La autotransfusión de sangre con el fin de mejorar el rendimiento físico es una práctica prohibida en el deporte profesional. Los atletas recurren a esta argucia para suministrar a la musculatura más hematíes, o glóbulos rojos, los corpúsculos sanguíneos encargados del transporte de oxígeno. Pero en la naturaleza son muchos los animales que recurren a ella: las ovejas, los caballos y los peces marinos refuerzan esa capacidad de transporte entre el 16 y 74 por ciento, si las circunstancias lo requieren. Ahora, un estudio demuestra que la nototenia descamada (Pagothenia borchgrevinki) llega a multiplicarla más de un 200 por cien cuando nada en las aguas gélidas.
A semejanza de otros muchos peces autóctonos de la Antártida, la sangre de la nototenia contiene proteínas anticongelantes que le ayudan a soportar el frío glacial. Pero esas proteínas, junto con los glóbulos rojos, vuelven más viscosa la sangre y dificultan su bombeo. Algunos de esos peces han resuelto el problema prescindiendo de los glóbulos rojos y absorbiendo el oxígeno directamente del agua a través de las agallas y la piel, mientras aguardan inmóviles el paso de una presa. Por contra, la nototenia descamada se lanza a nadar bajo el hielo flotante en busca de krill y otros crustáceos sin quitar el ojo a sus enemigos, como los pingüinos o las focas. Para mantener esa actividad, «se necesita aportar más oxígeno a los músculos», explica Michael Axelsson, fisiólogo cardiovascular en la Universidad de Gotemburgo y uno de los autores del estudio, publicado el pasado enero en Journal of Experimental Biology.
Los autores compararon el hematocrito (la concentración de hematíes) en muestras de sangre extraídas a nototenias que descansaban en acuarios con el de las obtenidas de otros ejemplares que «pescaron» con un tubo de plástico. El hematocrito era del 9 por ciento en los peces en reposo, pero alcanzó el 27 por ciento en los que permanecieron activos, es decir, que mostraron un pico del 207 por ciento en la capacidad de almacenamiento de oxígeno en la sangre. «Ningún otro pez es capaz de duplicar o de reducir tanto el número de hematíes, que sepamos», confiesa Axelsson. El bajo hematocrito que muestra en reposo la nototenia reduce la sobrecarga del corazón. El bazo almacena los hematíes y, cuando los inyecta en el torrente sanguíneo, el peso del órgano llega a disminuir un 41 por ciento, según la investigación.
Las enormes oscilaciones del hematocrito sorprendieron al principio a Gerald Kooyman, biólogo marino del Instituto Scripps de Oceanografía que no ha participado en el estudio. Matiza, empero, que el pez posee de partida menos células sanguíneas, por lo que mantener la circulación con un recuento de hematíes multiplicado por tres no le resulta tan difícil. Si una foca de Weddell en inmersión aumentase el hematocrito del 40 al 90 por ciento, el bombeo de la sangre plantearía serias dificultades no exentas de riesgo.
Pero las nototenias descamadas no gozan de esa capacidad sin contrapartidas. Tras fijar una sonda medidora a la aorta del pez, los autores comprobaron que la presión sanguínea era un 12 por ciento mayor y el corazón trabajaba un 30 por ciento más en los individuos que nadaban. El corazón de la nototenia descansa durante los momentos de reposo, pero cuando tiene que nadar, «debe vivir con las consecuencias que conlleva disponer de más hematíes, pues precisa más oxígeno», apunta Axelsson.
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