causan el resfriado común. El ejemplo más conocido es la temporada de gripe, que tiende a comenzar a fines del otoño y se extiende hasta principios de la primavera en los Estados Unidos. Al igual que la gripe y muchos otros virus estacionales, el covid-19 se transmite principalmente a través del tracto respiratorio. Por lo tanto, no era muy arriesgado pensar que la estacionalidad también iba a tener consecuencias sobre el covid-19 este verano.
Pero hay razones complicadas por las cuales una enfermedad específica es o no estacional. Muchos científicos al principio de la pandemia ya eran escépticos acerca de que el verano fuera una solución mágica para el covid-19, incluso cuando personas como el presidente Trump continuaron insistiendo en que la pandemia simplemente “desaparecería” debido al clima más cálido.
El razonamiento detrás de una desaceleración teórica en el verano para el covid-19 es bastante simple. El coronavirus tiene una capa grasa externa o membrana lipídica. Las altas temperaturas tienden a degradar estas capas externas, por lo que el virus sobrevive durante menos tiempo en el medio ambiente que en el frío. La humedad elevada también puede impedir cuán lejos viajan las gotas y los rocíos de nuestras bocas y narices antes de caer al suelo, mientras que la baja humedad ayuda a su supervivencia e incluso parece debilitar nuestras defensas naturales contra la infección. Además, los rayos ultravioleta del Sol matan muchos virus, actuando como un desinfectante natural. Pero hay otros factores importantes que influyen en la propagación de un virus en una población, y claramente, dado el reciente aumento de covid-19 en territorios como el estadounidense, esos factores en este caso superan cualquier efecto de verano que pueda existir.
La gripe y otros virus estacionales son lo que los científicos llaman enfermedades endémicas, lo que significa que están constantemente alrededor de nosotros y enferman a algunas personas. También significa que un segmento considerable de personas tendrá cierta cantidad de inmunidad que podría prevenir la infección o hacer que la reinfección sea más leve. Para algunas enfermedades, se cree que la época en la que aparece está influenciada no solo por las condiciones climáticas sino también por el nivel de inmunidad en una población (esto puede explicar por qué algunos virus tienden a reaparecer cada dos años).
Covid-19, a diferencia de estas otras enfermedades, es completamente nuevo, por lo que el nivel inicial de inmunidad es mucho más bajo que otros virus respiratorios estacionales. Hay evidencia emergente de que algunas personas pueden tener una respuesta inmune de células T preexistente al virus, ocasionada por tratar con otros coronavirus del resfriado común. Pero aún no está claro cómo esta respuesta afecta la interacción de una persona con el virus (si es que lo hace), incluido su riesgo de contraerlo y propagarlo aún más. En cualquier caso, también es cierto que la mayoría de nosotros no nos hemos topado con este coronavirus específico, y eso probablemente amortigua los posibles efectos de la estacionalidad.
“La falta de inmunidad de la población termina siendo el factor clave que impulsa la propagación de nuevos virus como el SARS-CoV-2", dijo a Gizmodo en un correo electrónico Rachel Baker, investigadora asociada postdoctoral en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, y autora principal de un estudio reciente sobre el papel potencial de estacionalidad en el covid-19. “Este factor se sobrepone a cualquier señal del clima. Cuando todos son susceptibles a contraer un nuevo virus, puede propagarse muy bien, sin importar las condiciones climáticas”.
En unos años, con el aumento de la inmunidad de la población, añadió Baker, es posible que el covid-19 se convierta en una enfermedad estacional como la gripe, suponiendo que para entonces no haya una vacuna efectiva.
