martes, 20 de noviembre de 2012

El Cerebro de Einstein


Tras su muerte en 1955, el cerebro de Albert Einstein fue extraido y fotografiado desde distintos ángulos. Después, fue seccionado en 240 bloques y a partir de ahí se prepararon cortes del cerebro. Con todo este material, se tomaron fotografías y se elaboró un mapa del cerebro del genio para poder estudiarlo en detalle y tratar de comprender dónde se encontraba la clave de su brillantez. Desafortunadamente, gran parte de las fotografías, bloques y cortes permanecieron en paradero desconocido durante 55 años.
Ahora, un estudio dirigido por la antropóloga evolutiva de la Universidad del Estado de Florida Dean Falk, conocida por defender que el Hombre de Flores es una nueva especie de homínido, muestra que hay algunas diferencias anatómicas entre la corteza cerebral de Einstein y la de otros humanos “normales”.
Según un estudio publicado en la revista Brain, el célebre físico Albert Einstein bien pudo obtener su capaidad intelectual debido a su gran corteza prefrontal, aspecto fisiológico que lo diferenciaría del resto de las personas comunes.
La investigación realizada por el antropólogo evolucionista Falk Dean de la Universidad Estatal de Florida analizó un total de 14 fotografías de la corteza cerebral de Einstein, comparándolas con 85 cerebros "normales".
Dean indica que "aunque el tamaño y forma asimétrica del cerebro de Einstein eran normales, el área prefrontal, motor somatosensorial primario, parietal, temporal y corteza occipital fueron extraordinarios".
El especialista agregó que "éstos factores pudieron proporcionar las bases neurológicas que expliquen sus habilidades visuoespaciales y matemáticas, por ejemplo".
Por otro lado Walter Isaacson ha escrito, al igual que hizo con la de Steve Job, una biografía de Albert Einstein, el símbolo universal del ingenio y la inteligencia, en la que muestra sus dos facetas: la de científico (realmente físico teórico, porque sus experimentos eran sólo mentales) y el humano.
E igual que en el caso del cofundador de Apple que explotó el ingenió de Wozniac (el socio cofundador que diseñaba los circuitos y el software, pero carecía de la autoestima, la ambición, la sensibilidad artística y la energía de Steve para imponerlos), Albert no era buen matemático y se apoyó en su primera esposa Mileva Maric y otros colegas para el trabajo de carpintería.
No obstante a él se atribuye el ingenio, la osadía, la capacidad interpretativa de los resultados matemáticos, y los experimentos mentales que permitieron generalizar, dejando las de Newton como un caso particular de lo que fueron las ecuaciones del campo gravitacional que explicarían el universo. De él dijo que el espacio que lo contenía era curvo (finito pero sin límites) e inseparable del tiempo, que definió como una cuarta dimensión en el espacio-tiempo.
Conceptos que uno puede terminar creyendo por provenir de quien provienen, y repetir por no pasar por ignorante; sin embargo no se puede creer en lo que no se entiende, y el hombre nunca cesará en su intento de encontrar una explicación “sencilla” del universo, el espacio, el tiempo, la materia, la energía, y la vida (su origen, su razón de ser, y su fin), por lo que nadie tendrá nunca la última palabra.
El espacio curvo, obliga a pensar en cómo y dónde se cierra; en su espesor, y en si el universo está, en, por encima o por debajo de él. Y el tiempo lo asociamos con movimiento o mutación, no con el espacio, que entendemos como lo que contiene al universo; y en caso de que estemos equivocados será bien difícil arrancar de nuestra mente esos conceptos. Hay muchas cosas más que fueron, o mal dichas o mal entendidas por sus traductores, como el llamado “factor de Lorenz” que conduce a la contracción del tiempo, la longitud, la masa etc., a la velocidad de la luz.
De Einstein además, dice Isaacson, que fue un hombre de los medios y la publicidad, igual que Steve. “Tenía todos los ingredientes necesarios para convertirse en una estrella. Los periodistas, sabedores de que la opinión pública ansiaba el refrescante estimulo de una celebridad internacional, se sintieron entusiasmados al ver que el genio recién descubierto no era precisamente un triste y reservado académico. Lejos de ello, se trataba de un personaje encantador de cuarenta años de edad que justo en aquel momento pasaba de apuesto a distinguido con una desordenada mata de pelo, cierta desaliñada informalidad, ojos brillantes y una clara predisposición a impartir su sabiduría en forma de ocurrencias y frases breves. (…) Había una vena en él que le hacia disfrutar con los fotógrafos y las multitudes –diría de Einstein el ensayista C. P. Snow después de tener ocasión de conocerlo. Tenía algo de exhibicionista y de histriónico. De no haber sido por ese rasgo, no habría habido ni fotógrafos ni multitudes.”
Bien valdría entonces desmitificar el mito y valorarlo por E=mc2, y por la teoría del fotón que le mereció el Nobel.

Judith Tobeñas

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