Encontradas en los
restos de antiguos guerreros escitas, demuestran que se produjo por una
expansión de la población del Asia central. Investigadores europeos han
encontrado una de las primeras evidencias de la mezcla genética entre europeos
y asiáticos en los restos de antiguos guerreros escitas, que vivieron hace más
de 2.000 años en Mongolia, en el macizo de Altái. Esta mezcla no fue fruto de
una migración europea hacia el Este, sino de una expansión demográfica de la
población local de Asia Central, favorecida por las mejoras tecnológicas que
les supuso adoptar la cultura escita. Un
grupo de investigadores liderados por la Universitat Autònoma de Barcelona
(UAB) ha encontrado una de las primeras evidencias de mezcla genética entre
europeos y asiáticos en los restos de antiguos guerreros escitas, que vivieron
hace más de 2.000 años en Mongolia, en el macizo de Altái.
Los resultados, publicados en la revista PLOS ONE, indican, contra lo que se consideraba hasta ahora, que esta mezcla no fue fruto de una migración europea hacia el Este, sino de una expansión demográfica de la población local de Asia Central, favorecida por las mejoras tecnológicas que les supuso adoptar la cultura escita.
El Altái es una cordillera de Asia Central que ocupa territorios de Rusia y Kazajstán al oeste y de Mongolia y China en la cara este. Históricamente la estepa de Asia Central ha sido un corredor para las poblaciones asiáticas y europeas, dando lugar a la gran diversidad poblacional actual.
En épocas antiguas, sin embargo, las montañas del Altái, situadas en medio de la estepa, supusieron una barrera importante para que las poblaciones de ambos lados convivieran y se mezclaran; así permanecieron diferenciadas durante milenios: la europea en la parte occidental y la asiática en el este.
La investigación realizada por investigadores de la UAB, del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont y del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC), aporta nueva luz sobre cuándo y cómo se produjo esta mezcla genética euroasiática.
En el laboratorio de paleogenética de la UAB los investigadores han analizado el ADN mitocondrial (que se transmite por vía materna y permite seguir el rastro de nuestros antepasados) extraído de huesos y dientes de 19 esqueletos de las edades de Bronce (s. XX a VII aC) y Hierro (s. VII a II aC) de la zona del Altái situada en Mongolia. Estos restos provienen de tumbas localizadas hace siete años en una investigación en que se descubrieron esqueletos de guerreros escitas y que supuso la primera evidencia de esta cultura en el este asiático.
Los resultados obtenidos muestran que la población de la Edad de Hierro, correspondiente al periodo escita del Altái, tenía una mezcla perfecta, del 50%, de linajes o secuencias de ADN mitocondrial europeos y asiáticos. Es un dato importante, puesto que las poblaciones anteriores no muestran mezcla de estos linajes: el ADN de las tumbas localizadas en Rusia y Kazajstán pertenece a linajes europeos, mientras que los de la parte del este, en Mongolia muestran linajes asiáticos.
Los resultados, publicados en la revista PLOS ONE, indican, contra lo que se consideraba hasta ahora, que esta mezcla no fue fruto de una migración europea hacia el Este, sino de una expansión demográfica de la población local de Asia Central, favorecida por las mejoras tecnológicas que les supuso adoptar la cultura escita.
El Altái es una cordillera de Asia Central que ocupa territorios de Rusia y Kazajstán al oeste y de Mongolia y China en la cara este. Históricamente la estepa de Asia Central ha sido un corredor para las poblaciones asiáticas y europeas, dando lugar a la gran diversidad poblacional actual.
En épocas antiguas, sin embargo, las montañas del Altái, situadas en medio de la estepa, supusieron una barrera importante para que las poblaciones de ambos lados convivieran y se mezclaran; así permanecieron diferenciadas durante milenios: la europea en la parte occidental y la asiática en el este.
La investigación realizada por investigadores de la UAB, del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont y del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC), aporta nueva luz sobre cuándo y cómo se produjo esta mezcla genética euroasiática.
En el laboratorio de paleogenética de la UAB los investigadores han analizado el ADN mitocondrial (que se transmite por vía materna y permite seguir el rastro de nuestros antepasados) extraído de huesos y dientes de 19 esqueletos de las edades de Bronce (s. XX a VII aC) y Hierro (s. VII a II aC) de la zona del Altái situada en Mongolia. Estos restos provienen de tumbas localizadas hace siete años en una investigación en que se descubrieron esqueletos de guerreros escitas y que supuso la primera evidencia de esta cultura en el este asiático.
Los resultados obtenidos muestran que la población de la Edad de Hierro, correspondiente al periodo escita del Altái, tenía una mezcla perfecta, del 50%, de linajes o secuencias de ADN mitocondrial europeos y asiáticos. Es un dato importante, puesto que las poblaciones anteriores no muestran mezcla de estos linajes: el ADN de las tumbas localizadas en Rusia y Kazajstán pertenece a linajes europeos, mientras que los de la parte del este, en Mongolia muestran linajes asiáticos.
Judith Tobeñas
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