Otro aspecto a considerar es una especie de efecto paradójico del verano. La teoría dice que, incluso si el calor y la fuerte luz solar del verano afectan la facilidad con la que el virus se propaga (al hacer que sea más difícil que el virus sobreviva por mucho tiempo fuera de su huésped), las temperaturas elevadas en lugares como Florida (Estados Unidos) también hacen que las personas se mantengan más dentro de casa y en interiores, donde tienen más probabilidades de transmitir y contraer el virus. La mala ventilación y el reciclaje del aire en el interior significa que las gotas y partículas infecciosas permanecen más tiempo en grandes cantidades, lo que aumenta el riesgo de transmisión.
Los científicos están tratando de precisar cómo el clima afecta la transmisión del coronavirus, lo cual no es una tarea fácil. Recientemente, la NASA anunció que creó una base de datos en colaboración con otras agencias espaciales para ayudar a los investigadores a determinar cómo la estacionalidad podría afectar la propagación de covid-19, así como otros impactos globales causados por la pandemia. Así lo describe un comunicado de prensa del Observatorio de la Tierra de la NASA:
Una forma en que [el científico de la Universidad Johns Hopkins Benjamin] Zaitchik y otros investigadores esperan obtener algo de claridad, es mediante el uso de conjuntos de datos de reanálisis y modelos que sintetizan datos ambientales dispares en un todo coherente. Estos sistemas generan imágenes consistentes de la atmósfera de la Tierra y las superficies de tierra y agua en grandes áreas y largos períodos de tiempo. Esto los hace especialmente útiles para la investigación de problemas globales de larga duración como el cambio climático o la estacionalidad de una enfermedad infecciosa.
Incluso si el verano no detiene al covid-19, eso no significa necesariamente que no lo esté desacelerando un poco. Pero es probable que cualquier efecto de verano no haya sido suficiente para contrarrestar el peso colectivo de otras cosas que permitieron la propagación del virus, como la reapertura de bares, el uso limitado de máscaras y el distanciamiento reducido, especialmente en áreas donde la transmisión comunitaria era relativamente alta o estaba aumentando en primer lugar.
“Siempre que haya personas que se agrupen en interiores, sin practicar medidas de distanciamiento social, deberíamos esperar que este virus se propague con facilidad”, dijo Baker. Y si bien puede ser verdad la idea de que un verano especialmente caluroso está conduciendo a más personas a mantenerse en casa o en interiores, Baker culpa más a los estados que levantan sus medidas de control más estrictas antes de tiempo.
Desafortunadamente, incluso si el verano está teniendo un ligero o ningún efecto en la transmisión en este momento, el otoño y el invierno aún podrían tener un potente efecto opuesto. Según lo que sabemos sobre otros coronavirus y otras pandemias causadas por virus respiratorios, muchos científicos siguen preocupados de que el clima frío y seco del otoño y el invierno impulse la pandemia. De hecho, las pandemias de gripe de 2009 y 1918 tuvieron al menos dos olas de contagios en los Estados Unidos, y las dos segundas olas se aceleraron en el otoño. En esas pandemias, la segunda ola resultó ser más mortal que la primera, aunque eso no es garantía de que lo mismo sucederá con el covid-19.
Lo que es seguro es que países como Estados Unidos todavía están perdiendo terreno ante esta pandemia, mientras que muchos otros países tienen muchos menos casos diarios y han comenzado a recuperar algo de la vida normal. Eso realmente no augura nada bueno para lo que vendrá después. Según un modelo que ha sido especialmente preciso hasta ahora, se espera que Estados Unidos alcance las 200.000 muertes oficiales de covid-19 antes del 1 de octubre, justo cuando comienza el otoño.
“Creo que es probable que la transmisión aumente en el invierno, sin embargo, debemos esperar grandes brotes de covid-19 cada vez que nos alejemos de las medidas de distanciamiento social, independientemente del clima”, dijo Baker. “Creo que lo que hay que tener en cuenta en los meses de invierno son posibles brotes conjuntos de covid-19 y otros virus estacionales como la gripe. Todavía no estamos seguros de cómo podrían interactuar los dos virus y, de cualquier manera, esto podría ejercer una presión adicional sobre el sistema de salud”.
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